Critica

Seong-Jin Cho cierra la exitosa temporada de la Sinfónica Camera Musicae

02-06-2019

El domingo 9 de junio a las 17.30, el Palau de la Música acoge el último concierto de la temporada de la Orquestra Simfònica Camera Musicae con el pianista Seong-Jin Cho para interpretar Chopin, con una segunda parte de infarto con la Quinta de Beethoven dirigida por el maestro Tomàs Grau.
 

Me parece que podemos afirmar rotundamente que esta temporada de la Orquestra Simfònica Camera Musicae ha sido todo un éxito. A la hora de hablar del éxito, hay que considerar que hay muchos factores que intervienen: el trabajo, el dinero, el equilibrio emocional y afectivo, la satisfacción y realización personal, el hacer el bien a los demás, la coherencia personal, la voluntad de servir al país. Depende del día, el orden de prioridades va cambiando, como los cuadros de Monet según la hora de la jornada en la que están pintados. Pero hablando de una orquesta, lo que significa tener éxito? Pues eso, ser honestos con el sonido que se quiere conseguir, coherentes con la propuesta artística, recibió el apoyo de las instituciones y los mecenas y ser valorados por el público y la crítica. Pero, sobre todo, disfrutar de este instrumento como músico integrante, solista o director, como en el caso de Tomás Grau, que ha situado la OCM en el Olimpo de las orquestas catalanas y ha dejado bien claro, a través de una programación coherente y meditada, que ésta, la Camera Musicae, es una orquesta sinfónica. Y de primer nivel.
 
Lo demuestran la serie de obras interpretadas a lo largo de la temporada, con una intervención importante de músicos para producción, así como el trabajo -siempre ilimitado- en la calidad del sonido y una extrema musicalidad muy mediterránea. Han paseado por la sala modernista obras sinfónicas de autores que van desde Bach, Händel, Haydn, Mozart, Schubert, Schumann, Strauss, Brahms, Rachmaninov, Mussorgsky, Piazzolla, Ginastera, Stravinski, Orff, Sibelius a Dvorák… y Beethoven. Un catálogo muy completo, con inevitable predominancia romántica, que es cuando la orquesta se emancipa como instrumento solista y explora sus potencialidades sonoras.
 
Precisamente la última pieza que interpretará esta temporada la OCM será la Quinta Sinfonía de Beethoven, que escucharemos el próximo domingo, y responde a los elementos a los que se ha hecho énfasis esta temporada. Podemos aventurar que la OCM, que se adelanta a la celebración del 250 aniversario de Beethoven, tendrá un sonido depurado y auténticamente meridional, cálido y envolvente, expresivo y con mucho afán de comunicación. No añadiremos gran cosa sobre una de las obras más icónicas del compositor más icónico del Romanticismo, pero sí hay que destacar la fuerza que desprende esta obra, estrenada en el Theater an der Wien en 1808, y que presenta, seguramente, el motivo musical más popular de la clásica, con un imperativo fortissimo que ha quedado en la historiografía como el “Schicksal-Motiv” (motivo del destino), toda una premonición de lo que serían, para Francia, las guerras napoleónicas: una catástrofe nacional. En realidad, el motivo del destino es la irrefrenable voluntad del Sacro Imperio Germánico -Alemania aún no se había unficado- de alcanzar la hegemonía musical en Europa, en paralelo a la política. Beethoven representa, como Jano bifronte, el triunfo del absolutismo, primero, y la búsqueda de libertad de los pueblos, después, una transición que se produce entre la quinta y la novena, momento en que el concepto Herder de Volkgeist ya está arraigado en los artistas, entre ellos, Beethoven.
 
Si Beethoven inventó el arte de la sinfonía y lo llevó a su máximo apogeo, Frédéric Chopin es el gran romántico del piano. Ha generado una gran cantidad de literatura de gran finesse para este instrumento, por eso es tan interpretado en los conciertos para piano, por su equilibrio entre el virtuosismo y la elegancia, la intimidad y el fervor, la técnica y el sentimiento, que te atrapan desde la primera nota hasta la última. Su melodismo es depurado, intenso ya la vez sutil hasta que vienen los fuegos artificiales que nos hacen latir el corazón con otra intensidad. El Concierto para piano y orquesta núm. 2, op. 21, destaca por el equilibrio entre la fuerza de la orquesta, que presenta una introducción extensa con un trabajo interesante en las texturas y un piano que nos adentra en una atmósfera nocturna, fresca, estimulante y donde hay un equilibrio entre los momentos de más lirismo y los pasajes virtuosos. Hay un intérprete de extrema sensibilidad y una técnica muy asentada, como es el caso del joven Seong-Jin Cho que, con un talento abrumador y una musicalidad innata ha embarcado rápidamente en una carrera de proyección mundial y es considerado actualmente como un los artistas más singulares de su generación. Su juego reflexivo y poético, asertivo y tierno, virtuoso y rico en colores combina estilo y pureza, impulsado por un impresionante sentido natural del equilibrio. Nunca se puede aventurar si un concierto será un éxito, pero lo que sí podemos asegurar es la constante búsqueda del sonido redondo, compacto, expansivo y con capacidad de remover las emociones. Si además le sumas un solista de lujo, sólo hay que hacer números.

 

Fotos: Seong-Jin Cho, OCM

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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