Opinión

Cómo renovar la ópera, clase magistral de tres mujeres creadoras

15-04-2019

Para celebrar el 25 aniversario de Òpera de Butxaca y Nova Creació, la entidad ha llevado a Barcelona y al escenario del Teatre Lliure la propuesta de Raquel García-Tomás, Helena Tornero y Marta Pazos, una ópera buffa llamada “Je suis narcissiste “estrenada en marzo del 2019 en el Teatro Real de Madrid que, trasladada a Barcelona, contó con la Orquesta Camera Musicae en formato reducido para la ocasión.

El Teatre Lliure se llenó hasta la bandera para recibir la ópera “Je suis narcissiste” con música de la compositora Raquel García-Tomás, libreto de la dramaturga Helena Tornero y dirección escénica de Marta Pazos. Las tres creadoras catalanas han unido fuerzas para crear algo maravilloso y poco habitual en la programación barcelonesa, una ópera cómica hilarante en la que la protagonista relata sus periplos cotidianos a un psiquiatra excéntrico de urgencia.

Una vez todo el mundo estaba sentado, un personaje vestido de blanco con cabeza y cara a juego, apareció entre las butacas del auditorio proclamando “Je suis … narcissiste!” y fue bajando por las escaleras con un aire magnífico y real hasta que, una vez en el foso, pasó por sobre la barandilla y se dispuso a dirigir la orquesta. De este modo Vinicius Kattah se presentó y tomó la batuta, haciendo sonar las primeras notas de la velada de la mano de la Orquesta Camera Musicae, compuesta por 15 intérpretes al más puro estilo del teatro musical. Kattah, director brasileño que actualmente dirige la Orquesta del Teatro de Košice (Eslovaquia), demostró una gran capacidad teatral y camaleónica a lo largo del espectáculo, interfiriendo con los personajes a escena y convirtiéndose a menudo en un personaje más, sin perder nunca el ritmo.

Se abrió el telón y aparecieron cuatro grandes bocas blancas en medio de un fondo negro, que, como un preludio operístico iban murmurando y recitando “Bla, bla …” y “Moi, moi, moi …”, abriendo boca – nunca mejor dicho – para lo que vendría cuando se abriera el telón de fondo. La música desde un buen inicio demostró ser un collage fantástico de tradiciones muy diversas, desde el teatro musical del siglo XX hasta la ópera más clásica, pasando por las composiciones contemporáneas del último siglo. Una vez abierto el telón, se hizo visible la escenografía de Marta Pazos, un escenario recubierto de materiales metálicos y objetos puntiagudos, con un fondo lumínico que se fue transformando en cada escena y, de una manera muy sencilla, fue el marco perfecto para la velada.

Tras el preludio bucal apareció en escena la protagonista: Clotilde, interpretada por una fantástica Elena Copons; recubierta de azul turquesa de pies a cabeza, con un cabello hinchado de color rosa chicle y un vestuario al más puro estilo retrofuturista, con un teléfono naranja colgado del brazo. Las primeras palabras de Clotilde: “emergencia”, “incidente” y una serie de sinónimos que la protagonista clama al teléfono. Un psiquiatra excéntrico – Toni Marsol – aparece seguidamente, todo anaranjado, y comienza a interrogar a Clotilde, que tiene un cuadro nervioso. El psiquiatra, que hace honor al título de la ópera, no le deja terminar las frases, interrumpiéndose la al más puro estilo mansplaining egocéntrico masculino, pero ella se va haciendo camino y comienza a explicar el porqué de su nerviosismo.

De esta manera comienza el periplo a través del día de Clotilde, que resulta haber sido del todo catastrófico. Primeramente nos cuenta que su gato ha muerto, mascota interpretada maravillosamente por la soprano María Hinojosa, narración a la que el psiquiatra responde con una serie de explicaciones y teorías sobre el narcisismo que nos rodea, a través de la mención de bloggers (haciendo referencia gestual a la famosa Rosalía), artistas (con una dedicación – o es ironía? – a Wagner y su conocido acorde de Tristán), teóricos de la conspiración ( “la tierra es plana, por eso se llama planeta”) y sus egos, alimentados constantemente por la sociedad que les ha visto nacer y crecer, e interpretados camaleónicamente por Hinojosa y Juan Ribalta. De esta manera las creadoras nos ofrecían, en una bandeja de plata, una ventana a través de la qual espiar una realidad paralela a la nuestra, nos animaban a dudar sobre nuestros comportamientos y las normas sociales que los rigen, a adoptar el beneficio la duda como modus vivendi y huir (o no!) de la egolatría.

Tras saber que el gato de Clotilde ha muerto, descubrimos que el día de la protagonista se ha torcido sobre manera, convirtiéndose en una serie de calamidades, siempre bajo el paraguas de la comicidad y el humor negro. Es con Clotilde que el público testimonia las peripecias por las que pasa el personaje a través de flashbacks, lidiando con la pérdida, la traición, el intento de recuperación – que las autoras utilizan para hacer humor sobre el wellness, la macrobiótica, los resorts de yoga, etc. – y el egocentrismo que todo lo manipula. La crítica feroz de las creadoras hacia el egocentrismo y el narcisismo de nuestra sociedad capitalista pasa por la vindicación de los cuidados femeninas, y lo hace por boca de la “tan sólo una enfermera”, un personaje que María Hinojosa adopta hacia el final de la obra después de haberse cambiado por enésima vez de vestuario (y de personaje) que aporta quizás una de las críticas más duras de la velada, haciendo énfasis en la poca humanidad de algunos seres humanos hacia sus compañeros de especie.

El original libreto de Helena Tornero, junto con la cautivadora música de Raquel García-Tomás y la extravagante y divertida dirección escénica de Marta Pazos, hicieron de la velada algo memorable, protagonizando sin duda uno de los hits operísticos y escénicos de esta temporada. El humor y la insolencia a la hora de tratar según que temas que algunos/as encontrarían delicado combinó a la perfección con la denuncia política y social que envolvía toda la obra, convirtiendo la jocosidad y la denuncia en algo transversal e indispensable. Si sumamos el magistral tratamiento del humor, los elementos escénicos, musicales y dramatúrgicos con el hecho de tratarse de una ópera de nueva creación, escrita en un idioma reconocible para el auditorio entero, que trata temas de rabiosa actualidad y que se hace amena sin perder en ningún momento el interés del público, parece imposible que creaciones de este tipo, abanderadas por jóvenes creadoras, no estén en todas las programaciones culturales del país y de las grandes instituciones.

Fotos: Teatre Lliure

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