Critica

Las voces luminosas de Bruckner

29-04-2019

Este jueves 25 de abril el Cor Bruckner Barcelona, bajo la dirección de Julia Sesé, ofreció un concierto a capella en la Sala 2 Oriol Martorell de L’Auditori titulado La llum de la neu. Con un repertorio de obras del siglo XX y XXI, de autores internacionales pero con la presencia también de plumas catalanas, presentó una propuesta arriesgada pero muy bien recibida por el público asistente.

Esta formación vocal que cada vez está ganando más prestigio y que se va haciendo lugar entre los coros más prestigiosos de nuestro país, presentó – dentro de la temporada de Música de Cámara del Auditori – un repertorio muy exigente pero con una idea de base clara y coherente: una apuesta valiente que fue reflejo de la sonoridad del conjunto. Sin dejar la nieve del invierno atrás y abrazando, al mismo tiempo, la luz de la primavera, la formación mixta interpretó obras de diferentes compositores alrededor de estos dos elementos. Como si de un prisma de cristal se tratara, a veces proyectaron luz sobre la nieve como símbolo de frialdad, de soledad o incluso de muerte; otras, lo hicieron girar y la reflejaban como símbolo de pureza, esperanza y paz.

El coro inició el concierto con la contemplativa e introspectiva Lux surgit aurea de Bernat Vivancos. Aunque hubiera lucido mucho más en un espacio más propicio a las resonancias, va regalarnos un despliegue armónico homogéneo, con un sonido cálido a los graves y un color joven y transparente. A pesar de una intencionalidad marcada en las dinámicas, algunas dudas en las voces más agudas antes de volver al unísono del inicio no permitieron que la obra se desplegara totalmente.

El concierto continuó con la composición de Pol Requesens Snø: un juego fonético que se sirve de la palabra nieve en diferentes idiomas para explorar todos sus fonemas. Con un fraseo bien logrado y una profundización en las diversas texturas que ofrece la obra, el coro supo crecer y crear espacio en las disonancias aunque volvió a faltar seguridad en algún momento. A continuación, pudimos escuchar un ciclo de cuatro canciones de Poulenc: a pesar de algunos movimientos melódicos un poco pesados en las sopranos, Un soir de neige sonó con delicadeza y un gran sentido de la musicalidad. Como si se tratara de una cortina de sonido arrastrada por un viento frío, la interpretación estuvo al servicio del texto y supieron transmitir el lamento que representa la obra.

Después de estas dos nieves, la primera parte del concierto acabó con dos luces: la de Josep Ollé, donde pudimos sentir numerosos solistas que defendieron su fragmento con solvencia, lo que evidencia la calidad vocal de la plantilla (a destacar el solo del primer barítono, con una voz llena, vibrada y presente y el del último tenor, con un color dulce y cuidado). Y la de Whitacare, con las luces medio apagadas y un juego con las velas muy adecuado y elegante pero que hubiera sido más efectivo con la sala totalmente oscura.

Tras una pausa técnica, el Coro Bruckner Barcelona volvió a salir al escenario con unas copas llenas de agua para interpretar Stars de Ešenvalds: con un sonido compacto y homogéneo, las voces del conjunto se fusionaron con las vibraciones del cristal con un resultado muy efectivo y cautivador. La siguió Walking in the Snow de Howel, de la que cabe destacar un fraseo muy bien conducido y una dirección precisa y muy consciente de las diferentes sensibilidades que protagonizan cada momento de la obra.

Fantástica fue el Hymn to the creator of light de Rutter: transitó de una oscuridad tétrica al inicio hacia un brillo sincero más adelante. Los cambios de carácter y ritmo y las dificultades armónicas sonaron naturales y fáciles en una pieza tan exigente como las otras obras del programa. Snow dance for the dead de Doherty fue sin duda el hit de la velada. Fue una obra de piel de gallina desde el inicio hasta el final: con una coreografía minimalista y un despliegue de voces impresionante, los miembros del coro se dispararon «Natzos» y «Kal» entre sí hasta hacer caer, finalmente, la directora. En una pieza que requería mucha concentración por parte de los intérpretes, el dramatismo de la coreografía pedía más fuerza, proyección y convencimiento en las intervenciones habladas. Pese a las dudas en algunas entradas, sin embargo, fue la obra que más atrapó a todos los asistentes.

Por último, O nata lux de Lauridsen nos devolvió a la calma del inicio, bajando las revoluciones emocionales de las dos (incluso cuatro) obras anteriores. Como bis, el coro interpretó una sardana: Les neus que es fonen con música de Enric Morera y texto de Àngel Guimerà y nos reveló, de este modo, un color más redondo y tradicional que se adecuaba a el estilo de la obra. Los aplausos generosos del público y la euforia del coro que se sintió entre bambalinas resumían la satisfacción de un trabajo bien hecho y el resultado de un esfuerzo que, a buen seguro, valió la pena.


Foto: Cor Bruckner Barcelona, Júlia Sesé Lara

 

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