Opinión

Mayte Martín y la Orquestra de Cadaqués: ‘Happy Birthday’

17-08-2018

La Orquestra de Cadaqués se encuentra de celebración, la de sus treinta años de existencia. Cualquier cifra es buena para celebrar, veinticinco, treinta o cuarenta (cuando lleguen, que lo harán) son sólo una buena excusa para disfrutar y hacer disfrutar haciendo música de buen nivel. En los conciertos de celebración, los días 15 y 16 de agosto, estuvo dirigida por uno de sus cofundadores, el clarinetista y director de orquesta Joan Enric Lluna, y contó con la voz de la barcelonesa Mayte Martín (María Teresa Martín Caiderno).

De entrada, el programa me pareció poco equilibrado, con una primera parte fuertemente telúrica (Vistas al mar de Eduard Toldrà y El amor brujo de Manuel de Falla) y una segunda parte académica y casi de poca entidad como plato fuerte del día (la Sinfonía 40 en Sol menor K550 de Wolfgang Amadeus Mozart), aunque la incorporación de la sinfonía en el programa se explica por ser la repetición de una parte del programa con el que la orquesta se presentó en el Festival de Cadaqués en 1988. Era el día 26 de agosto de ese año cuando Edmon Colomer dirigió la orquesta, apadrinada por la amada soprano Victoria de los Ángeles, quien además cantó ese día catorce canciones populares catalanas con acompañante orquestal en arreglo de Manuel García Moreno. Treinta y cinco músicos componían entonces la Orquesta de Cadaqués, que prepararon en una semana su presentación. Entre ellos, Joan Enric Lluna, el clarinete.
 
Vistas al mar, evocaciones poéticas fue estrenado como cuarteto por aquel grupo que se convirtió en un referente de la música de cámara catalana, el Quartet Renaixement, en una sesión en el Palau de la Música Catalana del 31 de mayo de 1921. El grupo estaba formado por Eduard Toldrà (1º violín), Josep Recasens (2º violín), Luis Sánchez (viola) y Antoni Planás (violonchelo). Sus tres movimientos llevan por título: I – La ginesta altra vegada!; II – Allà en les llunyanies; III – La mar estava alegre, los tres movimientos sobre poemas de Joan Maragall que constan en el programa de mano de aquel día del estreno de 1921. La versión para orquesta de cuerda, interpretada por la Orquesta de Cadaqués en su celebración de este año, no deja de ser una transcripción de la obra original, no concebida como pieza para un gran conjunto de instrumentos, y para mí no acaba de tener el equilibrio sonoro del cuarteto. La Orquesta de Cadaqués hizo una buena interpretación, emotiva y sincera, pero para mí poco impresionante, seguramente porque yo echaba de menos el cuarteto. En todo caso, el animal, la tierra, el cielo, la Luna y el mar forman parte de este poema musical de Toldrà.
 
Al terminar el primer movimiento una gran parte del público aplaudió su ejecución. Como sabéis, estos días Aina Vega ha publicado una serie de artículos sobre el tema de los aplausos fuera de tiempo (o entre movimientos) en las salas de concierto. Obviamente no pude evitar pensar en hacer mención aquí y ahora de este tema en cuanto al concierto de ayer (muy cerca de mí, otro musicólogo me hizo un guiño, y los dos sabíamos de qué hablaríamos después ). El director se giró al escuchar los aplausos e hizo un rápido gesto de agradecimiento, abriendo aún más las puertas a los aplausos entre movimientos, que fueron la constante de toda la tarde. Con todo, hubo algún espectador que se hizo escuchar en su demanda de silencio, mientras muchos aplaudían. Yo soy de los que no aplauden, los que creen que una obra termina cuando termina, no cuando hay un momento de silencio en el escenario, pero visto el agradecimiento del director habría que pensar que no tiene mucha importancia que se haga.
 
La segunda obra del programa, la afamada El amor brujo de Manuel de Falla, fue compuesta un poco antes del cuarteto de Toldrà, en 1915 como pantomima y revisada como obra para orquesta sinfónica del año siguiente. Estrenada en 1915 en Madrid, en el Teatro Lara, las numerosas críticas hizo que el autor la revisara y entre otros cambios introdujo tres canciones para mezzosoprano con letra de María de la O Lejárraga, que lo han hecho verdaderamente una obra universal. La versión que escuchó ayer estuvo muy bien acoplada y dirigida, con la aportación magnífica de la voz de Mayte Martín, sin duda una voz muy adecuada para este obra de potente color de emociones a flor de piel. Lamentablemente, en mi opinión, la disposición de los altavoces a ambos extremos del escenario no ayudó lo más mínimo a la proyección de la voz de la cantante, sino más bien al contrario. Entiendo que Mayte Martín necesitara el apoyo electrónico para hacer llegar mejor su canto, pero no que éste se pudiera sentir con eco, proveniente de dos direcciones diferentes, opuestas, distantes de la cantante, que parecía en ciertos momentos sólo hacer gestos, pero no cantar mientras su voz sonaba distorsionada y antinatural. Sentir la orquesta en sonido directo y la voz de la cantante por los altavoces es algo que hay que medir muy bien si no se quiere fracasar, como sucedió. Reconociendo la gran aportación que fue el canto de Mayte Martín, con una voz preciosa de color tierra y fuego, el resultado fue una mezcla sin sentido.
 
Como bis-propina sin ofreció de nuevo La canción del fuego fatuo, evidente propina, pero poco afortunada desde el punto de vista de la coherencia de la obra: es una sección del bien medio de la composición y su repetición aislada suena más a déjà-vu que a una propina de agradecimiento. Es como volver a explicar el capítulo quinto de un libro de diez capítulos, vaya. ¿Son imprescindibles las propinas? Quizás tendremos que empezar otra serie de artículos sobres los bises y las propinas.
 
La segunda parte abandonó la tierra, el mar, el cielo, el fuego y todo lo que nos acerca a los sentimientos más arraigados, y nos adentró en el mundo musical del Clasicismo, con la 40 de Mozart. La ausencia de timbales y trompetas, elementos presentes y solistas en El amor brujo, determinaba aún más la ruptura con la primera parte del concierto, sin aportar nada que pudiera compensar el cambio repentino de calor musical. Interpretado con total precisión, sus cuatro movimientos constituyeron una buena conclusión del programa oficial de la fiesta de celebración del 30 aniversario de la orquesta, aunque sin aportar nada más allá de una interpretación correcta y meticulosa.
 
La propina de la fiesta, fuera de programa, la constituyó la interpretación del tema de celebración por excelencia de los cumpleaños, el Cumpleaños feliz (Happy Birthday to You), con cuatro variaciones en diferentes ritmos, incluyendo tango y vales. Un final afortunado y simpático con el que disfrutar tanto el público como los músicos.
 
Por muchos años para la Orquestra de Cadaqués!


Foto portada: Mayte Martín
Fotos artículo: Orquestra de Cadaqués y Enric Lluna

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
ainavegarofes