Critica

Josep Pons pone a Nietzsche en boca de Strauss

13-06-2018

Este viernes 15 a las ocho de la tarde tiene lugar el último concierto sinfónico de la temporada de la Orquestra Simfònica del Gran Teatre del Liceu, dirigida por el maestro Josep Pons, con una obra tan icónica como el Así habló Zaratustra, de Strauss. El pianista François-Frédéric Guy debuta en el Liceu con el concierto núm. 2 de Brahms.

Si tenemos que pensar en alguna obra representativa de la música programática, es decir, aquella que relata sentimientos, situaciones o plasma ideas, seguramente nos vendrá a la mente el poema sinfónico que Richard Strauss escribió en 1896 en Frankfurt, poco después de que el obra homónima de Friedrich Nietzsche, Also sprach Zarathustra (Así habló Zaratustra), escrita entre 1883 y 1885, saliera a la luz. Junto con la Alpina, esta obra es el mayor testimonio del talento desplegado ya en la juventud de un compositor que llegará a los límites del lenguaje con Elektra y Salomé y que, después, de la mano de Hoffmannstahl, “volverá al orden” con óperas como Arabella.
 
No podemos obviar un hecho decisivo para configurar el imaginario colectivo: las primeras notas de la fanfarria inicial, titulada “Amanecer”, fueron rescatadas de forma brillante por Stenley Kubrick en su célebre 2001: Una odisea en el espacio. Pero la obra de Strauss es mucho más que eso. Relata musicalmente el ideal nietzscheano del Übermensch (Superhombre), que es aquel que es capaz de generar su propio sistema de valores identificando como bueno todo lo que procede de su genuina Wille der Macht (voluntad de poder). El Superhombre se emancipa del nihilismo surgido como consecuencia de la muerte de Dios, transmuta los valores tradicionales heredados del cristianismo y busca la moral en lo más auténtico de las personas –a parte de cargar contra Sócrates como culpable de la “moral del rebaño” propia de la sociedad occidental.
 
Para alcanzar la categoría de Superhombre, el hombre nuevo que se pone a crear y dar sentido a la vida otra vez representando los ideales aristocráticos debe pasar por tres transformaciones o metamorfosis: camello-león-niño. El camello representa la forma de vivir que carga el peso de la culpa y el león es la ruptura con el “yo debo” y sustituirlo por el “yo quiero”, una voluntad capaz de ser libre. Pero el león debe transformarse en niño, porque Nietzsche ve en el niño la mejor simbolización del Superhombre como el hombre inocente, liberado de la culpa cristiana y como hombre creador, que inventa sus propios valores.
 
A todo esto, Strauss pone una música que al principio es ostentosa, como muestra de carácter y declaración de principios, que luego se despliega con una armonía sólida e inteligente, que se desarrolla con un ámbito que va desde la profundidad a las notas más celestiales donde la melodía, entre el arrebato y la cautela, va describiendo las vicisitudes del Superhombre y, finalmente, el movimiento de nuestra alma. Cuando la música se agita, no lo hace con descontrol, y el lirismo nunca llega a caer en la naïveté. En realidad, es una música muy épica que transmite esta transmutación de valores que reclamaba Nietzsche, a través del arte más reflexivo -y sublime- de todos: la música.
 
Brahms es un precedente de Strauss. De hecho, armónicamente, el autor del Zaratustra le es muy deudor. Su Concierto para piano núm. 2 en si bemol Mayor, op. 83 es ​​un paseo por diferentes estadios emocionales que invitan al solista a expresar su pasión entre el arrebato y la moderación, llegando a momentos de un equilibrio sonoro casi propio del Clasicismo. Pero los procesos armónicos son complejos, como denota la presencia de las notas alteradas, que nos transportan a nuevas tonalidades, escritas con acordes en disposiciones poco usuales. En cuanto al solista, las dobles notas dificultan mucho una interpretación pulcra, ya que la tendencia es soltarse pero, en cambio, el instrumentista debe mantener la sincronía de forma extremadamente equilibrada. El diálogo entre el piano y el violonchelo es de un lirismo exquisito y, cuando se añaden el resto de cuerdas, la melancolía se vuelve primavera en nuestros oídos.
 
Esta es la obra que interpretará, junto a la Orquestra Simfònica del Gran Teatre del Liceu, el pianista François-Frédéric Guy que, bajo la batuta del maestro Josep Pons, debuta en el Liceu. Guy ha trabajado con importantes formaciones orquestales como la Philharmonia Orchestra y la Filarmónica de Londres, Filarmónica de Munich, Orquesta de París, Filarmónica de Radio Francia, Filarmónica de Viena y la Tonhalle-Orchester de Zurich. Ha colaborado con directores como Esa-Pekka Salonen, Kazushi Ono, Marc Albrecht, Philippe Jordan, Daniel Harding, Neeme Järvi, Lionel Bringuier, Michael Tilson Thomas y Kent Nagano. En esta ocasión, pondrá toda la carne en el asador para demostrar su virtuosismo y el compromiso con la música de Brahms, autor al que está muy ligado en un concierto marcado por grandes personalidades artísticas y filosóficas.


Foto 1: Richard Strauss
Foto 2: Josep Pons

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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