Critica

Suena una remota armonía en el Liceu

04-06-2019

Del 9 al 28 de junio el Gran Teatre del Liceu presenta Tosca, de Giacomo Puccini, con Liudmyla Monastyrska y Tatiana Serjan. Este apasionante ejemplar del género operístico situado en la Roma de 1800 en el contexto de las guerras napoleónicas habla de un amor sincero entre un pintor revolucionario y una cantante encantadora.

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Giacomo Puccini ya había trabajado con Luigi Illica y Giuseppe Giacosa en su Bohème, y repetiría con Tosca, estrenada en el Teatro Constanzi de Roma el 14 de enero de 1900. Así se cerraba el siglo de la experimentación armónica y formal y nacería una era de estudio y búsqueda de los límites no sólo del propio sonido, sino de las posibilidades de los instrumentos y los intérpretes, así como la constante exploración de las técnicas de notación. Si en algunas ocasiones hemos dicho que La bohème es una ópera que se encuentra entre el impresionismo y el positivismo, Tosca está impregnada por el ambiente fin-de-sciècle que convierte Europa en un quebradizo sonoro y visual en el que cada nación manifiesta su carácter propio bajo un mismo signo: der Zeit, ihre Kunst, der Kunst, ihre Freiheit. El arte que se adecua a la época es el del cromatismo y la explotación del leitmotiv, la potencia orquestal, la veracidad del drama y una belleza de provocación, siguiendo a Eco, en este caso, para presentar a Floria Tosca, un personaje de alto voltaje, dotada de valentía y entusiasmo, que cree en el amor y en la bondad y no se deja torcer fácilmente. Es una artista que se ve abocada al abismo por una desgracia personal causada por la situación política enmarcada los días 17 a 18 de junio de 1800, en plena invasión de Napoleón en Italia, concretamente en la Batalla de Marengo, detrás de las ideas revolucionarias de Angelotti y su querido Cavaradossi, progresistas y liberales ( “volterianos”, por la afinidad a las ideas de la Ilustración) frente a los poderes fácticos de la iglesia y los monarcas absolutistas.
 
La ópera de Puccini pasó por ciertas vicisitudes antes de poderse llevar a cabo. El libreto de Illica y Giacosa se basa en La Tosca, de Victorien Sardou, protagonista de la que encarnó la emblemática Sarah Bernhardt, que enamoró a Puccini en Milán en 1887. Rápidamente pidió a Ricordi que le obtuviera los derechos, pero en 1893 fueron otorgados a Alfredo Franchetti, sin éxito, sin embargo, porque la única Tosca que conocemos es la del genio de Lucca.
 
Esta obra se estrenó en Roma (en el Teatro Constanzi, precedente del actual Opera di Roma), como no podía ser de otra manera, dado que los hechos ocurren en la ciudad del Tíber. El primer acto se desarrolla en Sant'Andrea della Valle, el segundo en el Palazzo Farnese y el tercero en el Castello de Sant'Angelo. Nos cuesta imaginar lugares más emblemáticos de la capital italiana. Tosca es una oda a la belleza de la historia de la ciudad eterna que, el 1900, rememorando los hechos del 1800, se convertirá en un precedente avant-la-lettre del gran conflicto europeo que cierra oficiosamente el diecinueve, la Primera Guerra Mundial.
 
La música de Tosca es de un verismo maduro que no oculta la influencia wagneriana, con el uso del leitmotiv, pero sin desarrollarlo según la acción, sino que se mantiene inalterable a lo largo de la ópera, que también es muy verdiana. El tejido armónico es tan rico y colorista que lo hacen muy impresionista, al tiempo que disfruta de cierta austeridad pregona que siempre se agradece. Sin embargo, presenta mucha potencia sonora y una energía alentadora para dialogar con los personajes y dotarlos de mayor entidad. Presenta, más que en otras óperas, una música oscura, con momentos de atmósfera trágica que no oculta el contexto político. Las voces presentan melodías inolvidables como la “Recondita harmonia” o “Vissi d'arte”, con un grado de exigencia para los cantantes muy destacado.
 
Los personajes de Sardou, Illica y Giacosa tienen bastante profundidad. Floria Tosca es una cantante de gran relevancia en Roma hacia 1800 y está enamorada del pintor Mario Cavaradossi. Tosca no es lánguida y enfermiza como Mimì o Cio-Cio San o Liu, víctimas perfectas del melodrama ideal, además del lirismo y sufrimiento de cualquier heroína pucciniana, actúa, es celosa en extremo, mediterránea y religiosa, sí, pero capaz de asesinar quien se interponga en su camino. Requiere un papel de soprano lírica o lírico-spinto, con voz flexible y mucha personalidad escénica, y aunque el ámbito es ancho, la tesitura es aguda. En el Liceu la interpretarán Liudmyla Monastyrska y Tatiana Serjan.
 
Su amante, Mario Cavaradossi, es un pintor liberal que debe ser cantado por un tenor lírico que debe poder graduar la emisión hasta el pianissimo. Jonathan Tetelman y Roberto Aronica interpretarán muy bien la escena del interrogatorio, un ejemplo de estilo conversacional que termina con una música diegética, cuando Tosca inserta una cantata barroca en el contexto realista de la ópera. El Barone Scarpia, por su parte, es el malvado jefe de la policía vaticana en época contrarrevolucionaria, una voz donde cada acento y palabra está subrayado por Puccini con la intención de describirlo como una especie de demonio, tal vez sólo comparable al Iago del Otello de Verdi. Es cruel, sádico, lascivo, hipócrita, falso y abusa de los demás, actitud que no es más que una falsa pantalla de sus instintos sexuales devoradores. Tiene que mucha personalidad y una voz poderosa, además de credibilidad escénica como la que tienen Erwin Schrott y Lucio Gallo.
 
Mientras el Sagrestano es retorcido y reaccionario y suele ser cantado por un bajo buffo, pero con tesitura de barítono (en este caso el Liceu, interpretado por Enric Martínez-Castignani), Cesare Angelotti es un noble conspirador, fugitivo de la justicia, un breve papel de bajo con leitmotiv propio que será encarnado por Stefano Palatchi. Con Angelotti la música oscurece, porque es la clave musical de la tragedia. Completan el cast Spoletta de Francisco Vas, Sciarrone de Josep-Ramon Olivé, el Carcelero de Marc Pujol y el Pastorcillo del tercer acto, Inés Ballesteros. El Liceu presenta una versión con dirección de escena de Paco Azorín que cede todo el protagonista a los personajes, bajo la dirección musical de John Fiore y con la participación del Cor Infantil Amics de la Unió.


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 Fotos: Liudmyla Monastyrska, Tatiana Serjan, Giacomo Puccini.

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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