Critica

Nueva música para nuevos públicos

09-04-2019

El pasado 30 de marzo L’Auditori de Barcelona acogió un nuevo concierto / espectáculo dirigido a un público familiar dentro de Sampler Series, el ciclo de músicas de nueva creación que organiza la entidad para dar visibilidad a las nuevas creaciones que incorporan elementos de I + D en el ámbito de la música.

El concierto familiar, bajo el título Historias eléctricas proponía una versión alternativa a un cuento tradicional, lleno de humor para todos los públicos, de improvisaciones y juegos participativos. Así, la Sala 3 Tete Montoliu se llenó de un público bastante más joven al que suele ocupar las butacas de la Pau Casals. En un ambiente distendido y acompañado con un hilo musical de fondo, todo el mundo fue ocupando posiciones a un lado y al otro de un escenario, decorado con una escenografía entre futurista y de anticuario de mano de Mercè Lucchetti, que se encontraba en la altura del suelo y en medio de la sala.

De repente, un maestro de ceremonias con gafas de plástico y un semblante estrambótico, el actor José Malaguilla, nos dio la bienvenida al CAU (el Centro Audiovisual Universal) y una música que recordaba a un concurso de televisión dio el toque de inicio a lo que sería un viaje por unas sonoridades poco comunes para aquellas personas que suelen escuchar música clásica. Uno por uno, nos presentó a los miembros de su equipo de trabajo … y sobre todo a sus instrumentos: cada uno representaba un personaje y los rasgos de carácter que lo conformaban.

En primer lugar, Pablo Carrascosa englobaba los personajes protagonistas con un instrumento construido por Àlex Barrachina y Roger Pibernat – responsables del concepto y de la dirección musical – llamado ondas sackbut. Esta mezcla de eléctrico sackbut y ondas martenot recordaba sonoramente a un theremin y, con un sonido sintetizado característicamente legato y vibrado, tenía diferentes registros de expresión, controlada a través, no sólo del volumen y la altura de las notas, sino también a través del color del timbre. Con unas notas que se atacaban lentas y unos glissandos suaves, este instrumento estaba pensado para interpretar un personaje sensible y delicado como Blancanieves. Carrascosa también tocó un ablemur y un bajo eléctrico para terminar de llenar el conjunto.

Por otra parte, Raquel García-Tomás con el tubavox y el chinchetófano representaba los personajes antagonistas. El primero de los dos instrumentos era lo que llamaba más la atención: controlado con la voz y las manos, era una síntesis de tuba y de flauta baja. Es decir, un ordenador que distorsionaba la voz e imitaba el comportamiento físico de una tuba. Por el hecho de tener tantos graves, transmitía un aire de tenebrositat y, por lo tanto, encajaba perfectamente con el personaje de la madrastra.

Finalmente, Paula Piñero a las percusiones era la tercera integrante del grupo de músicos que creaban la base musical a partir de la cual se organizaba el cuento. Un instrumento similar a una percha debía dar voz a los personajes cómicos, en este caso los siete enanos, pero por la torpeza del «ayudante de dirección», necesitó la ayuda de siete pequeños voluntarios que salieron de entre el público. Con unos sensores que se activaban por el contacto, cada uno sonaba de una manera diferente y, después de probar varias veces, se fueron animando hasta convertir la escena en una fiesta.

Aunque la música tenía una importancia vinculadora, la imagen no quedaba nada atrás. Pere Ginard y Roger Pibernat fueron los encargados de ilustrar las escenas a través de la combinación de dibujos analógicos, de vídeo-arte y creación audiovisual. Con unas ilustraciones muy cuidadas y una estética que jugaba con la fotografía, el patchwork y algún elemento vintage crearon escenas imposibles que transportaban a pequeños y grandes a un mundo onírico donde todo era posible. En cuanto la dinámica del espectáculo, a pesar de un inicio la interacción con el público no fue del todo fluida, sí que poco a poco se fue rompiendo el hielo y la participación de los más pequeños fue clave para hacer avanzar una historia articulada bajo la dirección escénica de Joan Maria Segura.

La composición musical, de autoría compartida a cargo de García-Tomás y Carrascosa, se servía de temas swingados y jazzísticos que, como si fueran leitmotivs, se iban repitiendo en función del tema que predominaba y como se guiaba la historia. No hacían falta palabras para explicar un cuento para todos conocido como es Blancanieves y los siete enanitos: así, además del nivel de lectura dirigido a los niños (el de una historia transformada a través del humor) se ponía sobre la mesa otros elementos bastante interesantes como podrían ser la narratividad de la música, el conocimiento compartido por una tradición que la articula o si hay lenguajes comunicativos alternativos a la palabra. El hecho de que el príncipe no vaya a salvar Blancanieves, sino que se enamore de un enano; que el envenenamiento de la protagonista sea tratado des de un punto de vista freudiano o que ella misma nos presente caracterizada como si se tratara de un miembro de los The Kiss, también abre la puerta al debate sobre la cuestionable vigencia o la necesaria relectura de los cuentos infantiles.

Fotos: Històries elèctriques

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *