Critica

Triángulo amoroso, perlas y exotismo en el Liceu

06-05-2019

El próximo 13 de mayo se estrena en el Liceu la ópera de Georges Bizet Les pêcheurs de perles, protagonizada por John Osborn y Dmitry Korchak, que de la antigua Ceilán a un reality del siglo XXI. Se podrá ver en la Rambla hasta el día 25 de mayo.

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La ópera romántica francesa vivió un momento dulce con personajes como Bizet, Berlioz o Massenet. En 1863 se estrenaba, en el Théâtre-Lyrique de París, Los pescadores de perlas, de un George Bizet de sólo 25 años, ganador de un Prix de Rome, que todavía debería pulir elementos melódicos y de orquestación, pero que se convertiría en un exponente de la opéra-lyrique francesa con su obra maestra Carmen, estrenada diez años más tarde.
 
Los pescadores de perlas presenta verdaderas insuficiencias en el libreto de Eugène Cormon y Michel Carré -especialmente por ciertas incoherencias y un final poco creíble y descafeinado- y poca madurez en la orquestación y el diseño melódico. De hecho, un crítico de Le Figaro se pronunció así: “No había ni pescadores en el libreto ni perlas en la música” y, añadía, “la obra es una pura imitación de Charles Gounod y Félicien David”. Pero el caso es que, de hecho, escuchada superficialmente, Los pescadores de perlas resulta disfrutar de una suave expresividad, elegancia y sensualidad que la hacen muy efectista, a la vez que es un gran ejemplo de la creación de atmósferas y una exitosa aproximación el exotismo sonoro con referencias a compositores como Meyerbeer, Mendelssohn o Gounod, así como Wagner por el uso del leitmotiv.
 
En el momento del estreno, Los pescadores dividió las voces más prominentes de la ópera. Por un lado, Ludovic Halévy consideró que había una “cantidad considerable de piezas musicales bellas y expresivas, llenas de vigor rico y colorido”, y Héctor Berlioz, en Journal des Débats, premiaba su originalidad y sutileza musical. Sin embargo, futuros admiradores Carmen, como Hans von Bülow y Friedrich Nietzsche, tildaron esta temprana obra del compositor como “opereta trágica”, huyendo a toda prisa al final del primer acto -en el caso de Nietzsche, hay que recordar que aún se encontraba bajo el signo wagneriano. El estreno disfrutaría de un éxito escaso, y, después de unas modificaciones, Bizet ya no volvería a escuchar su ópera en vida. En 1893, la Opéra-Comique la repuso durante la Exposición Universal de París y, actualmente, Los pescadores de perlas es una ópera de repertorio de forma ampliamente consensuada.
 
La heroína, Leila, es una virgen consagrada que rompe sus votos de castidad por amor. Dos pescadores de perlas se enamoraron en una temprana juventud en Ceilán (Sri Lanka). Años más tarde, la tríada se reencuentra con Zurga como jefe de grupo, que debe soportar como su amigo Nadir disfrute del amor incondicional de la chica que él también ama.
 
El acto I comienza con una música intrigante que sugiere movimiento y acción, con la presencia de unos cascabeles que nos sitúan claramente a oriente. El canto heroico del coro de marineros anuncia sus hazañas combatiendo las olas y las tormentas marinas. Todos deciden que Zurga será su jefe, que pide fidelidad y obediencia, y pronto entra en escena Nadir, amigo del cabecilla, y con quien compartirá algo bien preciado: un amor de juventud. La melodía descendente en menor cuando aparece Nadir denota melancolía, y su amigo pronto le pregunta si ha cumplido el juramento: “Est-ce un ami que je revois/ou bien un traître?”. Ambos inician un célebre un dúo que pasa por momentos de tensión y distensión donde se juran amistad eterna mientras recuerdan la amada.
 
Se acerca una chica muy hermosa que dicen que es casta y pura, introducida por una orquesta con una flauta diletante y sensual y el coro, que tiene una presencia relevante en la ópera, canta lleno de bondad el paralelismo entre la dama y la naturaleza de forma dulce y envolvente. Zurga le hace prometer mantenerse virgen y sumisa y, a cambio, le quiere regalar un collar de perlas que la hará “digne d’un roi”. Pero si la chica le decepciona, morirá. Nadir está turbado por la belleza de la dama y se da cuenta que esta es la mujer de la que estaba enamorado, y entona el aria “Je crois entendre encore”, con una orquestación sutil, que hay que entonar con ternura porque habla de un amor incondicional. De mientras, ella se encomienda al dios Brahma en una melodía muy hermosa hasta que se reconocen el uno y el otro hasta el reencuentro amoroso.
 
En el segundo acto es de noche y el cielo está estrellado en las ruinas hundús. Leila encuentra a Nourabad y le cuenta una historia de cuando era pequeña en la que salvo a un extranjero, que luego resultará ser Zurga, y éste le regaló un collar de perlas que aún conserva. Cuando se queda sola canta su amor por Nadir (“Mon coeur devine sa présence…”) de forma dulce y enternecedora, con una melodía muy desnuda orquestralment que deja lucir la voz de la soprano. Entonces aparece Nadir, introducido por una flauta sensual y exótica que da paso a una melodía en menor que se va volviendo más luminosa a medida que habla de los ojos de la amada hasta que entonan un dúo con momentos dramáticos, ya que su unión puede ser fatal, pero, aún así, deciden encontrarse por las noches. Nourabad los descubre, la música se vuelve oscura y nerviosa, acentuada por una orquestación que denota movimiento sonoro con arpegios y grandes giros melódicos. El personaje los denuncia a Zurga y los pescadores porque ningúna piedad se debe permitir para los amados sacrílegos (“Ni pieté! Ni merci! Non!”, canta el coro): suena el leitmotiv del amor y Zurga, invadido por los celos, los condena a muerte. Se declara una tormenta y los pescadores, aterrados, están persuadidos de que se trata de la venganza del mar ofendida.
 
En el acto tercero, Zurga se encuentra solo en su tienda y medita sobre lo que acaba de hacer y siente remordimientos. Leila aparece y se lanza a sus pies, suplicándole que salve a Nadir, ofreciendo a cambio su vida. Pero este amor todavía enciende más los celos y la cólera de Zurga. Viendo que su hora de la muerte se aproxima, la chica confía su collar a un joven pescador, diciéndole que por favor le haga llegar a su madre. Zurga identifica inmediatamente la prenda que hace tiempo dio a aquella que le salvó la vida y, agradecido, decide salvar la vida de los enamorados y facilitarles la huida.
 
Pero la gente espera la ejecución al pie de la estatua del dios Brahma, mientras suena una música solemne. De repente, un brillo invade el horizonte. Para dispersar a los pescadores que esperan la muerte, Zurga ha prendido fuego a la aldea. Él mismo lleva la terrible noticia: el pueblo se quema y la gente se dispersa en desorden y Zurga rompe las cadenas de los condenados, que ahora se sienten libres y radiantes de felicidad acompañados de una música ascendente y triunfal. Cuando termina el fuego, Zurga se queda contemplando su desdicha: ha perdido las propiedades y el amor en un solo día, pero se siente satisfecho porque ha mantenido su juramento, los amantes están vivos y gozan de su amor: “Ma tâche est achevée,/J’ai tenu mon serment!/ Il vit, elle est sauvée! Rêves d’amour! Adieu!”.
 
El Gran Tearre del Liceu presenta una versión que traslada la remota Ceilán a nuestros días, con un ejercicio de la holandesa Lotte de Beer que la convierte en un reality show. No sabemos muy bien cómo será el experimento, pero seguro que la escenografía será de lo más vistosa y colorista, evocando el exotismo como arma de seducción de las audiencias. La dirección musical correrá a cargo de Yves Abel, principal director invitado de la Deutsche Oper Berlin entre 2005 y 2011 y gran conocedor de Bizet.
 
Los cuatro personajes de la ópera están divididos en dos elencos. Las sopranos Ekaterina Bakanova, que destaca en el repertorio francés e italiano y debuta en el Liceu, y Olga Kulchynska, que se estrenó como Musetta el Liceu la temporada 2015/16, serán Leila. Su enamorado, el tenor Nadir, estará encarnado por dos grandes figuras de la lírica, John Osborn, que actuó en Benvenuto Cellini, de Berlioz, y Dmitri Korchak, el ganador de un Viñas que hemos podido escuchar en Don Giovanni y el Otello de Verdi y gran especialista en el rol que desarrollará, mientras que el barítono Michael Adams, que también debuta en el Liceu, con una voz madura a pesar de su juventud, será Zurga junto a Borja Quiza, que ha desarrollado roles mozartianos y puccinianos en el Liceu desde el 2011. Finalmente, los bajos Fernando Radó y Federico de Michelis serán Nourabad. Radó es un conocido de la casa y De Michelis, en cambio, con su profunda voz llena de autoridad, se estrena en La Rambla. Todos juntos harán posible una nueva experiencia con los pescadores de perlas que, desde 1964 no se representaba en el teatro. Ahora podremos disfrutar de la ópera de Bizet del 13 al 25 de mayo en el Gran Teatre del Liceu.


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Fotos: Gran Teatre del Liceu. Les pêcheurs de perles, Lotte de Beer.

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
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