Critica

El carnaval carioca en el Jardí dels Tarongers

03-11-2018

El ciclo de otoño del Jardí dels Tarongers ofrece un concierto cada viernes, y el pasado 26 de octubre fue el turno de Daniela Salinas, reconocida pianista argentina que interpretó un conjunto de piezas bajo el título “Sonidos de América”. El espacio del Jardí dels Tarongers, coordinado por el Consell Català de la Música, quiere ser un lugar más íntimo que las grandes salas para disfrutar de la música clásica y ofrecer a los artistas jóvenes y talentosos un espacio para hacer conciertos en Barcelona.

Al otro lado del mar atlántico, muchos compositores han creado músicas resultado de una mezcla de las influencias de los clásicos europeos y las canciones y ritmos nacidos en tierras americanes. Y esta combinación resulta en piezas como los tangos de Astor Piazzola o la Tristorosa de Heitor Villa-Lobos. La setenta personas que se reunían en la Sala Vila i Arrufat, cubierta de frescos de este pintor catalán, viajaron hasta el carnaval de Río de Janeiro, las calles de Buenos Aires y las salas de concierto de Manhattan de los años veinte.

Daniela Salinas capitaneó el viaje, con gran ilusión de hacerlo en Barcelona, ​​ciudad donde recibió formación de piano. Comenzó por las piezas de Heitor Villa-Lobos, protagonista del recital. Villa-Lobos no sólo era músico, sino que también le gustaba contar historias. Hizo un viaje por el Amazonas y publicó un diario donde contaba historias fascinantes que nadie se acababa de creer. De hecho, muchas de las palabras que titulan sus composiciones eran inventadas por él. En sus partituras nos vamos topando con indicaciones como “tocar con mucha alegría” o “con expresión irónica”. En la obra Carnaval das crianças, el compositor brasileño lleva a Pierrot, personaje del carnaval veneciano, en Río de Janeiro. Lo convierte en un niño pequeño y recrea sus vivencias en el carnaval carioca.

O ginete de Pierrozinho es la primera sección del Carnaval das crianças, dividido en ocho. Los golpes alegres y los empujes repentinas que toma la melodía nos remiten perfectamente a la escena de un niñito cabalgando en un pequeño caballo. El ritmo de la tonada va cambiando bruscamente, como si se tratara de alguien que silbando inventándose una canción. A medida que avanza el Carnaval, los graves hacen tomar cuerpo en las piezas, pero nunca nos abandona este tararear infantil más agudo. As peripecias do trapeirozinho ejemplifican esta combinación de fantasía, espontaneidad, y melodías que se entrelazan y juegan entre ellas. Con la Danza del Índio Blanco (así es como se autodenominaba Villa-Lobos) un revuelo invade la sala, como si bailara una tribu entera. La pieza, con una melodía constante a modo de bajo pero que es protagonista, era de una gran dificultad técnica, y al terminar arrancó un gran “Bravo!” del público. El repertorio de Villa-Lobos acabó con Tristorosa, un melancólico y cantabile vals lento.

Cambio de estilo: pasamos al jazz neoyorquino de principios de siglo. George Gershwin fue un compositor autodidacta, al igual que Villa-Lobos. Muchas de sus obras se utilizan  hoy en día como bases de jazz sobre las que se improvisa. Rhapsody in Blue, originalmente para piano y orquesta, es su obra más conocida. Tiene un estribillo muy popular que se va repitiendo, y en medio, espacios de un solo muy libre. Si bien el estribillo tiene un compás muy marcado típico del jazz, en los solos, hechos también para que el intérprete pueda improvisar, parece que nos alejamos hasta perder totalmente las referencias rítmicas, pero el piano nos guía hacia la vuelta.

El concierto termina con la Milonga del Ángel, de Astor Piazzolla. El compositor argentino ideó una obra de teatro, El Ángel del Tango, en la que un ángel bajaba los suburbios de Buenos Aires a salvar las almas de la gente, pero en una trifulca moría de un navajazo. Esta milonga llora la muerte del ángel. Una pieza lenta y dulcísima, con las disonancias características del tango que lo hacen tenso y pasional. Dio el toque calmado y más sentimental al concierto, que culminó con la Paulistana Nº 1, del compositor contemporáneo brasileño Claudio Santoro, el bis necesario ante el entusiasmo del público.

Puede consultar los próximos conciertos del ciclo aquí.

Fotos: Daniela Salinas

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