Critica

Sobre la democratización de la ópera

21-06-2019

El pasado 8 de junio, el Gran Teatre del Liceu volvió a abrir las puertas exclusivamente a un público menor de 35 años, que pudo escuchar el segundo cast de Tosca: Tatiana Serjan, Roberto Aronica y Lucio Gallo encabezaron el reparto bajo la dirección escénica de Paco Azorín.

 

Estos días se está representando en el Liceu Tosca de Puccini, una ópera protagonizada por un pintor que ama más de lo que es capaz de pintar, una cantante con una voz que enamora y una celosía que aterra y de un personaje antagonista, un malo obsesionado que no admite ni quiere permitir ninguna derrota. Ya sabemos que la ópera es pasión y la pasión es humana – los sentimientos en general son algo por todos compartida – pero no todo el mundo se siente próximo a este género musical. Quizás es por el precio de las entradas, o bien por estigmatizaciones sociales, quizá por prejuicios sobre el argumento o la música o bien porque, sencillamente, no estamos acostumbrados; en cualquier caso, cuesta que los jóvenes frecuenten el patio de butacas del Gran Teatre del Liceu. Como todos los tópicos, en estas afirmaciones tan extendidas hay parte de verdad y parte de mentira:
 
«Es que la ópera es muy cara!»
Todo es muy caro cuando estudias y no trabajas, por eso ofertas como las de Under35 se agotan el mismo día que se ponen a la venta (y Tosca no fue una acepción). Es verdad que el Liceu hace esfuerzos para rebajar la media de edad de su público y encontramos ofertas interesantes para los menores de 29 años a lo largo de la temporada, pero también lo es el hecho de que, en otras ciudades europeas, los estudiantes tienen más facilidades para acceder a la ópera (y otras propuestas culturales!). Ni que hablar ahora sobre la importancia de la cultura en la educación, pero lo que está claro es que aún nos queda mucho camino por recorrer.
 
«Yo no me parezco a la gente que va al Liceu»
Fue realmente impresionante entrar y ver el tipo de gente que hacía charlar en el vestíbulo y en la escalera principal. Grupos de amigos que habían comprado la entrada a la vez y despistados que se habían encontrado de casualidad, melómanos expertos en Puccini y otros que no habían pisado este edificio. Estamos muy acostumbrados a ver un perfil de gente muy concreto ocupando las butacas de Platea y romper con esta dinámica debería ser, al menos, esperanzador. Ojalá que la sensación de democratización de este género musical no se quede sólo en eso, en una sensación.
 
«Siempre son tramas muy complicadas y cuestan seguir»
Sí, hay que haberse leído el argumento de la historia para disfrutar y entender los personajes que la protagonizan y no todo el mundo tiene la paciencia o el hábito de hacerlo. Es por ello que proyectar un pequeño tráiler animado antes de empezar seguramente fue una muy buena idea. El vídeo, adecuado para el ambiente distendido que se respiraba, arrancó alguna sonrisa entre los que conocían el desenlace final de la trama. Por otra parte, la escenografía a cargo de Paco Azorín también fue una apuesta por la fidelidad al libro y a la claridad del argumento: comenzó siendo más tradicional y realista al primer acto pero fue evolucionando a lo largo de los otros dos. Sin llegar a ser una propuesta rompedora, el juego de proyecciones en los retablos ayudaba a crear movimiento de escenario y las tres posiciones de la estructura fueron una buena solución para situar al espectador en la Iglesia de Sant'Andrea della Valle, en el Palacio Farnese y el castillo Sant'Angelo.
 
«Ostras, más de dos horas de música, las aguantaré?»
Tosca entra dentro de todos los cánones operísticos y el cast puso el listón bastante alto. Tatiana Serjan nos ofreció una Tosca con un timbre oscuro, conciencia de fraseo y unos graves punzantes, con la fuerza y ​​potencia dramática que requiere este papel. Roberto Aronica interpretó Cavaradossi en una actuación natural, cómodo en el escenario y brillante, bonito a nivel vocal aunque, en cuanto la proyección, se quedó un poco más atrás que su compañera de reparto. Lucio Gallo defendió el carácter mezquino de Scarpia con solvencia y elegancia y Stefano Palatchi le dio una voz aterciopelada, madura, profunda a Angelotti.
Si aguantan más de dos horas de música? El público se rió con las manías de la protagonista – «Ma … falle gli occhi neri! …» – aplaudió con creces después de los grandes hits – con la preciosa «Vissi d'arte» o la fatal «E lucevan le stelle »- y se levantó bastante satisfecho de su localidad una vez terminado el espectáculo. Si tuviera que destacar sólo dos momentos, sin embargo, hablaría del final del primer acto, con un ‘Te Deum’ que puso la piel de gallina, y el «O Scarpia, avanti a Dio!» final de Tosca, que siempre hace aguantar la respiración.
 
«Hace mucho tiempo desde la última vez que fui al Liceu…»
El debate sobre cómo acercar la ópera (y la cultura en general) no se termina aplicando políticas puntuales y va mucho más allá de una sola institución. Quizás un primer paso sería hacer extensivo el Under35 en todas las producciones de la temporada, tal vez pasaría por dejar comprar en línea y sin restricciones horarias las entradas a precio reducido para los estudiantes o quizás habría que establecer unos convenios más generosos con los centros educativos musicales de Barcelona (y alrededores!). Las campañas publicitarias del Liceo apuntan claramente hacia una voluntad de modernización pero Cavaradossi todavía tendrá que pintar muchas Magdalenas hasta que se consiga un cambio sustancial.

Fotos: Gran Teatre del Liceu
 

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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