Critica

La complejidad sonora de Russia según Fedosseiev

13-05-2019

El día 8 de mayo el Auditori de Barcelona recibió, dentro del ciclo de Orquestas Internacionales organizado por Ibercamera, la Orquesta Sinfónica Tchaikovsky bajo la batuta de Vladimir Fedosseiev, su director artístico, y el pianista Alexei Volodin como solista de la velada. Las piezas escogidas para la ocasión, piezas capitales del repertorio ruso de Tchaikovsky y Shostakovich.

El ciclo de orquestas internacionales de Ibercamera se lució una vez más con un concierto dedicado a la gran Rusia, protagonizado, como no podía ser de otra manera por un cast 100% ruso; la Orquesta Sinfónica Tchaikovsky se colocó bajo la batuta de su director artístico, Vladimir Fedosseiev y recibió el pianista Alexei Volodin para interpretar el Concierto para piano núm. 1 en si bemol menor, op. 23 de Piotr Ilich Tchaikovsky, pieza capital del repertorio para piano y orquesta.
El inicio del concierto fue realmente grandioso y pesado, muy pesado; la orquesta, que demostró una técnica casi impecable, también demostró estar al límite de la jubilación y, por tanto, era imposible olvidar que aquella pieza capital del repertorio romántico seguramente había sido interpretada por la orquesta una infinidad de veces. Sin embargo, y rehuyendo el debate sobre la originalidad de las programaciones, Fedosseiev y la Tchaikovsky demostraron un conocimiento absoluto de la pieza y, junto con Volodin, hicieron una interpretación poco atrevida pero bastante intensa.

Volodin, en perfecta armonía con Fedosseiev y la orquesta, tejió una interpretación de currículo, con unos ataques precisos y un trabajo armónico perfecto. Todo fue como la seda hasta que sonó un móvil en la platea. Las salas de Barcelona suelen acoger situaciones de este tipo, quizá porque la media de edad del público supera con creces los setenta y menudo, el público presente no conoce del todo los aparatos que tiene en el bolsillo. En cualquier caso, esta situación en concreto se agravó cuando Volodin, que estaba tocando solo en ese preciso instante, dirigió una mirada horrible en la sección desde donde provenía la melodía telefónica, e hizo una pausa cargada de odio que acabóun vez el móvil dejó de sonar, un par de minutos más tarde. Recuperados del horrible incidente sonoro, Volodin, Fedosseiev y la Orquesta reanudaron su magnífica interpretación sin otra interrupción.

Las últimas notas del concierto para piano núm. 1 dejaron el auditorio inmerso en un ambiente cargado de emoción y por suerte las personas presentes se espera que estas acabaran de sonar para empezar a aplaudir y lo hizo con tanto entusiasmo que Volodin salió para regalar a la auditorio una propina musical.

La segunda pieza del programa avanzó notablemente en el tiempo y se plantó a las puertas de la segunda Guerra Mundial; la Sinfonía núm. 5 en re menor, op. 47 de Dmitri Shostakóvich protagonizó la segunda parte de la velada y llenó el Auditori de una sonoridad implacable y compleja, haciendo vibrar todas las fibras de la sala.

Las sensaciones ya conocidas que despertó la primera parte del programa se desvanecieron para dejar paso al monstruo sinfónico de Shostakovich y sus melodías complicadas y relativamente poco habituales en Barcelona. El ataque, conciso y poderoso, de la orquesta en el primer movimiento – Moderato – sumergió el auditorio de lleno en una sensación grandiosa y de una complejidad armónica considerable. Y es que interpretar Shostakovich no es fácil. En este caso, tanto la orquesta como Fedosseiev parecieron recuperar fuerzas y entenderse a la perfección con la obra, haciendo lucimiento de un empuje y una electricidad que en la primera parte del concierto no pareció hacer acto de presencia.

El primer movimiento se desarrolló magníficamente y dio paso al segundo – Allegretto -, que fue atacado de manera precisa para una sección de cuerdas compacta y sólida, ya pesar de las ínfimas errores técnicos de algunos instrumentistas, como por ejemplo el desafortunado solo del concertino , los solistas hicieron gala de su interpretación. La maravilla sinfónica del primer movimiento fue dejando instrumentos atrás en el segundo, que toma forma de danza scherzante hasta quedarse sin vientos en el tercer – Largo -.

El tercer sirvió para descansar los oídos de los y las presentes en términos rítmicos pero también para hacer lucir la magnífica sección de cuerdas, que hizo una interpretación delicada contenida del movimiento, jugando constantemente con la elasticidad de la armonía y creando una tensión musical que casi podía palparse.

Por último fue el turno del Allegro ma non troppo o cuarto movimiento, que fue abordado energéticamente y con toda la potencia orquestal. Los vientos metal, que hacía un buen rato que se miraban sus compañeros sin poder decir nada, entraron con fuerza y ​​crearon una sensación que fue moviéndose entre algo bélico y algo más bien cabaretístic y decadente, como si se tratara de una danza macabra. La complejidad del último movimiento de la sinfonía se fue desglosando frase por frase en manos de la orquesta y Fedosseiev, y se convirtió en algo vigoroso y potente, que dejó el Auditori inmerso en una sensación espléndida.

Los aplausos y las ovaciones no se hicieron esperar, y tras numerosas reverencias, Fedosseiev se volvió a colocar en frente de la Orquesta para ofrecer una propina musical, hecho bastante insólito en los conciertos sinfónicos. De esta manera se acabó de embolsarse un público que ya había embelesado a lo largo del concierto.


Fotos: Orquestra Simfònica Txaikovski, Alexei Volodin, Vladimir Fedosseiev. 
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