Critica

Chad Hoopes, el violín francés y el Trío Arriaga en L’Auditori

06-05-2019

L’Auditori presenta, el próximo 16 de mayo, una de las últimas sensaciones del violín, el joven virtuoso norteamericano Chad Hoopes, con un repertorio muy francés: Debussy, Ysaÿe, Ravel y Saint-Saëns. El Trio Arriaga, un referente nacional de la música de cámara, con el prestigio internacional de Daniel Ligorio, Juan Luís Gallego y David Apellániz, interpretará, el 30 de mayo, dos magistrales tríos rusos de Tchaikovsky y Shostakovich, respectivamente. Ambos conciertos se enmarcan en el ciclo de Cámara de L’Auditori.

Claude Debussy (1862-1918), el padre del impresionismo musical, con sus juegos de atmósferas y colores, escribió en 1917 la Sonata para violín y para piano en Sol menor, L.140, su última obra. Se presentaba como la tercera parte de un ciclo de seis sonatas que había proyectado, tras la Sonata para violonchelo L.135 y la Sonata para flauta, viola y arpa L.137. Se trata de una pieza notable por su brevedad, con unos 14 minutos de duración, que se estrenó el 5 de mayo de 1917, en la que fue la última interpretación pública del compositor, con Gaston Poulet al violín. Consta de tres movimientos: 1) Allegro vivo, 2) Intermède. Fantasque et Léger y 3) Finale. Très animé. La música de Debussy está presente, en cierto modo, a la “Ballade”, la Sonata para violín solo núm. 3 en re menor de Eugéne Ysaÿe (1.858-1.931), la pieza más conocida del compositor y mítico violinista belga, que escribió seis sonatas dedicadas a los seis grandes violinistas europeos de su tiempo, cada uno con su sello personal y nacional. La número 3, la más breve y la más conocida, fue un homenaje al violinista y profesor rumano establecido en París George Enescu (1881-1955) y a su fascinante estilo de ejecución. Consta de un solo movimiento, que alude a la estructura de las sonatas de Chopin y, con su sucesión de complejas exploraciones polifónicas y digresiones, además de los ecos de Debussy, encontramos de Bach y de la música tradicional gitana, lo que exige un absoluto dominio técnico del instrumento, que hay que llevar a los límites de su expresividad. Su único movimiento contiene dos secciones, Lento molto sostenuto y Allegro in tempo giusto y con bravura, y por su complejidad y dificultad técnica forma parte del gran repertorio del virtuosismo del violín. Fue precisamente George Enescu el solista que acompañó al piano de Maurice Ravel (1875-1937) en el estreno de la Sonata para violín y piano núm. 2 en Sol mayor, m.77, que el compositor vasco-francés había escrito entre 1923 y 1927 y presentaba en París el 30 de mayo de 1927. La larga gestación de la pieza fue el reflejo de la voluntad esencialista de Ravel, que quería depurar su música de elementos superfluos, en un proceso paralelo al que Wittgenstein hacía con el lenguaje oral. Consta de tres movimientos, el segundo de los cuales, Blues, refleja la modernidad del compositor, con su gusto por la música norteamericana. De hecho, en 1928, en el transcurso de su viaje a Estados Unidos, donde visitó los clubes nocturnos de Nueva York, rechazó la solicitud de Georges Gershwin de recibir sus clases para no adulterar la espontaneidad y creatividad del artista judeoamericano. En cuanto al tercer movimiento, requiere una ejecución virtuosista del violín, que se eleva por encima del contrapunto pianístico. La primera de las dos sonatas para violín y piano que escribió Camille Saint-Saëns, la Sonata para violín y piano núm. 1 en Re menor, op. 75, fecha del otoño de 1885 y se inspira en la Sonata a Kreutzer de Beethoven, que provocaría la obra homónima de Tolstoi. Por su parte, la obra de Saint-Saëns también tiene su correlato literario Marcel Proust, en la Sonata Vinteuil que aparece misteriosamente en Por el camino de Swann. Consta de 4 movimientos: el primero, Allegro agitato, en forma de sonata, tiene un apasionado diálogo contrapuntístico entre violín y piano; el segundo, Adagio, muestra el diálogo entre instrumentos en un estilo más relajado, lleno de gracia; el tercer movimiento, Allegro moderato, es una especie de scherzo con una provisión de motivos de una claridad extrema y de una tal dificultad de ejecución que el propio Saint-Saëns la consideraría una “hippogriffsonata”, porque sólo una criatura mitológica podría interpretar la parte del violín, de manera que desde principios del siglo XX forma parte del gran repertorio de violinistas y pianistas.
 
El joven Chad Hoopes es una de las nuevas estrellas de la música clásica. Ganador del premio de la Yehudi Menuhin Intenational Violin Competition, en L’Auditori podremos disfrutar por primera vez en Barcelona de su faceta como músico de cámara, acompañado por el pianista canadiense de origen chino David Fung.
 
El concierto de L’Auditori del 30 de mayo, con el Trio Arriaga, presenta dos piezas de Tchaikovsky y Shostakovich. Piotr Chaikovski (1840-1893) siempre es una apuesta ganadora y su música forma parte de los repertorios más populares, por su fuerza lírica y su expresividad, al mismo tiempo tan europea y tan rusa. Sus obras más celebradas pertenecen a la música orquestal y el ballet, pero el Trío con piano en La menor, op. 50 ha sido bastante interpretado y ha disfrutado del fervor del público, con sus poderosas líneas melódicas y su emotividad, entrocada directamente en el Romanticismo musical. La obra está dedicada a la memoria de su íntimo amigo y maestro Nikolai Rubinstein, fallecido prematuramente en 1881, un hecho que afectó profundamente a Tchaikovsky y que marcaría el carácter elegíaco y fúnebre del Trio, empapado de una oscuridad y una desesperación que se manifiestan especialmente al principio y al final de la pieza. Hay, sin embargo, más allá de la tristeza, el fulgurante virtuosismo pianístico en homenaje al prodigioso intérprete que fue Nikolai, hermano pequeño que fue de Anton Rubinstein. La melancolía inicial evoca la figura del malogrado amigo y da paso a una sucesión de variaciones, con la caja de música, el vals, la fuga, la masurka, el lamento y una variación final casi sinfónica, todo un despliegue de motivos que alega aluden al variado repertorio del gran pianista ausente. Publicado en 1882, este trío marcaría los de Rachmaninov y Shostakovich.
 
De Dmitri Shostakovich (1905-1975) es justamente el Trío con piano en Mi menor, op. 67, una obra elegíaca que por alguna razón misteriosa identificamos inmediatamente como una creación del espíritu ruso. Se gestó en Ivanov, entre febrero y el 13 de agosto de 1944, en memoria del amigo Ivan Sollertinski, un musicólogo brillante, políglota y excéntrico, una especie de uomo universale que al morir a los 41 años dejó desolado a Shostakóvich. El verano de 1941 los alemanes invadían Rusia y el compositor, que vivió el asedio de Leningrado hasta que fue evacuado en Kuibixev con su familia, recordaría la tristeza que a menudo la acompañaba con estas palabras: “Antes de la guerra todos tenían alguien a quien llorar, pero había que hacerlo con silencio. Con la guerra, la aflicción se generalizó y podíamos llorar abiertamente, llorar por los que habíamos perdido. La gente dejó de tener miedo de las lágrimas”. De hecho, las lágrimas del Trío son para Sollertinski, pero también por la guerra, por el stalinismo y por el propio compositor, siempre bajo sospecha. Los primeros compases son un lamento, un canto al dolor que arranca con el cello en solitario, en sordina, en Andante, para dar paso en Moderato a una fuga y un movimiento de sonata oscuro, fúnebre. La resignación aparece sugerida en un soberbio Largo, una Passacaglia con ecos de Mahler, el músico preferido de Sollertinski. El tempo lento encadena con un Allegretto de inspiración judía, como signo de aquellos tiempos de persecución y muerte. En la Coda, en Adagio, el músico vuelve a la evanescencia inicial, en un juego entre el silencio y la música, entre la vida y la muerte. Formado por tres solistas de prestigio internacional, Daniel Ligorio (piano), Juan Luís Gallego (violín) y David Apellàniz (cello), el Trio Arriaga son la punta de lanza del resurgimiento del trío con piano en Cataluña, como lo demuestran la trayectoria del Trio Pedrell y el Trio Fortuny.


Fotos: Chad Hoopes, Trio Arriaga

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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