Critica

Glass no es un #ilustrado

08-01-2019

Esta Navidad tienes la oportunidad de regalar música. El Palau de la Música Catalana nos ofrecerá, el día 15 de enero, un recital para piano protagonizado por el intérprete islandés Vikingur Ólafsson, de quien podremos escuchar un programa dedicado al compositor norteamericano Philip Glass: Opening y los Études 9, 2, 3, 15, 13, 5 y 6. Es el inicio de un ciclo que continuará en primavera.
 


Sin duda, la Ilustración fue el paso decisivo para tomar conciencia de que “llegar a la mayoría de edad” a nivel intelectual era necesario para convertirse en un individuo libre. Con el viaje desde el Enlightenment de Locke y Hume, pasando por Les Lumières de la Enciclopédie de Diderot y D'Alembert, a la sombra de Voltaire, hasta el Sappere Aude! del Aufklärung kantiano alcanzaba un doble objetivo: por un lado, reivindicar la dignidad y la igualdad de todos los hombres y, por otro, categorizar el Mundo. Sólo hay que ir unos años más adelante, en pleno siglo XIX, para ver nacer a todas las disciplinas que ahora se estudian en las universidades para tener en cajoncitos bien compartimentados toda la maraña de hechos históricos, estilos artísticos y musicales, teorías científicas y filosóficas que habían ido desfilando desde la antigüedad. Poner nombre a las cosas era indispensable para que estas perduraran en el tiempo y en nuestra memoria. A lo largo del siglo XX, teóricos de diferentes disciplinas han ido auto-definiendo siguiendo la inercia decimonónica hasta llegar a los conceptos líquidos de Lyotard y todos los “-Post”, que reivindicaban la porosidad de las disciplinas para volverlas a cuestionar a través de la deconstrucción. Pero no lo hemos sabido hacer muy bien, y hemos llegado a una no-where’s land gobernada por el relativismo que no ha hecho más que volver atrás de una forma esquematizada y simplista con la era del Hashtag, que los millenials han promovido como una mancha de aceite por todas las generaciones, desde la Z-generation hasta los older boomers para volver a categorizar, esta vez con #etiquetas que definen quiénes somos, de dónde estamos, qué nos gusta y qué pensamos. En un mundo caótico e injusto, la sociedad, a pesar de ser eminentemente individualista, tiene la necesidad de pertenecer a algo, aunque sea cambiante y se diga #FelizLunes, porque aferrarnos a los Hashtags es la manera low cost y concupiscente ser-en-el-mundo hoy.
 
Imagino que Glass comenzó a reflexionar sobre su propia estética justo en el intersticio lyotardiano y deleuziano. El compositor norteamericano, a menudo asociado al minimalismo (o, mejor dicho, a la “minimal music”) de La Monte Young, Terry Riley y Steve Reich, ha renegado de eso a menudo. Prefiere definirse como “el músico de las estructuras repetitivas” concepto que, si no lo matizamos, puede parecer equivalente a aburrimiento y monotonía. Es indudable que, sin embargo, emplear el concepto “mínimo” es indispensable para entender a Glass. Su música utiliza muy poco material musical y recurre a la repetición para infiltrarse en la conciencia de los oyentes, facilitando la comprensibilidad. Este era un concepto clave para Schönberg que reconocía que, cuantas más veces escuchamos una secuencia, más probabilidades de comprensión hay, porque el cerebro tiene varios intentos para procesar el hecho musical en cuestión. Si en Schönberg todo pasa muy rápido y de forma yuxtapuesta y, por tanto requiere una audición atenta y continuada, hecho del que él era consciente, la música de Glass nos aparece como una buena compañera de viaje desde el minuto 0. Su música es diatónica, si bien algunos enlaces armónicos son osados, pero nunca llegan al extremo y la sonoridad siempre se nos aparece como amable. Recurre a menudo a la repetición de intervalos con una suave base armónica y su música goza de la brevedad reiterada con una elegancia melódica que te sumerge en su mundo. Los cambios son lentos y progresivos, utiliza la tríada mayor y menor con frases largas y muy líricas que le confieren un aura de Belleza. El ritmo raramente te sustraerá de la calma -es decir, el uso sincopado es muy restringido-, aunque no deja de utilizar los accelerandi y desaccelerandi para dar alma a la música que, a pesar de ser bastante plana, a veces goza de un uso muy meditado y efectivo de los reguladores. Todo ello nos adentra en una atmósfera envolvente de la que es difícil de salir.
 
Su melancolía lo ha hecho ideal para componer la banda sonora de una película terrible sobre la vida de Virginia Wolf, The Hours, dirigida por Stephen Daldry. Pero Glass también ha cultivado ópera (Einstein on the Beach se podrá escuchar en el Palau el lunes 27 de mayo), música sinfónica, de cámara y mucha para órgano y piano, instrumento que estudió en la Julliard School of Music de Nueva York y con Darius Milhaud. Después de sus primeras obras más afines a Aaron Copland se trasladó a París donde estudió con la legendaria Nadia Boulanger y, tanto o más como ella fue decisivo Ravi Shankar, que lo introdujo al hinduismo. De esta manera viajó a la India donde se hizo budista y asimiló la estética oriental que tanto cautivó Artur Schopenhauer. De vuelta en Nueva York, creó la Philip Glass Ensemble y su mente abierta lo ha hecho colaborar con personajes que van desde Twyla Tharp, Allen Ginsberg o Woody Allen hasta David Bowie, siendo un intelectual muy influyente de nuestros tiempos que también es capaz de mimetizarse con el pop y el rock. Por tanto, nos encontramos con un personaje difícil de ser encasillado y definido categóricamente.
 
La obra musical del compositor Philip Glass volverá a ser interpretada en Barcelona, ​​en el Palau de la Música Catalana, en el año 2019 dentro del ciclo dedicado a uno de los maestros de la vanguardia musical y de la mano de varios intérpretes, encabezados por el pianista islandés Vikingur Ólafsson (15 de enero). Una vez terminado el invierno, la primavera nos llevará cuatro conciertos más dedicados al maestro Glass, de los que destacamos el concierto interpretado por el propio compositor, el día 21 de mayo de 2019, en la que nos ofrecerá sus Works for piano, junto con los pianistas Maki Namekawa y Anton Batagov; y la obra Vessels (Koyaanisqatsi), que interpretará el Orfeó Català. El mismo mes de mayo la ciudad de Barcelona recibirá la organista Iveta Apkalna, que ofrecerá un recital que establecerá un diálogo entre Bach y Glass (11 de mayo); a mediados de mes, la cantante estadounidense Suzanne Vega, junto con el Collegium Vocale Gent, nos ofrecerá una interpretación de la ópera culminante del minimalismo clásico Einstein on the beach (27 de mayo), y, finalmente, el miércoles 29 de mayo Francesc Prat se colocará al frente de BCN216 para ofrecernos un concierto dedicado al compositor catalán JM Guix y Glass. A continuación puden adquirir las entradas para el ciclo Glass.

Compra d'entrades Fotos: Philip Glass, Víkingur Ólafsson

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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