Critica

Marc Migó: entre Europa y América

29-06-2019

El pasado jueves 27 de junio, el Ateneu Barcelonès recibió un concierto organizado por la Associació Joan Manén en el que Mark Prihodko y Anna Keiserman interpretaron a Schumann, R. Strauss, Ysaÿe y el estreno europeo de la Sonata Cerdanyenca, de Marc Migó, en un recital para violonchelo y piano.

La competencia era dura: Dudamel, la Münchner y el Orfeó Català en pleno actuaban en el Palau a la misma hora con la segunda de Mahler. Pero en el Ateneu teníamos un doble incentivo: un concierto para violonchelo y piano -formación favorita de quien suscribe las líneas- y, sobre todo, el descubrimiento de un talento nuevo: el compositor Marc Migó, que se ha formado a la Juilliard School of Music de Nueva York y dejó claro que la sonoridad de influencia americana tiene poco que ver con el academicismo europeo, con omnipresencia, en el caso de Cataluña, de compositores de la escuela francesa (Parra, Magrané, Giménez, Bagés…), además de la vienesa de Benet Casablancas o la británica de Raquel García-Tomás o Daniel Fígols, entre muchos otros.
 
Los intérpretes de la velada fueron el violonchelista Mark Prihodko, muy vinculado a la Juilliard y a Migó, y la pianista Anna Keiserman, acostumbrada al repertorio contemporáneo y formada en Rusia y América. Interpretaron una obra de Robert Schumann para oboe y piano (Tres romances, op. 94) con arreglo para violonchelo. Es una pieza empapada de melancolía pero, al mismo tiempo, con ese punto apolíneo de la música del compositor alemán, siempre al límite entre el estallido y la contención. El violonchelo fue expansivo y el piano dotado de aquel componente cristalino de la música de Schumann, a pesar de ser un gran exponente del Romanticismo, pero en su vertiente más íntima.
 
A continuación sonó la maravillosa Sonata para violonchelo y piano, op. 6, de Richard Strauss, con esta densidad armónica que llevará a los límites el Romanticismo. Es una obra muy expresiva donde el violonchelo adopta primero un tono cálido, para luego hacerse más brillante y que requiere un piano muy preciso para no ensuciar la masa sonora. Cabe destacar el gran empaste de ambos intérpretes, que explicaron muy bien las dinámicas y dibujaban la música con una sabiduría prematura fruto de las horas de vuelo con ensayos ininterrumpidos. El Allegro con brio acabó triunfal y se inició un Allegro ma non troppo muy elegíaco que se transforma hacia senderos más líricos para abandonarse al dramatismo, todo, interpretado con una personalidad artística de gran altura por parte del dúo. El tercer movimiento toma un aire más frívolo, con un cello que toca notas de vértigo con un ritmo animado y un piano siempre fiel y aportando la serenidad necesaria como contrapunto. Esta obra es un ejemplar muy sinfónico de la música de cámara, pero que ya se ajusta mucho al carácter straussiano.
 
El belga Eugène Ysaÿe, que vivió entre 1858 y 1931, tiene en su catálogo una de las obras para violonchelo solo más demandantes, a pesar de que el instrumento de cabecera del autor fuera el violín. Escrita en 1924, la Sonata para violonchelo solo, op. 28, es de una extraordinaria belleza que recoge toda la expresividad desbordante del Romanticismo pero se presenta, armónicamente, con influencias de la nueva música. Todos los violoncelistas, Prihodko incluido, destacan su gran dificultad, que requiere una interiorización muy asentada de una pieza apasionante y llena de sutilezas que demanda un intérprete con gran dominio de la técnica y mucha sensibilidad.
 
La inclusión de la obra de Ysaÿe toma más relevancia cuando sabemos que buena parte del fondo del compositor se encuentra en la Juilliard School of Music, donde se forma Marc Migó, el protagonista de la tarde. La Sonata Cerdanyenca es un dúo programático con el paisaje pirenaico de trasfondo. En la primera interpretación en Barcelona de esta obra se hizo patente que las influencias y la estética de Migó están muy empapadas del lugar donde ha estudiado, como es obvio, que, a su vez, son muy diferentes a la música de nueva creación de compositores catalanes con base en Francia, Londres o Berlín. Había belleza en la obra, una belleza sin complejos y nada disimulada e, incluso, diríamos que entra en los cánones post-románticos de occidente, pero con sutiles elementos de gran innovación. Se hizo patente que en Estados Unidos la formación es mucho más permeable y nada escolástica donde conviven diferentes estéticas, más o menos radicales. Es libertad o banalidad?
 
En el primer movimiento, “Al cap del ras”, que toma forma sonata, emergen, por parte del violonchelo, sonidos de la tradición cerdanyenca que dan un toque anacrónico a la sonoridad global y, posteriormente, el piano explora caminos más allá de la tonalidad. Es una obra muy expresiva con puntos de vivacidad que responde a una gran experiencia vital a pesar de la juventud del compositor. “La dona d’aigua” presenta un piano que se mantiene casi durante todo el fragmento en la zona aguda y con aire impresionista recordando el sonido del agua pura y fresca, mientras el violonchelo hace un discurso complementario, tal vez, representando la voz de la mujer. Ambos elementos se conjugan para hacer un viaje interno, casi ancestral, donde no faltan las contradicciones internas. En el “Intermezzo y Cadencia”, el violonchelo hace un lamento casi en silencio en un fragmento muy cromático al tiempo expansivo. Tanto piano como cello recorren un ámbito muy amplio hasta concretarse en un arabesco de gran virtuosismo para el violonchelo, un fragmento de lucimiento y de gran belleza. El piano responde picado, en segundo término. Y en “Excursiones”, los dos instrumentos hacen camino hacia nuevos senderos estéticos en forma de rondó. Es un viaje frenético y con disonancias, glissandi y un despliegue armónico que nos conduce a un final brillante. La ejecución de Mark Prihodko y Anna Keiserman fue profunda y apasionada, con un trabajo muy cuidadoso de la partitura de Migó. Una tarde exitosa y con grandes alicientes, música de gran calidad e intérpretes admirables.
 

Fotos: Marc Migó, Ateneu Barcelonès
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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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