Critica

El secreto de un buen matrimonio

22-05-2019
Los Amigos de la Ópera de Sarrià han cerrado este fin de semana su quinta temporada, felizmente y con un extraordinario éxito, con Il matrimonio segreto de Domenico Cimarosa (hay que criticar el error imperdonable de atribuir la obra a Rossini al programa de mano). Una partitura que ya no tiene nada de ópera de cámara y que ha supuesto el salto de la compañía a un título de más consistencia y complejidad a diferencia de aquellas obras presentadas hasta ahora. Desde estas líneas queremos felicitar enérgicamente el resultado de un trabajo que con pocos recursos ha dado un resultado admirable, fascinante y divertidísimo.
 
Cimarosa estrenó la que sería su ópera más importante, llegando su componer un centenar más, el 7 de febrero de 1792 en Viena. El emperador, Leopoldo II (aquel para quien Mozart había compuesto La clemenza di Tito sólo unos meses antes), quedó tan entusiasmado que, tras invitar a cenar a toda la compañía, pidió que la ópera se volviera a repetir, siendo el bis más extenso de toda la historia de la música. La obra triunfó en toda Europa (tanto Rossini como Verdi se confesaron grandes admiradores) y más o menos se fue representando de forma aislada hasta nuestros días. Desgraciadamente en los últimos años parece haberse convertido en una rareza en las monótonas temporadas operísticas. En Barcelona llegó muy pronto, en 1793, el entonces Teatro de la Santa Cruz (el hoy ruinoso Teatro Principal, lamentablemente). En el Liceo, muy tardíamente, en 1916, siendo las representaciones de 1989 las últimas del teatro.

La trama presenta los típicos líos de farsa italiana en torno a una pareja de enamorados que debe mantener en secreto su matrimonio por miedo a la temible reacción paterna, decisión que aún complicará (y de qué manera …) las cosas. La partitura está repleta de números de conjunto absolutamente extraordinarios que la acercan a las mejores páginas del genio de Salzburgo.

Para las representaciones en Sarrià, la Orquesta Barcelona Concertante (más nutrida que en otras ocasiones) estuvo dirigida como de costumbre por Assunto Nese. Añoraremos un sonido más dúctil en la sección de cuerdas, con una afinación en muchos momentos dudosa, pero la mayoría de episodios solistas sonaron con gran corrección, con especial atención al clarinete, no sabemos si de Eduardo Javier o Laia Queralt. La dirección de Nese se mantuvo atenta y climática durante toda la larga partitura, a pesar de pequeños desajuste con el escenario en algún concertando de gran complejidad.

El competente y muy compacto reparto se benefició de unas voces jóvenes, muy buenos actores y con un estilo impecable. La pareja de enamorados, Carolina y Paolino, fueron la soprano Céline Mellon y el tenor Stefano Sorrentino. La primera encisó por su voz brillante y la picardía en su actuación. El segundo dispone de una voz importante no suficientemente controlada para extraer unas sonoridades más agradables, indispensables en esta música de regusto rococó; a nivel escénico tuvo una gran actuación.

Juan Carlos Esteve fue el temible (y cómico) padre. Voz poco robusta que el cantante suplió con el mejor estilo de basso buffo, donde su hilarante prestación llegó allí donde el canto se veía limitado. Quizás su caracterización, demasiado juvenil, podría haber sido más cuidada por el equipo escénico.

Muy gratificante fue escuchar el Conde Robinson de Yevgeny Chainikov, con una voz mucho más importante que la del anterior y que nos hizo dudar en las diversas escenas compartidas, quién era el bajo y quien el barítono. Una vez más, actuación totalmente satisfactoria, con gracia e ingenio.

No descubriremos aquí la gran voz de Laura Vila (Fidalma), una rara avis de voz oscura y acontraltada a la que seguimos de cerca. Graves rotundos y una coloratura impecablemente realizada, fue un lujo en la parte de la tía de Carolina, a quien casi manga el marido.

No nos olvidemos tampoco del Elisetta de Anna Niebla Guarinos, de quien nos gustó mucho tanto a nivel escénico (con una histérica escena final con stick de hockey incluido) como vocal. Sólo tenemos que lamentar la supresión de su bellísima aria “Se han vendicata” que nos hubiera permitido disfrutar aún más del talento de esta joven soprano catalana.

Nuestro aplauso más efusivo para todo el equipo escénico: Anna Ponces (dirección de escena), los alumnos de la ELISAVA para la confección del montaje, el vestuario vintage años 20 de Nuria Cardoner y la sorprendente iluminación de Ramón pascual. Pocas veces hemos visto un espectáculo tan exitoso con una utilización tan limitada de medios (unas hojas de metacrilato y poco más). Oleremos gran talento, ideas interesantes y actuales que magnifica aún más la gran partitura de Cimarosa. Bravi tutti!

Fotos: Antoni Bofill.

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