Cambra

José Menor, el revolucionario del piano

09-12-2016

José Menor
El estreno musical de Hèctor Parra como compositor residente en el Palau de la Música y en L’Auditori de Barcelona llega con un concierto especial, el miércoles 9 de septiembre, en el que se interpretará toda la obra para piano solista del joven músico
El pianista encargado de hacer llegar al público el trabajo de Hèctor Parra es un íntimo amigo suyo, José Menor, con quien forma un binomio de éxito. Ambos compartieron clases de piano y de composición y, posteriormente, han seguido trabajando juntos, pese a la intensidad de los compromisos profesionales que cada uno de ellos ha tenido que asumir, con frecuentes viajes y largas estancias en ciudades internacionales. 
José Menor cuenta en su currículum con recitales en todo el mundo, un master en Londres, otro en la Universidad de Yale y formación en Nueva York. El mismo Héctor Parra ha descrito a José Menor como un “revolucionario del piano”. Barcelona Clásica ha hablado con él sobre su trayectoria, su concepción del piano y su opinión sobre la obra de Héctor Parra.
 

Barcelona Clásica: ¿Cómo fueron tus inicios con el piano?
José Menor: Empecé a estudiar en mi ciudad, Sabadell, una semana antes de cumplir los siete años. Como aprendía muy rápido, a los nueve años ya estaba aburrido. Un día, ocurrió algo que me cambió la vida. Vino una chica a mi casa a afinar mi piano y me preguntó qué curso estaba haciendo. Le contesté que me iba a examinar de primero de piano por libre. Entonces me pidió que le tocara algo… y le interpreté la Gran Polonesa de Chopin.

B.C. Quedó sorprendidísima, ¿no?
J.M. Mucho. La chica era Cristina Caba, que estaba casada con Lluis Vila [actual director de la Coral Sant Jordi]. Esa noche volvió con su marido. Me hicieron todo tipo de pruebas y me llevaron a casa del pianista Manuel García Morante. La conclusión fue que debería estar estudiando a nivel internacional. Empecé entonces con dos nuevos profesores: una, María Jesús Crespo, de quien aprendí toda la base pianística, y el otro, Luiz de Moura, con quien daba clase cuando venía ocasionalmente a Barcelona.

B.C. Además de piano, también tienes estudios de composición y de dirección orquestal. ¿Compartes estas vocaciones con el instrumento?
J.M. Siempre he querido ser un músico completo. Cuando era niño, me pasaba los veranos componiendo: sonatas, sinfonías… ¡Todavía las debo tener por algún lado, aunque no quiero ni pensar en cómo eran! Pero, como profesional, el instrumento llegó antes: de adolescente, participé y gané algunos concursos de piano, y en él centré mi trayectoria posterior. Para un compositor, no es tan fácil: se lo tiene que “currar” más. La dirección orquestal vino después: no es algo principal para mí. Pero sí me gustaría retomar la composición. Yo soy pianista, pero, sobre todo, soy músico.

B.C. ¿Han sido importantes los concursos de piano en tu carrera?
J.M. No. Ni han sido importantes ni estoy de acuerdo con los planteamientos. Supongo que depende del tipo de pianista. Si lo suyo es compararse con otros, quizás sea útil ir a un concurso. Pero yo prefiero hacer algo que me defina.
B.C. Una parte de tu formación se ha desarrollado en centros internacionales muy prestigiosos. ¿Cómo ha sido este proceso?
J.M. Yo soy un improvisador en mi vida y lo de Londres surgió como una reacción. Tenía por entonces 24 años y trabajaba en Barcelona, pero hacía demasiadas cosas. Por un lado, estaba de gira con el espectáculo La pequeña flauta mágica, pero también tocaba con cantantes, violinistas, etc. Por otro lado, hacía mucha composición, y no solo clásica: arreglos de jazz e incluso un experimento de grupo pop que no funcionó. Decidí romper con todo y centrarme en actuar como piano solista. Pensé en irme a Londres o a Nueva York, y al final la elegida fue Londres porque las audiciones se hacen antes. Conseguí una beca y me fui. Durante meses, no cogí ni una llamada de España.
B.C. Pero al final, acabaste yendo a estudiar igualmente a Estados Unidos.
J.M. En Londres estuve tres años. Después de eso, me dieron la beca de “la Caixa” y entré en la Universidad de Yale. Al acabar, me fui al Festival de Aspen y, luego, me matriculé en una universidad del Estado de Nueva York, en Long Island, aunque, en realidad, estaba continuamente viajando: Toronto, China, Chile… Renuncié a varias becas en diversos lugares. Por razones personales, me mudé a Florida, pero acabé volviendo a Nueva York para hacer el doctorado. Mi idea era quedarme allí, pero, finalmente, decidí regresar a Europa.
B.C. Entre Londres y Nueva York, ¿con qué te quedas?
J.M. Londres. Es donde estoy ahora ubicado. La mayoría de músicos priorizan lo profesional y van a vivir adonde conviene más para su carrera. Yo no soy así: a mí siempre me ha guiado lo personal.
B.C. Entre los próximos compromisos de la temporada, además del concierto de Héctor Parra, nos llama la atención el recital del Carnegie Hall en Nueva York para 2016. ¿Será especial para ti?
J.M. Ya he tocado en el Carnegie Hall, pero este concierto es muy importante desde el punto de vista emocional porque se va a celebrar el 24 de marzo, el día que falleció Granados, y se va a enfocar como conmemoración en 2016 del Año Granados, por el centenario de su muerte. Incluso estoy en contacto con personas de la familia de Granados que vendrán al concierto. El repertorio está todavía por definir, pero las Goyescas estarán seguro.
B.C. ¿Cuándo empieza tu colaboración con Hèctor Parra?
J.M. Lo conozco por lo menos desde hace 25 años. Estudiábamos con el mismo profesor y estábamos en la misma clase de composición, aunque luego él sí se ha centrado totalmente en este campo. Siempre hemos estado en contacto. El piano solista contemporáneo me interesa especialmente, sobre todo desde me metí de lleno en la grabación de las obras completas de Joan Guinjoan. Para trabajar con Hèctor, solo faltaba la chispa, y esta llegó en el Festival Listz de Girona en 2012, en el que le encargaron la composición de una obra basada en el pintor Joan Tàpies. Yo estrené esa pieza y, desde entonces, cada año, Hèctor ha escrito para mí una nueva obra basada en el arte gráfico. Será un ciclo de cinco piezas que acabará en 2016. La correspondiente a 2015 la estrenaremos en el concierto del Palau.
B.C. ¿Qué es lo que destacarías como más especial del concierto del Palau de la Música?
J.M. Es la primera vez que se toca toda la obra para piano solo de Hèctor Parra en un único concierto. En mayo de este año ya hice el primer recital monográfico con su música y de ahí surgió la idea de llevar este formato al Palau, aunque con repertorio ampliado. Al hacer un recorrido por toda su obra, se observará la evolución de Héctor. La primera pieza es una composición dodecafónica, pero después Héctor entra en contacto con las ideas de la “new complexity”, que él desarrolla con un estilo más lírico y personal, de colores chopinianos. Hay que tener en cuenta que Héctor es también pianista y, en él, se unifica la parte pianística con la compositiva. 
B.C. ¿Qué será lo más llamativo para el espectador?
J.M. Verá un concepto ampliado del piano. En la obra de Héctor, es tan importante tocar con las teclas como con las cuerdas. Las técnicas se salen de lo convencional, por ejemplo, con los pizzicatos, el uso del tercer pedal o la utilización de materiales, ya que se toca con goma e incluso interviene la voz. Es muy interesante, incluso para personas que normalmente no irían a un concierto de música contemporánea.

B.C. Pero muy diferente de la música de Granados y de Joan Guinjoan, tanto te apasionan…
J.M. Me gusta mucho variar. Es más; experimentar debería ser una obligación para cualquier pianista, pese a que veo a tantos jóvenes pianistas encerrados en el repertorio clásico y romántico. Que conste que esa música me encanta, pero no puedo limitarme solo a eso. Explorar el repertorio es también explorarse a uno mismo.


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