Òpera

Cuando las buenas ideas se convierten en algo insípido

15-05-2019

El pasado 13 de mayo, el Gran Teatre del Liceu recibió la producción de Les pêcheurs de perles, de Georges Bizet, dirigida por Lotte de Beer y estrenada el año 2014 en el Theater an der Wien. Los protagonistas de la velada: Ekaterina Bakanova como Léïla, John Osborn como Nadir, Michael Adams como Zurga y Fernando Radó como Nourabad. La dirección musical fue a cargo de Yves Abel.

El Gran Teatre del Liceu se abrió para recibir una producción excéntrica y extravagante de Los pescadores de perlas, pensada y creada por un equipo mayoritariamente femenino, algo poco habitual y más que loable. La producción, que llama la atención por varios motivos, fue estrenada en 2014 en un contexto muy diferente del de la Rambla barcelonesa: el Theater an der Wien. Es de suponer que la producción original, que ya de por sí partía de un libreto muy poco interesante y de una historia totalmente infumable, captó el ojo y el oído de los programadores y por lo tanto, es de esperar que contara con algún elemento extra que misteriosamente el público del Liceu no captó, ya que tal vez durante el traslado se perdieron los elementos que la hacían especial y admirable.

Empezaron a sonar las primeras notas y se hizo obvio rápidamente que la dirección musical no estaba en su mejor forma. Yves Abel, director invitado para la producción de Bizet, no consiguió en ningún momento resplandecer musicalmente, y si lo hizo, fue puramente casualidad. La orquesta mantuvo un tono poco interesante a nivel interpretativo, y a pesar de la belleza de ciertos pasajes de la obra, no destacó en ningún momento.

Durante la noche se fue desplegando la idea general detrás de la producción; la directora belga Lotte de Beer trasladó la acción de los pescadores de perlas del antiguo Ceilán dentro del contexto de un reality al más puro estilo “Supervivientes”. De esta manera se puede llegar a esconder lo absurdo del libreto y la poca gracia narrativa de este, o al menos se puede intentar. El equipo de de Beer quedó al completo con un diseño escenográfico de Marouscha Levy y un vestuario diseñado por Jorine van Beek.

Los protagonistas masculinos fueron el tenor John Osborn (Nadir) y el barítono Michael Adams (Zurga). Ambos aparecieron en escena como unos héroes televisivos, al más puro estilo guerrillero de pacotilla, con unos hilos de voz tímidos al principio pero que fueron tomando fuerza a lo largo de la noche para llegar con soltura al momento más conocido de la ópera, el dúo “Au fond du templo saint”. Ni que decir tiene que el público del Liceu arrancó con unos aplausos apasionados al terminar el famoso dúo, y lo continuó haciendo en todas aquellas partes de la ópera en que “hay que aplaudir”.

Después fue el turno de Ekaterina Bakanova, que en su debut en el Liceu interpretó Léïla, la protagonista femenina, que apareció en escena como tercera en discordia, un personaje misterioso que narrativamente no tiene más sentido que el de crear conflicto entre dos hombres que la desean y se prometen no llegar a las manos (un acuerdo al que se llega sin el conocimiento de la mujer en cuestión, como es de esperar). La soprano rusa regaló al teatro una interpretación bastante trabajada y agradable, y demostró tener una potencia vocal interesante.

De esta manera y rápidamente se fueron presentando las supuestas excentricidades de la producción. El coro, dividido dentro de una vivienda tipo colmena colocada detrás de una pantalla, sentado en frente de la televisión por donde se emite el reality, demostró cierta dificultad a la hora de seguir el hilo musical de todo lo que pasaba en el foso y en el escenario; el equipo técnico y ficticio de televisión, constantemente presente en escena, hizo más o menos agradables las situaciones en que poco pasaba; y finalmente las grabaciones de vídeo que mostraban acciones extemporáneas a la narración. En este punto se hizo patente la traducción de la producción al lenguaje “liceo”, un hecho totalmente deplorable que podría describirse perfectamente diciendo su: buena idea, muy mala ejecución.

Los vídeos que se mostraron a lo largo de la representación plasmaron el atraso del Liceo en términos de modernidad en su sentido más amplio. Las grabaciones mostradas durante la representación, que hicieron reír algunas partes del público presente, hicieron caer la cara de vergüenza del resto. El hecho de que en una producción profesional se haga tan mal uso de los recursos que se tienen a mano y se pretenda innovar barriendo continuamente para casa, es un error imperdonable. Las primeras grabaciones que aparecieron en escena habían sido grabadas en las escaleras del antiguo Conservatorio del Liceo de una manera poco original y con una dirección actoral muy pobre. La segunda grabación, un conjunto de entrevistas supuestamente a pie de calle y grabadas en el mercado de la Boqueria, mostraron al público fiel todas aquellas personas que forman parte del teatro (personal de oficinas, técnicos y un largo etc) haciéndose pasar por … actores, tal vez? Fue en este momento, justo a punto de terminarse la segunda parte del espectáculo, que muchos de nosotros quisimos ser fuera del teatro. Es vergonzoso que una institución con este poder económico y supuestamente también creativo haga uso del personal de oficinas a modo de humor para poner en escena una producción internacional. No hay dudas a la hora de afirmar que un grupo de estudiantes de cualquier ciclo formativo de la ciudad habrían hecho un trabajo al menos más interesante.

Es de suponer que la producción original contó con unas grabaciones diferentes, teniendo en cuenta que en este caso eran tan extremadamente personalizadas que rayaban el egocentrismo liceísta, es por este motivo que anteriormente se hacía referencia a una especie de “lost in translation”. Lo que aún no se entiende es porque se siguen desenterrando libretos e historias tan mediocres cuando la historia de la música está llena a rebosar de obras interesantes y maravillosas que no se han visto nunca o que han disfrutado demasiado poco tiempo de la éxito fugaz de una sala de teatro.

Fotos: Gran Teatre del Liceu

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