Critica

Un repique de castañuelas sobre puntas de ballet, Don Quijote

21-09-2018

Humor, amor y picardía. Son algunos de los adjetivos que describen mejor la descabellada y picaresca historia del ballet de Don Quijote con coreografía y libreto de Marius Petipa. Alucinante, sensacional, luminosa, completa, folclórica y virtuosa. Los atributos que reflejan la increíble obra coreográfica que presenta el Gran Teatre del Liceu.


“Maravilloso”, “una producción increíble”, “un gran trabajo” han sido los comentarios que se podían escuchar por los pasillos y el vestíbulo del Gran Teatre del Liceu, acompañados de las risas entre el público en las escenas más cómicas, que también hacen obvio un gran trabajo actoral de los bailarines y un buen dominio de lenguaje mímico de la danza clásica. Aplausos constantes después de muchos puntos álgidos -ya fueran solos, pas de deux o grupales- bordados por los intérpretes y un aplauso final de más de 10 minutos ha sido la respuesta de los espectadores.

Y es que este pasado fin de semana, el Gran Teatro del Liceu ha brillado y ha emocionado a todos aquellos amantes de la danza, especialmente a los de la danza clásica a través de un gran mito de este género: Don Quijote de Marius Petipa. Esta increíble obra de arte fue estrenada por primera vez en 1869 en el Teatro Imperial de Bolshoi de Moscú por el Ballet Imperial Ruso (actual Ballet Mariinski). Recordemos que Petipa es un coreógrafo referente de la danza clásica, creador de los ballets con más renombre de la época del romanticismo: El Lago de los cisnes, Cascanueces, Paquita, La Bayadère, La Bella Durmiente, los títulos más emblemáticos del repertorio clásico son fruto de este genio que cerró la época del Romanticismo del arte del movimiento.

Esta vez, es la Compañía Nacional de Danza que lleva un 10 espectacular para la producción, la ejecución y, en definitiva, el impresionante producto que ya hace casi 3 años que pone en escena y que fue estrenado en 2015 en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Bajo la dirección artística de José Carlos Martínez y con la música original de Ludwik Minkus, de la que pudimos disfrutar en directo interpretada por la Orquestra Simfònica del Gran Teatre del Liceu bajo la dirección del magnífico Josep Pons, que seguía en detalle los movimientos de los bailarines para no perder comba y clavar cada nota con cada paso.

El ballet del Quijote se sitúa en un entorno campesino en la Castilla del Renacimiento y narra el capítulo diecinueve de la segunda parte de la narración de Cervantes, con la que muestra el universo del famoso protagonista de la obra. Mientras el hilo conductor cuenta una historia de amor encabezada por un pastor y una joven del pueblo. Así pues, debido al folclórico contexto, nos encontramos ante una obra completa que no sólo manifiesta la solemne y tradicional danza clásica, sino que también se ve influenciada por el talante de la danza española, reflejado a través de líneas y posiciones que recuerdan: constantes pasos picados sobre las puntas, los brazos curvados y enroscados y una postura siempre ligeramente en cambré. Además, no podemos olvidar la presencia de la banda gitana que aparece bailando a pie desnudo, representando el temperamento de esta etnia.
 
Esta variedad de dinámicas y energías reflejadas en los movimientos memoran el carácter castizo de la zona y la sociedad de la época de la España central. Es más, la magnífica música de Minkus complementada por el sonido de las castañuelas y el ritmo de las palmadas ejecutadas por los bailarines están presentes durante toda la representación y nos hacen adentrarse íntegramente a la historia. Presentar esta obra no es una tarea fácil, pero la Compañía Nacional recibió un gran aplauso bien merecido por su realización.

El domingo 16 de septiembre, fue Haruhi Otani quien nos maravilló con la perfecta interpretación de Quiteria, la primera solista, en todos y cada uno de los fragmentos más virtuosos (en solos, pas de deux y diferentes apariciones). La conocida bajada en diagonal de picara del primer acto interpretada con una minuciosa coordinación sobre el ritmo de la música, respetando el tempo y los ritardandi de la orquesta; la gran cantidad de equilibrios estáticos sostenidos a la perfección representados en el pas de deux del acto final, entre ellos, un impresionante dévelopé en la segunda aguantado sobre la punta sin la ayuda del partenaire durante, al menos, 3 segundos; una segunda bajada en diagonal de balonnés à la pointe; y, finalmente, la impresionante tirón de fouettés simples y dobles que aparece en la apertura de la exhibición de los famosos solos finales de los protagonistas.

También fue magnífica la representación de Ángel García Molinero, bajo el papel de Basilio, el protagonista masculino, quien también dejó el listón bien alto y el público boquiabierto: pirouettes la seconde acabadas con una suavidad y control impresionante, saltos en tournant con un riguroso control y coordinación con la música y, sobre todo, con el mítico círculo que el solista exhibe a la variación del final de la obra rodeando el escenario con una serie de jetés en tournant que García ejecutó excelentemente con un control milimétrico del espacio.

No olvidemos el gran trabajo de Lucie Barthélémy dando vida a Dulcinea, quien aparece en el mundo mágico y fantástico de Don Quijote, después de que éste se haya encontrado con los legendarios gigantes, los molinos. Barthélémy parece realmente que patine sobre el suelo rodeada por el cuerpo de baile que acompaña a la armonía y complementa la escena con la misma dinámica, mientras ella desarrolla un pas courru constante por todo el escenario que deja entrever la locura de Don Quijote. Y tampoco podemos dejar de hablar de la fabulosa y elegante Mercedes, esta vez, en el cuerpo de la bailarina Ana Pérez-Nievas, que será la encargada de representar el personaje más picaresco y folklórico español con una excelente representación.

En definitiva, un gran y largo aplauso por los solistas, por el cuerpo de baile, por el director escénico y coreógrafo, por la escenografía, por el vestuario, por la caracterización, el maquillaje, por peluquería, para iluminación, por la orquesta, por el director de orquesta. Un gran aplauso para todos ellos y un “muchas gracias” para mantener viva esta obra de arte de la danza clásica y ofrecer al público esta maravillosa obra de Petipa con total respeto y manteniendo viva la real escénica y cada pequeño detalle. Brindemos porque la danza clásica perdure y para que los derechos, la calidad de vida y las condiciones laborales de los bailarines mejoren en el Estado.

Fotos: Don Quijote de la Compañía Nacional de Danza (©Jesús Vallinas, Carlos Quezada)
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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
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