Critica

La OCM a ritmo vienés

04-02-2019

La propuesta para este próximo domingo 10 de febrero de la Orquestra Simfònica Camera Musicae (OCM) en el Palau de la Música versa sobre tres austriacos de excelencia del Romanticismo: Schubert, Josef Strauss y Brahms. Una cita ineludible bajo la dirección de Salvador Mas.

Viena transpira música por todos sus rincones, desde las grandes casas como la Staatsoper, la Musikverein, la Konzerthaus o la Volksoper hasta los jardines en verano y los nevados en invierno, donde hay multitud de bustos y estatuas de célebres compositores y las estrellas grabadas en las calles centrales –à la Hollywood, pero con clase-, con todos los grandes músicos de la historia, desde Bach a Knappertsbusch, de Schikaneder a Schönberg, pasando por Schubert, Strauss y Brahms. Un tributo omnipresente al lenguaje más universal ( “Meine Sprache versteht man durch die ganze Welt”, “Mi lenguaje lo entiende todo el mundo”, Franz Joseph Haydn).
 
La música de Schubert, los Strauss y Brahms coincide, justamente, con la eclosión de la ciudad, que pasa de ser la capital de un imperio dual de estructura medieval en una metrópolis moderna y convenientemente oxigenada. Es la época de la creación del Ring, el gran anillo que rodea el casco antiguo de la ciudad, con su catedral y el barrio judío, que limita por el norte con un canal del Danubio y al sur con la ópera. Al Ring podemos encontrar todos los edificios que manifiestan el poder del imperio, desde la universidad hasta el Parlamento, el Teatro de la corte o el Ayuntamiento, sin olvidar el hipertrófico Hofburg, donde se cobijaban los emperadores y emperatrices hasta la República, coincidiendo con el fin de la Gran Guerra.
 
Franz Schubert escribió la Sinfonía núm. 8, “Inacabada”, D 759, en 1822, pero la obra se estrenaría póstumamente, en 1865. De los tres movimientos que debían conformar la obra, sólo se conservan los dos primeros. A la muerte de Schubert, el manuscrito pasó a manos de su amigo Anselm Hüttenbrenner, que lo guardó hasta que fue descubierto por el director Johann von Herbeck, que la estrenó en 1865 en Viena con gran éxito. La obra manifiesta plenamente el espíritu austriaco por la elegancia de algunos pasajes y la limpieza en la escritura, aristocrática, pero sin pomposidades y con un gran control melódico. Es un ejemplar romántico claro por los contrastes entre los temas y el tratamiento de los reguladores, además de la plenitud sonora que alcanza a veces. El segundo tema, anunciado por los violonchelos, consta de un acompañamiento sincopado que veremos reaparecer el segundo movimiento, una de las más poderosas inspiraciones de Schubert. Conocida por el gran público, la “Inacabada” ha permanecido como una obra icónica del compositor que erigió como culto un género popular como el lied pero que, al mismo tiempo, fue versátil e innovador en muchos niveles.
 
La familia Strauss vienesa -recordemos que Richard, con el mismo apellido, no tiene nada que ver- ha sido la más prolífica tras la saga Bach. En esta ocasión se presenta una obra icónica del Romanticismo vienés, Die Libelle, op. 204 de Josef Strauss, escrita en 1866, justo después de la guerra Austro-Prusiana. Josef era hijo de Johann Strauss “Vater” y hermano de Johann Strauss “Sohn”. Esta polka-mazurka claramente programática ilustra con su aire de danza el vuelo de la libélula con ritmos galanes y gran efectismo sonoro. Nos transporta directamente al Danubio y sus curvas, con un gran carácter pastoral. Podemos imaginarnos el vuelo del insecto transitando por la melodía claramente dibujada, con un gran contraste entre la línea vertical y la horizontal, más picada, vaporosa y llena de luz, como la que debía ver el compositor en el lago de Traunsee, cerca de Salzburgo.
 
El concierto se cierra con el gran coloso de las transiciones armónicas del diecinueve, Johannes Brahms. Su escritura horizontal y profunda hace de sus páginas ejemplares únicos del trabajo en texturas y enlaces armónicos. De la mano de la OCM escucharemos su Sinfonía núm. 2, op. 73, compuesta verano de 1877 durante su estancia en el municipio de Pörtschach am Wörtherssee y estrenada en Viena por Hans Richter el mismo año. Su gestación fue breve, comparada con los veinte años que empleó Brahms con la primera. Influenciada fuertemente por Beethoven, justamente por eso Brahms tenía gran respeto por el sinfonismo. El carácter de la segunda sinfonía representa la superación de Beethoven con sonidos más ligeros, fluidos y más espontáneos, convirtiéndose en “la pastoral de Brahms” por la comunión con la naturaleza, aunque el compositor la consideraba con un claro componente melancólico. La obra presenta una célula minúscula que va progresando o, mejor dicho, desarrollando con el Entwikelnde Variation, proceso armónico que influiría fuertemente la primera etapa schönberguiana. El resultado sonoro es de gran belleza y excelente construcción sintáctica, como siempre en el compositor, sin fisuras.
 
Como suele ocurrir con la Orquestra Simfònica Camera Musicae, un concierto concebido con gran coherencia y una muestra más del potencial sinfónico de la orquesta y el relato que ha sabido imprimir su director musical titular y artístico, Tomàs Grau, con el excelencia y la pasión por las cosas bien hechas como bandera. En este caso, la OCM será dirigida por Salvador Mas, formado en la Escolanía de Montserrat, Barcelona y Viena. Además de dirigir las principales orquestas españolas, es invitado a menudo a Austria, Bélgica, Canadá, Israel, Italia, Japón, México, Polonia, Rumanía y, de manera periódica, a las orquestas de la Radio de Berlín, Leipzig y Saarbrücken, ya la Orquesta Filarmónica de Múnich. Ha sido director titular de la Orquesta Filarmónica del Würtemberg (Alemania), de la Orquesta Sinfónica del Limburg de Maastricht (Países Bajos), de la Orquesta Sinfónica y del Coro del Musikverein de Düsseldorf (Alemania), de la Orquesta de Cámara de Israel y de la Orquesta Ciudad de Granada.
 


Fotos: Salvador Mas, OCM

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
ainavegarofes