Critica

La jove Mahler interpreta Mahler

19-03-2019

El día 14 de marzo el Palau de la Música Catalana recibió la Gustav Mahler Jugendorchester con motivo de su gira de pascua de este año 2019. La orquesta se colocó bajo la batuta de Jonathan Nott para ofrecer al público barcelonés la tercera sinfonía de Gustav Mahler, junto con la mezzo-soprano Elena Zhidkova, el Coro de Chicas y el Coro Infantil del Orfeó Català.
 

El Palau de la Música recibió con un gran aplauso el conjunto que contaba con tantísimos intérpretes que buena parte de la orquesta tuvo que sentarse de lado con el público de los palcos de platea. La magnífica orquesta juvenil fundada en los años ochenta por un joven Claudio Abbado, que toma el nombre del compositor homenajeado esa misma velada, nos regaló un concierto digno de recordar. Bajo la batuta del director inglés Jonathan Nott, la Gustav Mahler Jugendorchester, formada por intérpretes de todo el mundo que cuentan, como máximo 25 años de edad, se presentó mayoritariamente femenina, lo que podría relacionarse con aquella frase “el futuro será femenino o no será”…

Empezaron a sonar las primeras notas de este monstruo sinfónico, la Sinfonía núm. 3 en Re menor, de Gustav Mahler, y la sección de metales demostró desde un inicio que la técnica, el timbre y el fraseo de los y las intérpretes era casi perfecto. El primer movimiento de la sinfonía –kräftig. Entschieden – fue interpretado como dice el título de manera poderosa y decidida, solemne y pesada. La orquesta, que se fue sumando a la marcha fúnebre del primer movimiento, lo hizo de manera sólida; la sección de cuerdas, que en un 90% estaba formada por mujeres, demostró tener un carácter decidido y fue conduciendo la sinfonía hasta el final del primer movimiento, que acabó de una manera tan fantástica que buena parte del público se puso a aplaudir. Huelga decir que Jonathan Nott, en sentirlo y presintiendo que podría volver a pasar, se volvió y pidió con un gesto suplicante que no se volviera a repetir.
 
El segundo movimiento, tempo di minuetto. Sehr Mässig, se presentó delicado a pesar del grandísimo conjunto orquestal, y tras las danzas casi macabras del primer movimiento, los oídos de los presentes descansaron con el fraseo primaveral de las cuerdas y los vientos madera. El post-romanticismo de Mahler, que en el primer movimiento parecía querer escaparse de la partitura y huir, volvió para llenar el Palau con unos sonidos pastorales a ritmo de vals y de fin-de-siècle. La concertino Raphaëlle Moreau y el flautista David Lopes dibujaron unos solos preciosos y, a pesar de las turbulencias del trío, la sinfonía fue avanzando hasta el siguiente movimiento, comodo. Scherzando. Ohne hast, un título que no describe esquemáticamente cuál debe ser el carácter del movimiento: cómodo, juguetón, sin prisa.
 
La danza del movimiento anterior se recuperó en cierto modo para dibujar algo que recordó el romanticismo germánico del cambio de siglo, las tonalidades alpinas, las canciones de montaña y también el carácter macabro del primer movimiento, que fue apareciendo de manera progresiva a manos de la orquesta, que parecía estar interpretando una historia dibujada magistralmente por la batuta de Nott. El movimiento acabó en una explosión contenida de música; cuerdas, vientos y percusión se conjugaron para poner un punto y aparte en medio de la velada.
 
Fue el turno de la mezzo-soprano Elena Zhidkova, que se levantó en medio de la marejada orquestal y entonó “O Mensch!”. El carácter enigmático del cuarto movimiento – sehr Langsam. Misterioso -, lo perturbado y clarobscuro de la sinfonía, toma forma en este cuarto movimiento y con las palabras de Nietzsche, que Mahler coge del texto Also sprach Zaratustra. Zhidkova se integró en el conglomerado sonoro como un suspiro, el suspiro de la humanidad que toma forma de mujer y se cuestiona sobre el dolor, el deseo y la eternidad. El diálogo entre Zhidkova y la orquesta rayó el preciosismo sin dejar de lado la solemnidad de la pieza, que se fue desinflando hasta llegar al quinto movimiento. 

El quinto movimiento, que tiene el subtítulo Lustig im tempo und Keck im Ausdruck, se abordó de manera brillante, con el Coro Infantil del Orfeó colocado alrededor del órgano y el Coro de Chicas detrás del orquesta. Mahler, después de haber llevado de viaje a los oyentes por llanuras tenebrosas, campos tiroleses, salas vienesas y paisajes macabros, hace sonar las campanas y parece volver por unos instantes a la fe, ofreciéndonos un pequeño oratorio protagonizado por un coro de voces blancas y de voces femeninas al más puro estilo angelical. Los coros del Orfeó erigieron y se unieron al sonido de la orquesta, que hacía más de una hora que hacía vibrar los cristales del Palau de la Música y había conseguido crear, junto con Nott, una atmósfera mística y fantástica.

El último movimiento – Langsam. Ruhevoll. Empfunden – fue tal como dice el subtítulo, lento, placentero y sentido. Para terminar la velada, Nott y la joven orquesta nos ofrecieron algo magnífico, un último movimiento cargado de pasión, de armonías exquisitas y de una tensión romántica que casi podía palparse en la sala. Los aplausos y ovaciones no se hicieron esperar.


Fotos: Palau de la Música. Gustav Mahler Jugendorchester
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