Critica

Homenaje a Rossini

15-12-2018

El Gran Teatre del Liceu recupera L’italiana in Algeri de Rossini después de más de treinta años de ausencia en el teatro, bajo la dirección musical de Ricardo Frizza y el montaje escénico de Vittorio Borrelli.

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Rossini fue, a principios del siglo XIX, un compositor adorado en extremo en Barcelona. Sus obras llegaban a la ciudad poco tiempo después de haberse estrenado en Italia y siempre eran acogidas con un éxito extraordinario. Al entonces Teatre de la Santa Creu se presentaron casi todos los títulos de la producción del genio de Pesaro y con un número muy elevado de funciones.
 
Cuando el Liceu se inauguró en 1847, la obsesión por la música del compositor ya había decaído muchísimo, desgraciadamente. En sus casi dos siglos de historia, la representaciones de obras de Rossini en el teatro han sido mínimas, si no tenemos en cuenta el siempre admirado Il barbiere de Siviglia y en menor medida Giullaume Tell, siempre traducido al italiano. La conmemoración del 150 aniversario del compositor se prestaba a desempolvar alguno de sus títulos y el Liceu ha decidido recuperar la hilarante farsa L’italiana in Algeri, una página que Rossini escribió con sólo 21 años y que fue su primer triunfo en el campo de la ópera bufa.
 
La tarde del pasado jueves 13 de diciembre fue lluviosa. Los resfriados y las gripes comienzan a hacer estragos en las siempre inquietas gargantas del público liceísta. El maestro Frizza inició la obertura de la ópera con aquellos pizzicati tan discretos y misteriosos con que caminan de puntillas los violines, pero otro concierto de toses mucho menos discretos le respondió inquietado. Afortunadamente, la interpretación del fragmento por parte de la orquesta del teatro fue una delicia. El sonido muy era muy compacto y no cayó en el trazo tosco y ruidoso que en otros Rossinis habíamos escuchado en la misma sala. Sin embargo, los varios solos con que Rossini rellena muchas de las arias también tuvieron una interpretación excelente. Frizza dirigió con un férreo control toda la partitura, incluso en los diversos concertantes de vértigo. Pero esto también fue un handicap que acabó volviéndose en contra del resultado final, de una sensación excesivamente metronómica. En la lectura de la obra le faltó fantasía, una contrastación más marcada, una gradación más pronunciada en los característicos crescendi, en fin, una visión un poco más alocada de la alegría de vivir que emana de los pentagramas rossiniano. Por su parte, el coro de hombres cantó con gran precisión los fragmentos no muy destacados que tiene a lo largo de la obra; en este sentido hay que agradecer la incesante labor de su directora, Conxita Garcia.
 
La protagonista de esta historia, Isabella, la italiana del título que no se deja doblar por nadie, estuvo interpretada por la mezzosoprano armenia Varduhi Abrahamyan. Dominó técnicamente sus tres grandes arias con un estilo belcantista depurado y una voz oscurecida y aterciopelada. Quizá le hubiera hecho falta una mayor implicación en el resto de fragmentos, pero fue la voz más destacada de toda la representación.
 
Cuesta imaginar que Isabella no acabe rendida a los pies de un Mustafá joven y atractivo como el del bajo-barítono Luca Pisaroni. La prestación escénica no le ayudó demasiado, desvirtuando el personaje, que parecía más un gentleman argelino, culto, ricamente vestido y perfumado. A nivel vocal, Pisaroni tampoco tuvo la rotundidad del basso buffo tan característico de muchas páginas de Rossini y que el Liceu ha podido disfrutar de algunos ejemplos extraordinarios, sin ir más lejos en la misma obra que estamos comentando.
 
El tenor Maxim Mironov tiene una buena línea de canto y un dominio de las coloraturas con que el compositor suele lucir los de su tesitura. Pero su interpretación se ve afectada en el registro superior, indispensable para cualquier tenor. El agudo es excesivamente mate y las de gran tamaño de salas como la del Liceu acaban sacando brillo al resultado final. Cierta mejora se observó en la virtuosística aria alternativa del acto segundo, con un obligado de clarinete excelentemente interpretado, y que en esta versión se decidió incluir sustituyendo a la página tradicional, pero mucho menos destacable.
 
Otro personaje bastante perjudicado a nivel escénico fue el Taddeo del barítono Giorgio Caoduro. En su gran escena del Kaimakan faltó comicidad y un canto más incisivo; la interpretación pasó excesivamente desapercibida, aspecto que no hizo olvidar el añadido de un agudo final tan innecesario como en exceso mantenido.
 
Muy buena prestación de las partes más secundarias, en este caso en las voces de cantantes del país como Toni Marsol, Lidia Vinyes-Curtis y Sara Blanch. Esta última fue Elvira, la sufrida mujer de Mustafá, que sin aria propia debe hacer frente a unos complicados concertantes donde la cantante mostró su valía. Se agradece que el Liceu apueste por el talento de casa.
 
Gran parte del público estuvo encantado con la puesta en escena clásica y colorista de Vittorio Borrelli. Pero a pesar de su pretendido realismo, era difícil imaginarse al harén del Bey del Argel viendo como los eunucos iban de un lado a otro con fregonas, cuando no permanecían plantados como gélidas estatuas vivientes. Fueron carecer ideas en el discurso así como una sucesión de gags más trabajados para conseguir la sonrisa del público. La comicidad no fue recíproca: pocas risas se escucharon durante la representación, que acabó con un éxito bastante moderado pero frío.
 
Sin embargo, siempre es un placer escuchar la música balsámica del genio de Rossini, pero se debe tener en cuenta que hay otras obras del compositor que aún permanecen inéditas en el teatro, como la bellísima La dama del lago o la sensual comedia Le conte Ory, no vuelta a escuchar desde 1874. Tampoco se ha visto nunca en su versión original francesa el último y grandioso trabajo de Rossini para la escena, Guillaume Tell, ópera estrechamente unida a la historia del teatro. Muy desapercibido ha pasado el triste recuerdo del incidente del anarquista Santiago Salvador, hace 125 años, prescisamente durante una representación de esta grand opéra, que fue interrumpida de forma dantesca. Habrá pues que seguimos esperando unos años más…


Fotos: L'italiana in Algeri. Teatreo Reggio di Torino

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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