Critica

Poder, Dinero, Cultura

10-05-2019

El pasado miércoles, día 8 de mayo, a las 19h, se celebró, en el Club Wagner, el séptimo Foro Barcelona Clásica con Robert Brufau (L’Auditori) y Silvia Duran (ICEC) para hablar de las políticas culturales y cómo éstas afectan al gusto del público, en un debate moderado por Aina Vega, editora de la Revista Barcelona Clásica. La cuestión que se puso sobre la mesa fue: ¿hay realmente políticas culturales?

Parece que todos llevamos un programador/director artístico dentro. Lo pudimos comprobar con Christina Scheppelmann en el foro de febrero, pero también el miércoles con Robert Brufau en el mismo contexto. Pero, fíjese, cada vez que sale a la luz la nueva programación de los grandes equipamientos todo mundo opina. Que si demasiado Beethoven, que si no se apuesta por la nueva creación, no hay paridad, la programación es aburrida y conservadora, y la gran frase: “Mira lo que hacen en Londres y Viena, no tiene nada que ver con el que se hace aquí!”.
 
Centrémonos. Hay que admitir que quien escribe estas líneas tiene muchos motivos para reivindicarse, dado que Schönberg, tema de estudio de la tesis doctoral, es tan escasamente programado en Barcelona que cuando existe la coyuntura que lo propicia parece que aquel concierto haya que enmarcarse en los grandes momentos estelares del año musical. Pero, podemos comparar sin ningún tipo de discriminación ni filtro a Barcelona con París, Viena, Amsterdam o Londres? No. La realidad de este país es, por una parte, que hay una falta de tradición musical, hay que reconocerlo, y por tanto, las políticas educativas tienen que ponerse las pilas, pero también las familias y los equipamientos, con programas para niños más desarrollados- y, por otro, estamos con un gobierno con presupuestos prorrogados por el Estado que destina el 0.7% de los recursos a la cultura. Pero no por ello hay que conformarse y asumir lo que nos ofrecen sin mirada crítica, pero hay que recordar que el futuro musical de nuestro país no está sólo en manos de los políticos y los gestores, sino también, y, fundamentalmente, de todos nosotros, los melómanos, que debemos impregnar a quien nos rodea de nuestro entusiasmo y acompañar a los no iniciados en la experiencia estética. Todos tenemos nuestro grado de responsabilidad.
 
Sobre las políticas culturales desarrolladas en los últimos años, tanto Robert Brufau, director de L'Auditori, como Silvia Duran, directora de públicos del ICEC, están de acuerdo en que “se ha puesto mucho ladrillo y poco contenido”. La proliferación de equipamientos nacionales es una gran noticia, pero ahora faltan políticas que los doten de sustancia aunque “la falta de políticas da mucha más libertad al programador”, según Brufau. Pero hay que tener en cuenta que gran parte del presupuesto se lo llevan estos centros. La gran cuestión es: ¿cómo se cuantifica el valor de la cultura? ¿El esfuerzo de los creadores? ¿La satisfacción del usuario? ¿La calidad de las obras que se muestran?
 
La gran mejora que ha habido en los últimos años es que “ahora conocemos muy bien el usuario, porque tenemos acceso a datos más allá de las encuestas, que a veces son dudosas”, comentaba Duran. Además, se da el fenómeno de un cambio de paradigma en el management de los equipamientos: “Ya no depende todo de una dirección con todo el poder, sino que ahora se comparte mucho más la información y las responsabilidades y es bueno que sea así, porque el trabajo en equipo es fundamental”, remachaba la directora de públicos del ICEC. Quizás, una de las políticas que se puede recoger de los últimos años es que la cultura se ha hecho más accesible y esto conlleva una diversidad de públicos mayor, que, según Brufau, “es muy segmentado”: es muy difícil que un sinfónico vaya a Sampler Series o un de cámara a antigua”.
 
Además, según Brufau, en el mundo de la cultura “se justificará todo mucho; nadie piensa en qué parte de la lechuga que se come es subvencionado. Por qué las miradas siempre están puestas a la cultura?”. Al fin y al cabo, la política es poder que se traduce en dinero. Y esto afecta también a la paridad. En cuanto al acceso de las mujeres a la dirección, Brufau es muy optimista y pretende que, en cinco años, haya la mitad de mujeres directoras en L’Auditori. Pero un dato interesante a compartir es que “hay mujeres que no pueden venir porque están tan solicitados que están fuera de nuestro alcance económico”. Además, otro elemento para ser optimistas y que salió a debate a raíz de intervenciones del público es que la Junger Mahler Orchestra, la orquesta más importante del mundo de músicos jóvenes, la mayoría de la cuerda son mujeres. Y una noticia agridulce: en esta misma orquesta, la nacionalidad dominante es la española. ¿Por qué no somos capaces de retener el talento?
 
El fomento de la nueva creación es un pilar básico de las entidades públicas que, aunque se ven obligadas a ser más conservadoras y no asumir riesgos elevados, deben promocionar el talento joven. Según Brufau, y tal y como constatan Sampler Series, “la nueva creación no debe ser en forma de festival, sino con una programación estable”. La manera más eficaz que una obra de autor contemporáneo se toque a menudo es con el coencargo, con que L’Auditori es puntero. Sin embargo, todos estuvimos de acuerdo en que la ópera más importante del compositor catalán Héctor Parra, que, según la crítica, “es el Verdi actual”, no se vea en Cataluña próximamente.
 
En cualquier caso, a la pregunta de por qué no tenemos la programación del Barbican, Brufau es claro: “Por un lado, en Londres nos respeta mucho y, por la otra, todo debe seguir un camino, no podemos ser líderes de la noche a la mañana”. Duran recordaba que el Barcelona Obertura Spring Festival quiere contribuir a situar, aún más, Barcelona en el mapa del mundo de las grandes capitales de la clásica. ¿Lo conseguiremos?

Fotos: Club Wagner. Sílvia Duran, Aina Vega, Robert Brufau. Copyright: Mar Medinyà, Jeroni Oliva, Maria José Anglès.

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
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