Critica

Lars Vogt, un genio para las Goldberg

26-11-2018

En el marco de la temporada de cámara de L’Auditori, el pianista alemán Lars Vogt ofreció un concierto de lo más completo, con dos obras capitales de la literatura pianística: los Impromptus D. 899, de Schubert y las eternas Variaciones Goldberg, de Bach. El resultado fue mucho más que satisfactorio: Vogt se reivindicó como un artista ecléctico que sabe tocar todas las teclas a la perfección.

Lars Vogt es un hombre corpulento y con manos grandes, lo que le permite tocar con una intensidad y una fuerza que no está al alcance de todos. Los cuatro Impromptus D. 899 fueron exquisitos. Cada uno los tocó con su carácter y personalidad. Lo que destacó por lo pronto fue la articulación nítida y cristalina de todas las notas. A pesar de ser una pieza del Romanticismo, en ningún momento el sonido no se perdió en ninguna nube difusa. Además, no hacía destacar la mano derecha por encima de la izquierda, sino que se escuchaban de manera distinguida cada una de las voces, aunque no fueran las de la melodía. Este efecto creó un equilibrio sonoro que realzó la pasión y la angustia inherentes a estas piezas que Schubert escribió justo un año antes de morir.

Ya en el primer impromptu, en do menor, Vogt transmitió el nervio, la angustia y la lejanía melancólica que impregna la música de Schubert. Además los acordes, ejecutados con una gran claridad expositiva, sonaron espectrales, adivinando que aquella pieza presagiaba la muerte del compositor. En el segundo impromptu, alegre como la danza de una hoja por el suelo, Vogt exhibió un fraseo perfecto en una línea melódica rápida e inacabable. El tercer impromptu, el más lírico de todos, fue donde Vogt lució menos, ya que se notaba demasiado contenido, como si tuviera que esforzarse para tocar con menos expansión. En el cuarto impromptu retomó la ligereza del segundo. El Schubert de Vogt es libre, carnal, salvaje y apasionado. Se aleja bastante del legato los grandes pianistas, pero sin alejarse del espíritu romántico y atormentado del compositor austríaco.

En la segunda parte del concierto pasamos del Romanticismo al Barroco, con las Variaciones Goldberg, una de las obras más difíciles de la literatura pianística de todos los tiempos, por la complejidad técnica, la diversidad rítmica, y también para la extensión. Una obra que escuchamos hace poco más de un mes en el Palau de la Música, interpretada por otro de los grandes, Sir András Schiff. Lars Vogt hizo una versión muy diferente, pero igual de precisa y de magnífica.

En Bach, Vogt mostró un sonido duro, áspero, cortando, limpio y puro. Sin hacer uso del pedal en ningún momento, el sonido del piano fue en todo momento espléndido, expansivo, pero a la vez utilizando el staccato a raudales. En cada repetición resaltaba una voz diferente, de manera que nunca tocaba frases idénticas. La creatividad y la inteligencia de Vogt permitía sentir las notas saltarinas como gotas de agua jugando en un surtidor, siempre limpias y cristalinas. Las Goldberg de Vogt, que recientemente ha grabado para el sello Ondine, son un ejercicio de orfebrería en la que el sonido de sus notas es como una sarta de piedras preciosas en una diadema que brilla constantemente.

Es de lamentar, sin embargo, las toses persistentes de algunos asistentes, que en determinados momentos desconcentraron visiblement a Lars Vogt. Tanto Schubert, como sobre todo las Variaciones Goldberg, son dos obras maestras de la creación, no sólo para escuchar atentamente, sino para sumergirse se olvidando el mundo circundante.

Fotos: Lars Vogt. L'Auditori
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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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