Critica

David Alegret, de reto en reto

12-04-2019

Este próximo 24 de abril se estrena en la ópera de Amberes Les Benveillants, d’Hèctor Parra y Calixto Bieito en que David Alegret hará de Moreau, el frágil padrastro de Max Aue. Previamente, en el mes de febrero, hemos podido escuchar al tenor en el estreno mundial de L’enigma di Lea de Benet Casablancas en el Gran Teatre del Liceu, en el rol de artista que aspiraba a captar la esencia de Lea, en una aparición que nos enamoró. Y es que David Alegret, todo un referente en Toldrà y gran rossiniano, se lanza a la nueva creación con entusiasmo.

¿Cómo definirías Les Benveillantes, de Héctor Parra?
En la presentación en la ópera de Amberes, el compositor dijo que “seguramente nunca en mi vida haré algo tan loco como esta”. Yo no conocía demasiado su obra, el último que había escuchado era Inscape en L'Auditori, pero en los últimos meses me he ido familiarizando. Es una música muy difícil donde se plasma la genialidad, por ejemplo, en su manera de caracterizar cada personaje a nivel orquestal y vocal. Les Benveillantes es un viaje por las miserias humanas de Max Aue, un oficial de las SS. Pero en la puesta en escena no hay imágenes nazis. Habrá un escenario que poco a poco se va llenando de suciedad, con cuatro paredes con varias puertas y elementos básicos donde cabe toda la historia.
 
¿Fue Parra quien te propuso en Amberes?
Él me había hablado de la obra, pero no en realidad fue la dirección artística de Antwerpen que me escogió, porque ya había trabajado allí y me conocían, y cuando Héctor describió mi personaje pensaron en mí. Héctor pidió un tenor agudo, con timbre rossiniano y mozartiano.
 
¿Cómo definirías a Max Aue?
Es un personaje incapaz de superar las miserias del mundo, en concreto el Holocausto. Está muy perdido y se abandona a la autodestrucción como única salida. Ha tenido relaciones sexuales con su hermana y han tenido gemelos, tiene problemas con la madre y el padrastro y está lleno de contradicciones. Además es un personaje musicalmente muy resiliente para que se pasa tres horas cantando.
 
¿Qué rol desarrollas en la ópera?
Mi personaje es Moreau, el padrastro del protagonista y su hermana Una, que aparece siempre con la madre, y ambos estamos a cargo de los gemelos incestuosos. Héctor, como padre, ha querido buscar un personaje frágil. De las dos lenguas en que está escrito el libreto de Händel Klaus, el alemán y el francés, -maravilloso pero de extrema complejidad- yo represento en gran medida el francés, por mi origen. Algo que tengo ganada es mi “r”. Moreau se hace el fuerte, pero de manera grotesca y caricaturesca, porque en realidad es frágil, por eso se explica que el timbre sea tan agudo, necesite una voz clara y con pasajes cortos pero muy difíciles, con Do de pecho y Si… Es un personaje que se ha encontrado con esta situación familiar tan peculiar y va a remolque de la madre, que sabe que sus hijos han hecho sexo.
 
La escena brutal es tu muerte.
Es una muerte muy fuerte pero muy poética. Se supone que Max me estrangula y me corta el cuello, pero en realidad es una escena muy bonita, que Bieito ha resuelto con el hijo chorreando sangre en la cara del padrastro. Bieito es un personaje que lo tiene todo muy claro, y si no lo tiene claro en ese momento, es honesto y reflexiona. Además te tiene mucho respeto, te hace sacar lo mejor y aporta mucha serenidad. Trabajamos la escena de la muerte de manera muy cuidadosa y también discutimos mi punto de vista. Es muy importante para mí haber hecho la obra del Benet y Héctor porque son muy actorales, que te permiten trabajar esta vertiente teatral que te saca los miedos dentro.
 
La obra de Littell es un referente de la Shoah y el Holocausto. ¿Crees que los espectadores se verán identificados con el dolor y la brutalidad? ¿Es explícita la “solución final” o se encuentra en el trasfondo de la ópera?
Está presente, pero el mensaje que se intenta dar no es que “el holocausto es lo más terrible”, sino el holocausto como miseria humana que te lleva a la perdición. Hasta qué límites puede llegar el ser humano?
 
¿Crees que en un momento en que la derecha europea está en auge y en España están vulnerando de derechos humanos puede ser un buen momento para hacer reflexionar sobre la maldad y la injusticia?
Básicamente, la ópera trata de eso. Este personaje es la maldad que llevamos dentro todos nosotros. La miseria humana puede llegar a límites insospechados. La suciedad va ahogando al personaje y él disfruta con su miseria. Nos hace reflexionar, sobre todo, porque es una ópera muy de imágenes que tiene un ritmo constante e in crescendo. En Amberes y Gent estas óperas serán mucho más bien recibidas, en Madrid no sé cómo se recibirá.
 
Vas de reto en reto. En febrero te vimos en L’enigma di Lea en el Liceu. ¿Cómo fue la experiencia?
Fue muy enriquecedora. Hasta que no tocamos con orquesta no nos hicimos realmente a la idea de la música, porque a pesar de que había una partitura reducida de Casablancas, cada pianista la adaptaba a su digitación y sonaba diferente.
 
¿Cómo fue tu reacción al ofrecimiento del Liceu?
Yo sabía que tenía que hacer esta ópera desde 2011, cuando Matabosch me lo propuso, pero no sabía los detalles. Entonces el Benet, cuando dibujó el personaje, me fue enviando materiales y yo le enviaba grabaciones mías para que conociera mi voz, con lo que conseguí que mi parte tuviera menos peso orquestal dado que es muy ligera, y esto es muy interesante en la música contemporánea, porque puedes dialogar con el compositor sobre tu tipo de voz. El proceso de ensayos fue muy bien y el equipo era muy bueno, sustentado por el maestro Pons, que es muy accesible, y estuvimos acompañados del Benet Casablancas y el Rafael Argullol.
 
¿Qué significa participar en el estreno absoluto de una ópera?
Tienes muchas más sorpresas y pasas por diferentes fases, la de estudio, después el primer ensayo musical, escena, orquesta, y todo es nuevo en cada momento. Y Benet fue muy flexible para adaptarse a nosotros.
¿Cómo valoras que un teatro como el Liceu haga un encargo de estas dimensiones?
Es una de sus misiones, y si se hubieran hecho más funciones se hubiera conseguido más público que quizás hubiera vuelto a ver la ópera. La creación artística es lo que hace evolucionar la sociedad, que muchas veces pensamos que está anquilosada y no es verdad, hay mucho aficionado que espera esto. Y no sólo melómanos, sino de otras disciplinas.
 
¿Qué retos tienes en perspectiva?
La próxima temporada actúo en el Teatro Real con una ópera recuperada de Francesco Corselli, Achille in Schiro, donde hago el rol del tenor, Arcade, dirigida por Ivor Bolton.
 
¿Crees, precisamente, que los cantantes de música antigua y contemporánea tienen afinidades?
Sí, necesitamos tener un timbre muy dúctil. Mi voz es muy clara y cristalina, y se entiende mucho, de forma que es muy adecuada para estos repertorios, pero el problema es que cuando haces algún error se nota mucho más que una voz opaca.
 
Además, ahora se ha presentado la temporada del Palau y haces el homenaje a Toldrà, como no podía ser de otra manera.
Sí, estoy muy contento de que Víctor García de Gomar me haya dado la oportunidad de cantar en el concierto del 125 aniversario de Toldrà, con Albert Guinovart, donde también haremos referencia al 50º aniversario de la muerte Josep Carner, con dos dípticos de canciones de Guinovart y Ros Marbà, el 4 de febrero 2020 en el Palau de la Música Catalana. De todo ello haremos un CD con el pianista Rubén Fernández Aguirre. Será con la discográfica IBSClassic, e interpretaremos diez canciones de Toldrà escritas por Carner, otros del poeta musicadas por Joaquim Serra, y Alberto García Demestres, Albert Guinovart y Miguel Ortega hacen cada uno un tríptico dedicado a mí y a Toldrà.
 
¿De dónde viene el especial realción que tienes con Eduard Toldrà?
Tras estudiar medicina, el primer profesor que tuve fue Xavier Torra y mi primera partitura fue Festeig, de Toldrà, y como ejercicio vocal canté este compositor todo el año. Le cogí un amor especial. Después fui a Basilea y a raíz la grabación de Ros Marbà del Giravolt de maig conocí a la hija de Toldrà, y fue muy emotivo. Es mi músico de referencia, su música es un ejercicio de canto. Tanto en Rossini como en Toldrà hay una defensa del texto y en una voz como mi saber decir el texto ayuda a decir la música. De hecho, en otros idiomas tengo que trabajar doblemente la dicción para ser lo más cuidadoso posible.
 
Últimamente te estás encontrando con muchos proyectos ad hoc.
Yo siempre lo busco. Siendo un tenor ligero que viene del lied y del oratorio, con una voz frágil, en el buen sentido, tengo que cuidar mucho el repertorio. Quiero que lo que hago sea sano para mi voz, y eso lo he trabajado con Casablancas y Parra. Tengo la suerte de haber participado en la concepción de la línea vocal de ambas grandes estrenos.
 
¿Cómo valoras el papel de las instituciones para con la música contemporánea?
Deberían dar más apoyo a la creación contemporánea, hay muchos compositores que tienen obras que no se han estrenado todavía. Y Héctor lo está estrenando todo fuera. La nueva creación es fundamental para evolucionar, y se debe apostar también por cantantes de la península aquí y en el Teatro Real. Falta un poco de voluntad de arriesgarse, mientras que hay un nivel muy elevado de compositores y cantantes. En otros países te encuentras con muchos compañeros de aquella nacionalidad. Aquí a veces lo que buscamos es el resultado inmediato.
 
Claro, pero hay que distinguir entre la ópera de temporada de la ópera de repertorio, donde hay opera studios…
Lo que pasa es que nos falta autoestima y esto nos hace provincianos. Y el criterio de las direcciones artísticas a veces son por curriculum y dónde has cantado y no por la calidad de la voz. Fuera lo que hacen es escuchar a la gente. Y ahora es muy traidor porque con las redes sociales parece que todo se haya democratizado mucho, pero la calidad de escucha es ínfima, y ​​no permite juzgar con rigor. Debemos acercarnos al ideal de un criterio musical.
 
¿Cómo ha evolucionado tu voz?
Mi voz no ha cambiado ni cambiará demasiado, pero sí he ensanchado el centro. Pero es cierto que ahora soy mucho más constante en el trabajo, y esto hace que conozca mucho mejor mi voz. Debemos tener en cuenta que dentro de un mismo repertorio hay muchos matices, ahora hago Rossinis más serios, y ya podría abordar una Flauta mágica de Mozart. Pero el lied y el oratorio siempre se han mantenido en mi repertorio, los necesito para mi alma, es con lo que más disfruto. Ser cantante de lied me ha ayudado mucho a cantar ópera y a formarme un criterio al respecto. Como decía Victoria de los Ángeles, “tú puedes cantar ópera como el lied”, pero seguramente eso nos haría abrir un debate.
 
¿Y qué música escuchas, para desconectar?
Aparte del lied, oratorio y ópera escucho muchos cantautores de países diferentes que tienen un toque melancólico.
 
¿Eres melancólico, tú?
Yo soy un optimista nato, pero también me gustan los recuerdos. Y a las crisis has de tener mucha capacidad de autocrítica sin autodestruirte, encontrar el punto medio para reflexionar.
 
Para terminar, ¿un concierto con tu repertorio ideal?
Un ciclo ideal para mí es La bella molinera de Schubert, así como La rosa als llavis de Toldrà, o los lieder de Britten.

Fotos: David Alegret, Les benveillantes, L'enigma di Lea (Antoni Bofill)

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
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