Critica

OCM 2018/2019: obras cumbre y excelencia mediterránea

18-09-2018

La Orquesta Simfònica Camera Musicae presenta una temporada 2018/2019 con una serie de propuestas del repertorio sinfónico que se caracterizan por haber marcado un antes y un después en el desarrollo del lenguaje musical, con sus aportaciones decisivas para despertar en el público las emociones y el sentimientos más variados y profundos. Bajo la dirección de Tomàs Grau y con el talento añadido de solistas y directores aclamados internacionalmente por la crítica y el público, la próxima temporada promete ser un alud de experiencias estéticas.
 


En el mes de octubre (domingo 14, en el Palau de la Música Catalana), la OCM acompañará al gran pianista Alexander Melnikov (Moscú, 1973), que con su virtuosismo nos transportará a las profundidades de el alma rusa, con la interpretación de piezas de Rachmaninov y Mussorgsky, dos composiciones que muestran el arte como sublimación del dolor. El Concierto para piano y orquestas nº 2, opus 18, de Sergei Rachmaninov es la evocación musical de una dura etapa de depresión que el compositor sufrió tras el fracaso inicial de su primera sinfonía, en 1897. Es conocido popularmente por haber sido recogido en una docena de películas, entre las que The seven year icht, de Billy Wilder o Hearafter, de Clint Eastwood. Los Cuadros para una exposición de Modest Mussorgsky es la famosa suite de 10 piezas musicales que intercalan una promenade o intermezzo como hilo conductor. Inspirada en una exposición póstuma del pintor Victor Hartmann, amigo del músico, se estrenó en 1874, aunque la versión orquestada de Ravel, de 1922, es la más conocida. Mussorgsky visitó la exposición e intentó traducir musicalmente la experiencia artística que le provocó cada una de las pinturas y que culmina con la majestuosidad de La gran puerta de Kiev. Hay una interesante versión pop del 1971, de Emerson, Lake and Palmer, que en su momento fue todo un hit.

La violinista española Leticia Moreno (Madrid, 1985) fue una artista muy precoz que a sus 33 años ha alcanzado una gran madurez interpretativa. Acompañada de la OCM, bajo la batuta de Tomàs Grau, interpretará un programa con dos argentinos, Astor Piazzola y Alberto Ginastera, este último, con sus misteriosas conexiones con el ruso Igor Stravinsky. Las Cuatro estaciones porteñas de Piazzola son un conjunto de tangos independientes que Piazzola compuso entre 1965 y 1970 y que el ruso Leonid Desyatnikov arregló en forma de una suite inspirada en las Cuatro estaciones de Vivaldi. Ginastera y Stravinsky tienen en común el hecho de que construyeron sendas suites a partir de sus ballets, con la fuerza del amor como tema principal. La Estancia de Ginastera muestra claras influencias del Pájaro de fuego stravinskiano, con las escenas y los personajes sabiamente descritos por la música. Los gauchos y la Pampa de Ginastera se inspiran en el Martín Fierro y son la traducción argentina de la magia folclórica de los cuentos tradicionales rusos, de donde surgen las maravillosas aventuras del Pájaro, el malvado Kotxei y el príncipe Ivan. El conciertos de Letícia Moreno y la OCM será el domingo 25 (Palau de la Música Catalana).

La magnífica cantata Carmina Burana se ofrecerá en el Palau de la Música (domingo 20). Los famosos e irreverentes cantos goliardos de los siglos XII y XIII, musicados espléndidamente por Carl Orf 1937, con su genial síntesis de lo viejo y lo nuevo, muestran una visión nada convencional de la vida monástica, con su canto a los placeres de la mesa, la sexualidad y el juego, sin olvidar el poder de la caprichosa Fortuna imperatrix mundi. La Orquestra Simfònica Camera Musicae, con la Coral de la URV y el Coro de la FCEC, acompañará a la soprano Sara Blanch, que sigue en una sorprendente progresión, el contratenor Flavio Ferri-Benedetti, reconocido internacionalmente, y el sólido barítono Toni Marsol, con la dirección de Josep Caballé Domenech. Es la ocasión perfecta para poder disfrutar de la más popular de las cantatas, de unas melodías aparantment sencillas orquestadas por Orf y atravesadas por las influencias de Stravinsky y una percusión que nos puede recordar al Zaratustra de Strauss.

El maestro Salvador Mas dirigirá en febrero la OCM, para ofrecernos tres versiones del Romanticismo musical germano, con Franz Schubert (Sinfonía núm. 8 Inacabada, D759), Josef Strauss (Die Lebelle, op. 204) y Johannes Brahms (Sinfonía núm. 2, op. 73). La Inacabada es probablemente la sinfonía más celebrada de Schubert, por su belleza y por los misteriosos dos movimientos que han hecho bailar la cabeza a generaciones y generaciones de críticos. Pero sobre todo porque expresa todo el dramatismo, las esperanzas y la tristeza románticas, como una premonición de la muerte prematura del compositor, infectado por la terrible sífilis. La polka-mazurka de Josef Strauss, el hermano del famosísimo Johann, describe el vuelo de una libélula por los jardines vieneses, en un bello ejemplo de la música programática. Brahms concibió su segunda sinfonía en el lago Wörth, a la Carintia, en 1874. Los aires campesinos que dibuja en cada uno de los cuatro movimientos emanan cierta nostalgia del paraíso perdido, cuando la revolución indutrial ha cosificado la Naturaleza, hasta el punto que nos enfrentamos a una verdadera “sinfonía pastoral”, un homenaje encubierto al gran Beethoven. Salvador Mas y la OCM actuarán el domingo 10, en el Palau de la Música.

Esther Yoo, la gran violinista estadounidense de ascendencia coreana, actuará con la OCM el domingo 24 en el Palau. El repertorio está formado por Sibelius y Dvorák, dos grandes maestros de dos pequeñas naciones que se afirman culturalmente ante las superpotencias -la Finlandia de Sibelius ante Rusia y la República Checa de Dvorák ante el mundo germánico. El resultado es el triunfo de la música como expresión de la identidad nacional amenazada. Los tres movimientos del concierto de Sibelius combinan sabiamente una extrema dificultad técnica con el imperativo de la expresividad de la música tradicional. En los cuatro movimientos de la sinfonía de Dvorák está el eco de las viejas danzas bohemias y todo el afecto por su gente.

Rinaldo Alessandrini, director de orquesta, pianista y organista romano (1960) es también el fundador del conjunto vocal e instrumental Concerto Italiano, de reconocido prestigio mundial. En marzo de 2019 dirigirá la OCM (en el Palau el domingo 17), con dos composiciones de Beethoven, la Obertura “Zur Namensfeier” y la Sinfonía nº 1, op 21, y una de Händel, la Música para los reales fuegos artificiales, HMW 351. Con “Zur Mamensfeier” Beethoven quería felicitar al emperador Francisco I por su onomástica, el 4 de octubre, pero la obra no estuvo terminada a tiempo y se estrenó en el diciembre, conservando el ritmo festivo, las melodías y el carácter suntuoso originales. La Primera Sinfonía data de los años 1799 y 1800 y se compuso en Viena, en un intento del genio de Bonn para rehuir la influencia de su maestro Joseph Haydn. Es una pieza que aún se ajusta al Clasicismo, aunque ya muestra indicios del Romanticismo que se desplegará en las sucesivas sinfonías, especialmente en la Novena, donde aparece con toda la fuerza y ​​la expresividad.

Music for the Royal Fireworks de Händel, nace de un encargo del rey Jorge II de Inglaterra para conmemorar la firma del Tratado de Aquisgrán (1748), que suponía el fin de las hostilidades entre Gran Bretaña y la Casa de Austria. La composición tenía que acompañar la gran exhibición de fuegos artificiales del 27 de abril de 1749, que creó un gran expectación en Londres. Pero la fiesta fue un fracaso, porque después de la brillante apertura de Händel los pirotécnicos perdieron el control de los fuegos, que estallaban a destiempo y que finalmente provocaron un incendio que sembró el pánico y el caos. Fue en un nuevo concierto del 27 de mayo cuando el éxito de la música para el fuegos artificiales fue absoluto.

En abril será el mes del concierto de la gran Ainhoa ​​Arteta con la OCM en el Palau (domingo 28). En el programa, Beethoven, Strauss y Schumann. Arrancará con el Obertura Egmont, op. 84, de Beethoven, basada en la tragedia de Goethe que anuncia el Sturm und Drang, la tormenta y el empuje que claman por la libertad y denuncian la represión que el Duque de Alba ejerce sobre los flamencos, con la culminación de la muerte del conde Lamoral de Egmont, decapitado. De Richard Strauss, podremos disfrutar de su testamento artístico, Vier letze Lieder, que el artista compone en 1984, a los 84 años. El Arteta dará voz a los poemas que anuncian serenamente el fin de la prodigiosa carrera artística del compositor, al tiempo que el fin del gran Posromanticismo. La clausura del concierto será a cargo de Robert Schumann, con la Sinfonía núm. 2, estrenada en Leipzig en 1846, bajo la dirección de Félix Mendelssohn, a quien el compositor había escrito que las trompetas y los tambores -protagonistas de la obra- resonaban en su cabeza permanentemente. Eran, probablemente, los sonidos de la enfermedad mental que anunciaban su muerte prematura.

El joven violinista austríaco de origen persa Kian Soltani (Bregenz, 1992) actuará con la OCM, el domingo 12 (Palau de la Música). El programa comenzará con Dvorák, con el Concierto para violonchelo y orquesta, op. 104, concebido y escrito en su etapa americana y dedicado a la memoria de su amor de juventud, Josefina Cermáková, que tenía que morir mientras el músico volvía hacia Europa. Como homenaje, Dvorák añadiría al tercer movimiento el tributo musical de “Lass 'mich allein”, la bellísima canción que tanto gustaba a la estimada. Las Variaciones Enigma, op. 36, que Edward Elgar compuso en 1899 completarán el repertorio. Son melodías misteriosas que aportaron un gran reconocimiento al autor, por sus toques de humor tan apreciados en el Reino Unido, con el retrato secreto de trece amigos que había que reconocer, más el autorretrato paródico de la decimocuarta variación.

El último concierto de la temporada que ofrecerá la Orquestra Simfònica Camera Musicae, dirigida por Tomàs Grau, será en el Palau de la Música Catalana, con el pianista coreano Seong-Jin Cho (Seúl, 1994). Se ofrecerán dos hitos del Romanticismo musical: el Concierto para piano y orquesta núm. 2, op. 21, de Chopin y la Sinfonía núm. 5, op. 67 de Beethoven. El concierto de Chopin consagró el virtuoso y joven intérprete con su actuación en Varsovia, en octubre de 2015, por la capacidad de transmitir el sentido rítmico y la expresiva riqueza que en el genio polaco había inspirado la bella cantante Konstancin Gladkowska, el año 1829. En cuanto a la Quinta de Beethoven, sólo osamos recordar que es uno de los mayores monumentos musicales de todos los tiempos y que en su estreno no recibió el reconocimiento que merecía, mientras que a partir de la segunda interpretación ya apareció al público y a la crítica como la obra definitiva que es. El compositor se acerca a sus cuarenta años atormentado por el fantasma de la sordera y con una Viena ocupada por las tropas de Napoleón, el gran farsante que tanto le ha decepcionado. Escrita con intermitencias entre 1804 y 1808, los primero bocetos muestran el esfuerzo para superar las adversidades que describe el Testamento de Heiligenstadt, el impulso nihilista que debía vencer con su fuerza creadora.
 



 Foto portada: Tomàs Grau
 Fotos artículo: OCM, Sara Blanch, Kian Soltani
Etiquetas: ,

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *