Critica

Trifonov y Gergiev, excelente precisión técnica y alta expresividad musical

21-02-2019

Este mes de marzo tendremos la ocasión de escuchar en dos ocasiones, una en L’Auditori y la otra en el Palau de la Música Catalana, el pianista Daniil Trifonov, galardonado en varios premios internacionales de prestigio, y la Orquesta Sinfónica del teatro Mariinsky, bajo la batuta de Valery Gergiev, uno de los directores más aclamados por los auditorios y teatros del mundo.

El concierto de L’Auditori, el día 11 de marzo, abrirá el telón con Serguéi Rakhmàninov (1873-1943) y el Concierto para piano y orquesta n.º 1 en Fa sostenido menor, Op. 1 (1890-2), dedicado a Alexander Siloti y reescrito el 1917. En este concierto podemos encontrar una pasión desbordante y sin filtros, un ritmo persistente y cargado de temperamento, la fortaleza de una obra joven -empezada cuando el compositor tenía 18 años- y las huellas del Concierto para piano n.º 1 en sí bemol menor, op. 23 de Txaikovski, del Concierto para piano en La menor op. 54 de Schumann, del Concierto para piano n.º 1 en Mí bemol mayor de Liszt y del Concierto para piano en la menor, op. 16 de Grieg, con una clara ampliación del suyos lenguajes armónicos.

El primer movimiento, Vivace, es muy poderoso en sus acuerdos y en su expresividad y hace uso de uno de los recursos rusos más empleados para la mayoría de compositores de la época, el de las campanas, sugeridas por la apertura de las trompas. El tema de este movimiento es muy lírico y melancòlic, teñido de un transfondo postromántico. El segundo movimiento, Andante cantabile, tejido como un nocturno que respira calma y temperamento, a pesar de tener un tema más luminoso y vivo, dará en el tercer movimiento, Allegro scherzando (Allegro vivace en la revisión de 1917), que presenta unos prominentes pasajes en los acuerdos y unas atrevidas octavas que le aportan una gran fuerza final.

La segunda obra de la velada es de Gustav Mahler (1860-1911), la tan conocida Sinfonía n.º 5 en Do sostenido menor (1901-1902). Esta obra, a pesar de sea de las más osadas porque rompe muchas de las pautas románticas, contiene el conocido Adagietto que Luchino Visconti utilizó en su película Muerto en Venecia, basada en la novela de Thomas Mann. La sinfonía está concebida en tres partes y está integrada por cinco movimientos. El primer bloque contiene los dos primeros movimientos que se centran en la marcha fúnebre -el tema de la muerte será un tema muy presente no solo en la música de Mahlher sino también en su vida-. El tercer movimiento, que compone el segundo bloque, voz en la finitud de la vida una promesa de resurrección, juega con la dulzura melódica y con una gran riqueza de matices tímbricos. El tercer bloque, integrado por el cuarto movimiento, se muestra vital, enérgico, y, a la vez, recogido, como lo son los Lieder románticos. El Adagietto, una excepción puesto que solo es para instrumentos de cuerda y arpa, expresa la dialéctica amorosa entre la pasión y la quietud, catalizadas por la ternura más íntima. El quinto movimiento, en forma de Rondó, remite al Adagietto pero también vuelve a rememorar el tema de la muerte exhibido en el segundo movimiento pero de manera conclusiva y exultante.

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El concierto del Palau de la Música Catalana del 12 de marzo de 2019 se comenzará con una de las obras más conocidas de Serguéi Prokófiev, la Cantata Alexander Nevski, op. 78 (1939), acompañada por el excelente Orfeón Català. Esta cantata contiene siete episodios para mezzosoprano, coro y orquesta. La partitura original había nacido un año antes como banda sonora del film del mismo título dirigido por Serguéi Eisenstein -uno de los grandes del cine soviético- y la adaptó, después, a un cantata. Basada en un tema histórico del siglo XIII que narra la lucha del pueblo ruso contra la coalición invasora sueca-alemana se presentaba, cuando la compuso Prokófiev, como una historia del presente político que se estaba viviendo con la amenaza nazi en Rusia. La obra posee una gran brillantez, tratándose de un tema patriótico. El coro canta en ruso, excepto en el tercero y quinto movimiento, que lo hace en latín, representando los invasores teutones. El sexto movimiento, el más florecido, nos ofrece la presencia de una mezzosoprano que llora la muerte de sus seres queridos a la batalla del hielo del lago Peipus.

El segundo grande compositor de la noche será Sergei Prokofiev y su Concierto para piano, en Fa sostenido menor, op. 20 (1896), el único concierto que escribió. A pesar de esto, presenta una gran complejidad por el hace a los arpegios que están escritos y una notable influencia chopiniana. En el primer movimiento, Allegro, el piano introduce el tema principal y después la orquesta lo repite mientras el piano lo acompaña con octavas. Las frases son largas y las melodías tienden a ser muy cromáticas, también destaca su alta carga de síncopes y polirítmies. El segundo movimiento, Andante, toma la forma de un tema y cuatro variaciones de carácter nostálgico. En este caso, la orquesta es la que introduce el tema y el piano aparece en la primera variación acompañando la orquesta con arpegios y polirítmies que van cambiante. La segunda variación es más rápida y destacan los saltos de octavas a la mano izquierda; la tercera es una lenta marcha fúnebre y la cuarta posee una intrincada ornamentación con el clarinete que acompaña en contrapunto al solista. El movimiento acaba con el retorno del tema a la orquesta y al piano. En el tercer movimiento, Allegro moderato, se desarrolla de una forma magistral el tema principal expuesto al inicio del concierto seguido de un exigente arpegio que muestra una rica y desafiando expresividad.

Foto: Trifonov, Gergiev
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