Critica

La belleza de la cambra

21-06-2019

El pasado día 19 de junio el Palau de la Música recibió la quinta edición de la Diada Pau Casals, una velada dedicada a homenajear al maestro e intérprete catalán que contó con el recital del Cuarteto Casals y un invitado especial, el violonchelista Alban Gerhardt . El conjunto de intérpretes se reunió para ofrecer una de las obras capitales del repertorio para quinteto de cuerda aprovechando que el mismo Pau Casals era un gran admirador de ésta.

Marta Casals, viuda del violonchelista homenajeado, inició la velada con un discurso y agradeció la presencia de las personas presentes, que no habían conseguido llenar la sala (quizás el hecho de cambiar la velada de día y hacerla coincidir con la Sinfónica de Viena y Leonidas Kavakos en el Auditorio no fue del todo acertada). En cualquier caso, el público presente recibió con ánimos el Cuarteto Casals, uno de los conjuntos de cámara más querido del país.

Salieron al escenario Abel Tomás como primer violín, Vera Martínez-Mehner como segunda, Jonathan Brown a la viola y Arnau Tomás al violonchelo. Una vez todos estaban sentados, los hermanos Tomás encendieron la tablet y el resto se colocaron delante del despliegue de partituras generales en versión miniatura. El sonido que salió del escenario los primeros segundos de la obra fue realmente mágico. La técnica, los instrumentos y la musicalidad de los intérpretes demostraron ser de un altísimo nivel, y nos hicieron sentir de lo más afortunadas por poder compartir una audición de este calibre en un espacio tan especial.

La primera obra del programa, el Cuarteto núm. 17 en Si bemol mayor, KV 458 de W. A. ​​Mozart, empezó como una exhalación. El sonido aterciopelado de los instrumentos y de los arcos barrocos que tres de los cuatro intérpretes usaron para la primera parte del programa aportaron un carácter de lo más delicado y suave a la sonoridad del primer movimiento. El cuarteto mozartiano se fue desplegando con elegancia y sin que ninguno de los intérpretes se despeinara. La complicidad entre los miembros del cuarteto se hizo evidente desde el inicio del concierto: en las miradas cómplices y las sonrisas entre unos y otros, en la comodidad interpretativa de cada músico y sobre todo en el conglomerado sonoro que se desprendía.

Después de una pequeña pausa el Cuarteto Casals volvió al escenario con el invitado de honor de la velada: el violonchelista alemán Alban Gerhardt, que se colocó como segundo violonchelo, frente a Vera Martínez, que se colocó como primer violín. La tranquilidad de la primera parte del programa quedó atrás y los intérpretes se adentraron en el dramatismo de Schubert y su Quinteto en Do mayor, D. 956, esta vez con unos arcos modernizados. La perfecta técnica de los músicos, la belleza del fraseo y el trabajo de armonías quedó al descubierto otra vez en lo que fue el disfrute de la noch,e sin lugar a dudas.

En el primer movimiento del conocidísimo y estimado quinteto de Schubert, Vera Martínez-Mehner se dedicó a dirigir el resto de miembros, que comprendían al instante cualquier pequeño gesto de la violinista. La sincronía entre los dos violonchelistas, una de las claves del quinteto, se materializó y convirtió el primer movimiento en una pequeña joya sonora.

El Adagio implicó un cambio de registro y ambiente drástico, los pizzicati de Gerhardt y la melodía sencilla y contenida de Martínez-Mehner estirando el tiempo como si se tratase de algo infinitamente flexible, convirtieron el segundo movimiento en algo increíblemente plástico e interesante a nivel sonoro. Las voces quedaron perfectamente amasadas, en perfecta sincronía, como si se tratara ya no de un cojín armónico sino de un colchón entero, y así se llegó al cambio de registro que hace despertar a los adormecidos, la parte central del Adagio que hace temblar toda la sala y que se construye sobre un bajo turbulento, dibujado por Gerhardt, que no encuentra la calma hasta el final del movimiento.

El empuje del inicio del quinteto es recuperada en el Scherzo, interpretado como si se tratara de una danza, preludiando el último movimiento. Las diferentes partes del tercer movimiento: Scherzo. Presto. Trio. Andante sostenuto son interpretadas como un catálogo sonoro, con una parte central que teletransporta el oído al Adagio y parece estirarse de nuevo sobre el colchón tejido magistralmente unos minutos antes.

Por último fue el turno del Allegretto – Più allegro, abordado por los intérpretes como una danza dinámica, ligera y clara en los fraseos. La respiración entre frases transformó la interpretación de los artistas en una narración musical fácil de seguir y de escuchar, y sin dejar de lado el dramatismo del compositor romántico, se fue desglosando el último movimiento de una manera casi preciosista, desgranando el sonido y la armonía sin perder la unidad musical. La complejidad del sonido que consiguieron en este último movimiento dejó atrás cualquier ensemble multitudinario, demostrando que la capacidad interpretativa de cinco músicos no pierde potencia ante una orquesta sinfónica y que, en las condiciones idóneas, hace que el oyente perciba la belleza de el cuarto en su estado más puro.

Fotos: Quartet Casals. Alban Gerhardt. 

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