Critica

La Pasión Según San Mateo de Bach, en el Palau

05-04-2019

La Pasión según San Mateo, de Johann Sebastian Bach, se presenta en el Palau de la Música el próximo 10 de abril, interpretada por Paul McCreesch y Gabrieli Consort & Players, con su impresionante fuerza estética y espiritual que la han convertido en el obra sacra más importante del repertorio internacional.

Leemos en los Silogismos de la amargura de E.M. Cioran: “Sin Bach, la teología no tendría objeto, la Creación sería ficticia, la Nada, perentoria. Si alguien lo debe todo a Bach es, sin duda, Dios “. Y añadía: “La música de Bach es la única razón para pensar que el Universo no es un desastre total y sin él yo sería un perfecto nihilista”. Probablemente exageraba, pero hay que reconocer que representa el momento culminante de la polifonía, por su perfección formal, armónica y polifónica y por su capacidad de expresar la religiosidad profunda y sincera del luteranismo, que haría escribir a Goethe que “al oír esa música tengo la sensación de que la eterna armonía habla con ella misma, como debía suceder en el seno de Dios poco antes de la creación del mundo “.
 
El protestantismo, con su tendencia iconoclasta y esencialista, abandonó en manos del catolicismo la teatralidad y la sensualidad de las imágenes plásticas del Barroco, para centrarse exclusivamente en la música como forma de exaltación de la divinidad. Hacia el 1700, se había extendido por todas las principales ciudades alemanas la costumbre de ofrecer grandes obras corales basadas en la pasión de Cristo y, en este contexto histórico, en 1724 Johann Sebastian Bach presentaba en la iglesia de Santo Tomás de Leipzig la Pasión según San Juan (Johannes Passion), llena de espiritualidad y dramatismo, que el autor había escrito para agradecer el don musical que Dios le había otorgado. Tres años después, el once de abril de 1727, presentaba la Pasión según San Mateo (Matthäus-Passion), que tendría al menos dos versiones posteriores, la de 1729 y la de 1736, considerada la definitiva. La evolución musical que hay entre las dos obras es innegable, con una serie de innovaciones que amplifican hasta el máximo la sonoridad de la obra, con una música profunda, de escritura armónica y vertical.
 
Este verdadero monumento musical -sólo comparable al Réquiem de Mozart y la Novena de Beethoven con su profundidad espiritual y su extensión temporal, con una duración de dos horas y tres cuartos, desapareció del repertorio durante cien años, -demasiado audaz para su época, demasiado “operística” – hasta que Félix Mendelssohn la redescubrió y la presentó en Berlín el día once de marzo de 1829, en una versión abreviada que provocó una ola de admiración que aún persiste.
 
La Pasión según San Mateo es, básicamente, un conjunto de textos litúrgicos y líricos que describen o comentan una acción, la pasión de Cristo, con la ayuda de la música. Está escrita para voces solistas, un coro doble y dos orquestas. Consta de dos partes, con sesenta ocho números, a partir de dos elementos básicos, el texto del Evangelio de Mateo (cap. 26 y 27) y los comentarios al texto de Christian Frederic Henrici, poeta y libretista conocido como Picander,  col·laborador habitual de Bach. Según cada momento, el canto puede ir puntuado por los acuerdos del continuo con el cello o el órgano, con el apoyo añadido de un elemento exterior, las cuerdas de la orquesta. Los episodios se encadenan de forma muy dinámica, con la sucesión de los recitativos cantados por el Evangelista (tenor) y la intervención de los protagonistas del drama: Jesús (barítono o bajo) Pedro, Judas, Poncio Pilatos (bajos), la mujer de Pilatos (soprano, aunque a Leizig era interpretada por un chico, por la prohibición que las mujeres tenían de cantar en la iglesia) y la turba, que está representada por el corazón, a la manera de los antiguos. En un ambiente operístico que criticaban los contemporáneos del autor, se alternan el canto de los solistas y las diversas árias da capo, con episodios corales de una gran expresividad y, por razones tanto dramáticas como litúrgicas, los dos elementos vocales se entrelazan a menudo, en un punto de encuentro entre diferentes planos, entre el ámbito celestial y el terrenal. La compasión (com-pasión: pasión con y por el otro) y la fuerza redentora del dolor son la materia de la obra, que adopta la forma de un drama sonoro, un oratorio que confiere una estructura dramática inteligible. Recoge las escenas de la última cena, la detención de Jesús, el juicio y la condena a la crucifixión, para remarcar en las últimas horas de Jesús su naturaleza a la vez divina y humana.

La interpretación de la obra arranca con una gran abertura en mi menor cantada por los dos corazones, a los que se superpone la coral O Lamm Gottes, unschuldig ( “Oh, Cordero de Dios, inocente”), cantado al unísono por un coro de niños. Después se desarrolla con una extraordinaria sensación estereofónica, por el diálogo entre el doble coro y la orquesta, especialmente a la entrada y al final. De acuerdo con el simbolismo musical que emplea Bach, las palabras de Cristo se acompañan con los tonos largos de las cuerdas, símbolo de la divinidad, mientras que los otros personajes van acompañados por el bajo continuo. Considerado el “quinto evangelista”, la escritura de Bach se pone al servicio de una voluntad de expresión simbólica arraigada en la teología luterana, con el fin de educar al pueblo en la fe cristiana. Aún así, su recepción en Leipzig resultaría problemática debido, precisamente, de una excesiva fuerza estética que no se ajustaba a la gravedad y el rigor del pietismo sajón.
 
Dirigirá la obra Paul McCreesh. Nacido en Londres en 1960, estudió musicología en la Universidad de Manchester y en 1982 creó su ensemble, Gabrieli Consort and Players, con un grupo de jóvenes músicos llenos de talento, acompañados por veteranos como el clavecinista T. Roberts. Especialistas en música renacentista y barroca, recientemente se han abierto al Romanticismo y la modernidad de Berlioz. Sus lecturas son dinámicas y atrevidas, ejecutadas con una gran perfección vocal de los corazones, que la han llevado a grabar unas ochenta álbumes. El primer Coro está formado por Anna Dennis (soprano), Anna Stephany (alto), Nicholas Mulroy (tenor), en el papel de Evangelista, y James Newby (barítono), en el papel de Cristo. El segundo Coro lo forman Mhairi Lawson (soprano), Helen Charlston (mezzo), Jeremy Budd (tenor) y Stephan Loges (bajo). Una experiencia estética imprescindible nos espera en el Palau.

Fotos:  McCreesh, Bach, Palau de la Música.

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