Critica

El Liceu arranca con el hidalgo de La Mancha

02-09-2018

El día 14 de septiembre, y hasta el día 17, el Gran Teatre del Liceu sube el telón con Don Quijote de Ludwig Minkus con la Compañía Nacional de Danza, dirigida por José Carlos Martínez. Es una exitosa reinterpretación del clásico de Petipa, con dirección musical de Oliver Díaz al frente de la Orquestra del Gran Teatre del Liceu.


Hablar de Don Quijote es remontarse a los orígenes iconográficos de la cultura hispana. Lo que muchos españoles no quieren reconocer, sin embargo, es que, ya en 1616, en la segunda parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes dejó escrita una maravillosa alabanza de Barcelona, ​​cuando el personaje ha vuelto a casa, justo antes de morir. Nos encontramos, así, con uno de los pocos intelectuales españoles que, con la novela inaugural de la literatura moderna, ha querido reconocer las virtudes de nuestra tierra -y el hecho de que, mal que les pese, somos otra historia.
 
El Liceu sube al escenario la reinterpretación del Ballet Nacional de Danza de la reinterpretación que a su vez hicieron Marius Petipa y Ludwig Minkus de la ilustre novela. Si bien hay varias versiones de este ballet, el de referencia es el del austríaco que dedicó su vida a la literatura para este género, además de ser un virtuoso del violín y un gran maestro. De hecho, estuvo sirviendo el Ballet Imperial de San Petersburgo ya lo largo de su carrera escribió por Arthur Saint-Léon, aparte de Petipa. Más allá de Don Quijote, de su producción cabe destacar La source (con Léo Delibes como coautor), La bayarea, Paquita y escribió una gran cantidad de material de apoyo para ballets ya existentes. Hoy día, la música de Minkus es la más interpretada en el mundo del ballet y es una parte integral del repertorio del tradicional ballet clásico.
 
Pero las primeras adaptaciones de la novela en ballet surgen en 1740 por Franz Hilverding en Viena. En 1768, Jean-Georges Noverre montó una nueva versión de Don Quixote en Viena con el músico Josef Starz, un revival del original de Hilverding. Por su parte, Charles Didelot, conocido como “el padre del ballet ruso”, montó una versión en dos actos en San Petersburgo el ballet imperial en 1808, y Paul Taglioni presentó su versión en Berlín a la Hofoper und Ballet en 1839 y su tío, Salvatore Taglioni, montó una versión al Regio de Torino en 1843.
 
El ballet que nos ocupa surgió el primer año de colaboración entre Minkus y Petipa, en 1869, y son piezas muy rítmicas, de fácil comprensión y muy melódicas. El argumento original de la obra coreográfica de Marius Petipa, originariamente de gran virtuosismo y fiel a la tradición española, con fandangos, seguidillas y jotas, consta de un prólogo y cuatro actos, a pesar de que, posteriormente, la mayoría de las adaptaciones han modificado la estructura original a un prólogo y tres actos, que varían ligeramente el original cervantino, en el que se mezclan las aventuras, la ilusión, la locura, el humor y el amor. De hecho, el personaje literario sirve más como pretexto para construir un ballet sobre la base de un ideal que para concebir un protagonista clásico con carácter propio.
 
En el prólogo, Don Quijote se encuentra en su estudio rodeado de libros de caballería, y decide emprender aventuras como las de las novelas junto a su criado Sancho Panza al servicio de Dulcinea, hermosa chica que le ha aparecido en una visión. Pero esta no será la relación nuclear, sino que, ya en el acto I, que tiene lugar en una plaza de mercado en Barcelona, ​​la tensión amorosa se decantará hacia Kitri y Basilio. Sin embargo, la joven Kitri es obligada por su padre, Lorenzo, a comprometerse con Gamache, el hombre rico de la región. Cuando llega Don Quijote, confunde a la chica con Dulcinea. Entonces (Acto II), el hidalgo desafía Gamache para conseguir la mano de la bella Kitri, pero se burlan de él y lo echan del pueblo. Basilio, el barbero enamorado, finge suicidarse y así consigue, por pena, la mano de Kitri. Mientras tanto, Don Quijote llega a un campamento de gitanos y rinde honor al rey de los gitanos.
 
La escena de los molinos llega al tercer acto. Tras la enconada lucha, se queda dormido y sueña que está en el jardín de su amada junto a las hadas del bosque. Lucha contra una araña gigante, sale vencedor y por fin puede ver a su amada, pero el sueño se difumina. Al despertar, se encuentra con un duque y su corte, que la invita a su castillo. Finalmente, en el cuarto acto, se montan unas grandes fiestas en honor a Don Quijote, pero el caballero de la Luna de Plata lo desafía y lo vence. No es otro que su amigo Carrasco, que, preocupado por el caballero andante, le pide que vuelva a casa.
 
Colorista, vibrante, directo, gozoso, espontáneo y efectivo; así es el Don Quijote de Minkus. El clic de las castañuelas contrasta con la encantadora levitación a la que son llevados los bailarines cuando la música es más lírica, y el sonido de los metales acompañados de percusión preciosista se contrapone al arioso de las cuerdas y el lamento de la imposibilidad de amor entre los jóvenes Kitri y Basilio. Este vitalista y festivo ballet requiere virtuosidad y se reafirma como una de las piezas más efectistas de la literatura para este género. Con aromas españolas, las melodías son fácilmente reconocibles, animadas y con el punto de folclorisme justo, sin caer en la caricatura.
 
Destaca el famoso y poético “pas de deux” entre Kitri y Basilio, uno de los dúos de ballet clásico más populares, exigentes y virtuosos del repertorio, de ahí que suele ser uno de los favoritos de los bailarines, indispensable en cualquier gala de danza. La han llevado a la máxima expresión desde Pavlova la Makarova, desde Barynshinow en Corella y desde Ivanov a Nurejev, y está relleno de promenades, pirouettes y portés.
 
El Liceu presenta la versión de José Carlos Martínez con la Compañía Nacional de Danza, que reactualiza la historia de Don Quijote y Dulcinea, los jóvenes amantes y Sancho Panza con aires de modernidad, llevando los movimientos de Petipa en el siglo XXI. Seguro que los bailarines se sentirán muy cómodos con la dirección musical de Oliver Díaz al frente de la Orquestra del Gran Teatre del Liceu.

Fotos: Don Quixot al Liceu (foto 1: Jesús Vallinas; foto 2:  Alberto Rodrigalvarez)

 
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