El Gran Teatre del Liceu presenta, del 28 de noviembre al 15 de diciembre, una impactante producción de la que posiblemente es la obra más significativa de Richard Wagner: Tristan und Isolde. Se trata de una ópera en tres actos con libreto del mismo Wagner, basado en una narración del escritor medieval Gottfried von Strassburg, compuesta a su vez a partir de leyendas transmitidas en francés por Thomas de Bretaña. Escrita entre 1857 y 1859, se estrenó en el teatro de la corte de Munich el 10 de junio de 1865 y llegó en España el 8 de noviembre de 1899 (es decir, 34 años más tarde) con una primera representación en el Gran Teatre del Liceu. La obra se ha puesto en escena 171 veces en el Liceu.
He aquí las razones por las que la obra es uno de los imprescindibles de la temporada en Barcelona:
Un reparto estelar
El
cast es posiblemente el mejor al que se puede aspirar actualmente para esta obra. Lo encabezan la extraordinaria soprano sueca
Iréne Theorin en el papel de Isolde y el magnífico
heldentenor Stefan Vinke como Tristan. Ambos, especialistas en los papeles dramáticos de las óperas de Wagner, ya han conseguido
grandes éxitos en temporadas recientes, como la interpretación de los roles de Brünnhilde y Siegfried en
Der Ring des Nibelungen.
Completan este fantástico
cast, en sus papeles principales, el bajo
Albert Dohmen como Marke, rey de Cornualles; el barítono
Greer Grimsley en el rol de Kurwenal, amigo de Tristan;
Francisco Vas como Melot, falso amigo de Tristan; y la mezzosoprano
Sarah Connolly en el papel de Brangäne, sirviente y dama de compañía de Isolde. Será este último personaje el que entregará a los dos protagonistas principales el filtro de amor que desencadenará su amor incontenible.
Una orquesta que apuesta por Wagner como compositor estrella
La dirección musical es de Josep Pons. Cabe esperar un gran nivel de la Orquestra del Liceu, después del éxito de las representaciones de la Tetralogía en las últimas temporadas, que Pons ha seguido trabajando en conciertos y recitales.Y, en lo que respecta al coro, cmo es habitual, la dirección recae en Conxita Garcia.
Una producción sencilla pero, a la vez, espectacular
La producción es de la Opera de Lyon, con dirección de escena de
Àlex Ollé, de la La Fura del Baus. Solo hay un elemento central, pero este es espectacular: se trata de una enorme esfera de 5,2 toneladas que cuelga sobre el escenario y que, según Ollé, tiene diferentes significados. En el primer acto, es una gran luna que ilumina el viaje del buque que transporta a Tristán e Isolda hacia su nueva vida, él como caballero predilecto del rey Marke de Cornualles, encargado de misiones políticas tan delicadas como la búsqueda de una nueva reina para su país; ella, como princesa doblemente humillada, después de que Tristán haya matado en combate a su prometido y que, en lugar de reclamarla para él, prefiera cederla como esposa a su anciano tío.
En el acto segundo, la esfera se abre y se convierte en el castillo del rey Marke. Nos recuerda al bunker de
Quartett,
la ópera dirigida también por el mismo Alex Ollé la pasada temporada. Finalmente, en el tercer acto, simboliza el peso que debe soportar Tristán por su pasado y que solo podrá redimirse a través de su trágico final.
Una gran historia de amor y muerte
Para componer esta obra Richard Wagner no solo se basó en la
filosofía de Arthur Schopenhauer, sustrato de buena parte de sus obras de madurez, sino también en experiencias personales. Mientras componía
Tristan und Isolde, el músico se sintió tremendamente atraído por Mathilde von Wesendonck, la esposa de su mecenas Otto von Wesendonck, que le había cedido la casa en donde se alojaba, sin que el músico demostrase muchos escrúpulos ni hacia él ni hacia su propia esposa Minna. Wagner consideró que, como él no había podido tener la felicidad de un amor total como imaginaba, escribiría para la posteridad una obra que reflejara el sentimiento del amor en la plenitud absoluta.
Mathilde no quiso nunca asistir a ninguna representación de
Tristan und Isolde hasta que, muerto Wagner, se hizo una primera función en el teatro diseñado por el compositor en Bayreuth. Al finalizar, Mathilde dijo: “Isolde soy yo“. Con esta frase, se cumple lo que quería reflejar Wagner en esta ópera: “el amor de dos amantes más allá de la muerte “: Eros y Tanatos.
Una revolución en la historia de la música
Desde el punto de vista musical, Tristan und Isolde significó una rotura del
statu quo musical que prevalecía hasta aquel momento. Podemos decir que se trata de una “ópera bisagra”: es el nexo de unión entre un antes y un después en la concepción de la música. Hasta ese momento, el
sistema tonal de la música se consideraba inmutable por todos: músicos, cantantes, críticos, instituciones musicales y hasta público. Pero Wagner introdujo fluctuaciones en la tonalidad en el famoso y extenso dúo del segundo acto y esto abrió las puertas a los compositores posteriores a la posibilidad de utilizar combinaciones sonoras no estudiadas anteriormente en la música occidental.
Claro, que algunos compositores y directores musicales han considerado que este cambio no es totalmente una innovación atribuible a Wagner, sino que es un
semiplagio de la sinfonía dramática Romeo y Julieta, del compositor francés Hector Berlioz. En todo caso, sea como innovación o semiplagio,
Tristan und Isolde significó, indudablemente, una gran transformación en la historia de la música, y la hizo, si cabe, mejor y más bella.
Una influencia fundamental para toda la cultura actual
La simbiosis de la música de Wagner junto al Eros/Tanatos ha tenido una influencia considerable y notable en el séptimo arte. Apuntamos solo dos breves ejemplos, uno ya antiguo y otro más moderno. En la memorable película de Hitchcock
Vértigo, del año 1958, protagonizada por el dúo James Stewart y Kim Novack, el responsable del
soundtrack Bernard Herrmann reconoció explícitamente esta influencia. Y también este sería el caso de
Titanic (1997), con banda sonora de James Horner. Escuchen la música de estas dos películas y podrán comprobarlo.
Cerramos el artículo con un vídeo de la gran Iréne Theorin cantando la última aria de la obra: el célebre
Mild und liese.