Critica

Guix y Glass, dos poetas sonoros en el Palau

21-05-2019

El próximo 29 de mayo se cierra el Cicle Philip Glass con un concierto en el Palau de la Música Catalana que establece una dialéctica entre el compositor norteamericano y el otro compositor invitado, el catalán Josep Maria Guix, que estrenará una obra para la ocasión de la mano del consolidado ensemble bcn216, dirigido por Francesc Prat.

“Hay compositores líricos y épicos, y yo me siento más poeta que narrador”, afirma Josep Maria Guix, compositor invitado del Palau de la Música Catalana. Podríamos decir lo mismo del otro, Philip Glass, que, a pesar de surgir de una escuela totalmente diferente y perseguir un ideal artístico que va en otra dirección, encontramos, en los dos autores, equidistancias. Su poética es la de la contemplación de las ondas sonoras, el respirar de los colores, el latido de la luminosidad armónica o el viaje lírico hacia unas sensaciones que son siempre nuevas, pero que a la vez las re-conocemos. Además, ambos compositores comparten una misma predilección por el piano como instrumento central de su corpus creativo y cierto interés por lo exótico -hinduismo Schopenhauer en el caso de Glass y japonismo en el caso de Guix.
 
La atmósfera que te atrae inexorablemente hacia una contemplación de la Belleza y cierto uso del ritmo como elemento que fluye de las texturas sonoras y no de una necesidad estructural son, entre otros, elementos que encontramos en José Maria Guix que, a la hora de componer una obra, lo que le importa es “creérsela” y que haya un “impulso estético” que le mueva a trabajar en aquello. “Es una mezcla de autoexigencia, perfección y autocrítica”, afirma el autor, reconocido por su finísimo trabajo y especial cuidado por la resonancia. Como él mismo afirmaría, “tal y como concibo la composición, hay un impulso inicial y el resto es una resonancia muy elaborada de este impulso”. Sus obras navegan, como lo hacen las de Glass, por este mar (donde se encontraría la playa de Einstein) donde las sensaciones se van ensanchando con un movimiento constante, que no siempre se percibe, y que conduce hacia la nada, el fin de la pieza, pero, al mismo tiempo, se recrea en esa nada llena de significado sensitivo e intelectual. En Guix, el elemento que da coherencia a su obra es la armonía y el timbre, además la falta de un sentido rítmico, así como la belleza debe ser una consecuencia de su trabajo como artista.
 
El compositor estadounidense Philip Glass, a menudo asociado al minimalismo (o, mejor dicho, a la “minimal music”) de La Monte Young, Terry Riley y Steve Reich, ha renegado menudo. Prefiere definirse como “el músico de las estructuras repetitivas” concepto que, si no lo matizamos, puede parecer equivalente a aburrimiento y monotonía. Es indudable que, sin embargo, emplear el concepto “mínimo” es indispensable para entender Glass. Su música utiliza muy poco material musical y recurre a la repetición para infiltrarse en la conciencia de los oyentes, facilitando la comprensibilidad. Este era un concepto clave para Schönberg que reconocía que, cuantas más veces escucharemos una secuencia, más probabilidades de comprensión hay, porque el cerebro tiene varios intentos para procesar el hecho musical en cuestión. Si en Schönberg todo pasa muy rápido y de forma yuxtapuesta y, por tanto requiere una audición atenta y continuada, hecho del que él era consciente, la música de Glass nos aparece como una buena compañera de viaje desde el minuto 0. Su música es diatónica, si bien algunos enlaces armónicos son osados, pero nunca llegan al extremo y la sonoridad siempre se nos aparece como amable. Recurre a menudo a la repetición de intervalos con una suave base armónica y su música goza de la brevedad reiterada con una elegancia melódica que te deja inmersa en su mundo. Los cambios son lentos y progresivos, utiliza la tríada mayor y menor con frases largas y muy líricas que le confieren un aura de Belleza. El ritmo raramente te sustraerá de la calma, es decir, el uso sincopado es muy restringido-, aunque no deja de utilizar los accelerandi y desaccelerandi para dar alma a la música que, a pesar de ser bastante plana, a golpes goza de un uso muy meditado y efectivo de los reguladores. Todo ello nos adentra en una atmósfera envolvente de la que es difícil de salir.
 
Seguro que nos vamos a quedar atrapados por la fuerza sutil de las músicas de Guix y Glass, que escucharemos de la mano del ensemble bcn216 bajo la batuta de Francesc Prat. Disfrutaremos de On reflection, Drizzle Draft, Watermark, Jardín seco (estreno) y Vent del capvespre, de Josep Maria Guix (1967), y de Philip Glass (1937) escucharemos Orbit y Cuarteto núm. 3, “Mishima”. Veremos si somos capaces de percibir todos los matices que asimilan al tiempo que distinguen estos dos grandes compositores.

 
Fotos: Josep Maria Guix (Ester Roig), Philip Glass, Francesc Prat.

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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