Critica

Victor Jiménez: “Por fin tengo en mis manos la realización de un sueño, mi carta de presentación”

06-07-2019

El contratenor Víctor Jiménez acaba de presentar Bocatto di Cardinale, su primer disco, fruto de siete años de estudio y recopilación de materiales de toda Europa, para entender a su compositor de cabecera, Georg Friedrich Händel, un alemán que llegó a ser en Inglaterra, el máximo exponente de la lírica barroca italiana. El disco explora los orígenes del estilo y el genio de Händel en la corte de Roma, un caldo de cultivo que propició toda la genialidad de la época. La figura del cardenal Ottoboni, sobrino del Papa Alejandro VIII, es esencial para este ambiente, convirtiéndose en el máximo protector de las artes en Roma a finales del siglo XVII y marcando todo el siglo XVIII cultural italiano.

 
Bocatto di Cardinale es un retrato artístico de Víctor Jiménez que imprime el alma en cada nota y desprende gran musicalidad, sin contener la expresividad y con unos “agudos brillantes y unos graves de bronce” según la crítica. La expresión “Bocatto di Cardinale” puede parecer un error, ya que algunos lo escriben como “Boccato” razonando que debe venir del italiano “bocca”. Pero, lo cierto es que, según Jiménez “la expresión no existe en Italia más allá de la similar “boccone del prete”, que hace referencia a la carne más selecta de algunos animales. La frase, inventada en nuestra península para hacer referencia a las delicias sólo al alcance de la curia eclesiástica, nos ha servido de juego de palabras: las delicias, son la selección musical y el Cardinale, es Ottoboni “. Buscando la opción correcta -afirma Jiménez- “descubrimos que además de no venir del italiano, no sabemos exactamente su origen y eso también nos interesó”. Una de las teorías es que estos bocatto eran pequeñas delicias culinarias que la actriz Claudia Cardinale exigía comer en los rodajes, entre escena y escena, y que su peluquero Luca Cagliatti habría recogido en un supuesto libro llamado Bocatti di Cardinale con dos “t”. “Te confieso que pensamos que, como dicen los italianos, “se non è vero, è ben trovato” y que todo ello nos parecía muy divertido”.

El contratenor explica que “hoy en día tenemos la técnica tradicional, que bebe de los primeros contratenores surgidos en Inglaterra, donde los cantantes emiten con una línea muy pura y homogénea todo el registro y, por otro lado, las voces herederas de la tradición y formación digamos belcantista, o alla italiana, que no tiene miedo a los cambios de registro, de color, ni metales naturales”. Jiménez, que en los últimos años ha ganado más de una octava en su registro de pecho, afirma rotundamente: “No creo que tengamos que sonar al contratenor ideal. Yo soy de la opinión que tenemos que aceptar nuestra voz tal como es, en toda la extensión, utilizando todos y cada uno de sus colores y recursos expresivos”. Asegura que si te cuidas y no abusas, la voz se mantiene sana y bonita, y se puede utilizar de forma continuada en el tiempo.

Su repertorio demanda que sea, al mismo tiempo, un barítono y una soprano. Va hacia los extremos, pero: “a los extremos naturales de mi voz”. En realidad, su registro es de contralto pero muy brillante, natural y de gran proyección en toda su extensión. Cuanto más nos acercamos a la zona central, el timbre se manifiesta más esplendorosamente. Aunque se mantiene en la zona central y grave, su voz siempre suena luminosa. Jiménez hace una reivindicación de la técnica de la época del Barroco: “Entonces los cantantes buscaban la luz y la proyección, porque cantaban en salas donde la acústica era más bien seca, y lo hacían acompañados de grandes orquestas donde a veces, hay había más de 40 violines”.

El contratenor se ha convertido en musicólogo por la vía práctica y ha podido acceder a los planes de estudio de los castrados: “Doy libertad a mi vibrato a diferencia de la tradición reciente en la interpretación histórica. He aprendido como funciona, liberándolo o alterándolo en función de las necesidades expresivas de cada fragmento; siguiendo la praxis de la época”. Explica que, en la época, los castrati dedicaban una hora diaria a controlar y estudiar el vibrato i que la homogeneización de los registros de la voz es una invención bastante moderna“. En la época, había un cierto gusto para que la voz de cabeza fuera espectacularmente de cabeza y la de pecho, espectacularmente de pecho”. Le gusta justificar la coloratura i la aria de bravura desde un punto de vista filológico y hace una defensa del legato y el portamento, tan mal visto para algunos hoy en día. “He de admitir que a veces puedo exagerar y ser poco convencional, poco polite, pero hace falta imprimir personalidad y ser música, a la vez que actor. No estamos poniendo entre algodones una pieza de museo, si no que estamos intentando volverlo a la vida. Además, los contrastes, son una de las características intrínsecas del Barroco”, concluye.

Bocatto di Cardinale, “como el resto de mi discurso como artista, nace a partir de lo que me inculcaron mis maestros de canto”, principalmente, Francesca Roig y David Mason. Jiménez comenta que es de las primeras hornadas de contratenores “en que los profesores sabían que existíamos pero todavía no sabían muy bien qué hacer con nosotros”. Darse cuenta de que era contratenor era una consecuencia natural, ya que entró en el conservatorio antes de hacer la muda vocal como un niño soprano y siguió cantando así después (se presentó a las pruebas del conservatorio cantante la Reina de la Noche). Sus dotes naturales dejaron impresionados a los profesores de la escuela y el conservatorio donde primeramente se inició en el mundo del lied: “Conocer a Dieskau me marcó”. Después de tantos excesos vocales prematuros, a los 17 años hace una pequeña parada para dejar que la voz mudara. “Tras el descanso, vi que la voz seguía siendo similar, pero el canto era más óptimo”, afirma. Ahora, “por condena natural me dedico a la música antigua que adoro y voy en busca del sonido original”.

La trayectoria de nuestro contratenor no es lo habitual. Salió del Conservatorio del Liceu porque creía que tenía unas necesidades académicas y técnicas, que no se le estaban cubriendo satisfactoriamente. Por ejemplo, vio que lo que decían los libros de texto, no siempre era lo que él entendía de las fuentes que acababa consultando poco después. A veces “hay muchas fuentes de la época que se contradicen entre sí. Hay diferentes corrientes y gustos estéticos que convivieron en diferentes momentos de la historia. Encuentro que al final, el artista debe buscar lo que le es más próximo, su propia verdad”, porque “en las universidades, un va a aprender un lenguaje. Puedes ir a buscar un título y quizás una cierta estabilidad, pero si lo que quieres es ser artista o rescatar música olvidada, llega un momento que el trabajo te lo tienes que hacer tú”. A efectos prácticos, este disco es su graduación, porque ha sido musicólogo, productor, director, cantante y músico, todo cocido a fuego lento: “He sacado un disco después de 7 años de investigación, invirtiendo todo el que ganaba en los primeros años de carrera”. Cuando alguna discográfica se ha interesado por él y lo ha querido alterar, cambiando la selección del equipo musical y técnico o interviniendo en su concepto, ha preferido esperar. Lo registraron en 2017 en Girona en dos sesiones consecutivas de 10 horas seguidas sin descanso. “Mis músicos se pusieron sin saber si cobrarían porque creían en el proyecto y en mí. Dos años más tarde, y con el apoyo de Columna Música, “por fin tengo en las manos la realización de un sueño. Mi carta de presentación”.

Pronto, vio que su camino sería Händel el cual agrupó todos los estilos de Europa bajo un único discurso. Sus inicios son como organista. Con Telemann fue a Hamburgo donde terminó siendo clavecinista y director de orquesta hasta que, probablemente los Medici se lo llevaron a Florencia y de allí pasó a Roma, el centro del mundo: “Es donde él se formó y donde se encontraban todas las personas fundamentales para su éxito”. Especialmente, el Cardenal Ottoboni, sobrino del Papa, que lo puso en contacto con Scarlatti y le promocionó su formación. “Este disco es un tributo y una reconstrucción muy alegórica de la música de cámara ofertada secretamente a la corte de Ottoboni”. Se hizo construir por Filippo Juvarra el Teatro Ottoboniano (que ya no se conserva) donde pretendía hacer una reforma que influyó la música del resto del siglo XVIII. Era un laboratorio del arte, con tareas de conservación y patrocinio, además de ser el creador y/o protector de grandes academias, como la Accademia di Santa Cecilia. “Creo que es identificable una especie de estilo Ottoboni, y la banda sonora de Ottoboni constituye prácticamente el discurso musical del siglo XVIII”.
 
En efecto, en el Sei y el Settecento, Pietro Ottoboni se encontraba entre el mundo terrenal y el mundo celestial. Vivía en el Palazzo della Cancilleria que vivió una especie de neo-venetismo con la presencia en la corte de Matteo Fornari, Bernardo Pasquini, Giovanni Lorenzo Luli, Giuseppe Ottavio pitones, Flavio Carlo Lanciano, Filippo Amadei, Giovanni Battista Costanzi, Alessandro Scarlatti, el sopranista castrado Andrea Adami da Bolsena, Händel, Vivaldi o Arcangelo Corelli. Fue impulsor del drama para música: “Existe una fuerte dicotomía de origen cartesiano entre el pensamiento y la materia que permea gran parte de la Arcadia del primer Settecento“, afirma en las notas al disco Armando Fabio Ivaldi. Y continúa: “Bajo esta prospectiva, la producción operística de Ottoboni parece contener en embrión, el desarrollo de todo el Settecento operístico italiano: tanto con la planificación dramatúrgica construida en torno a la aria da capo que no muchos años más tarde reafirmó el mismo Metastasio “-y añade: “No es casual el hecho de que su Circo riconosciuto de 1736 muestre afinidad con el homónimo dramma per musica del cardenal “.

Todo ello se ve reflejado en el disco de Víctor Jiménez, donde podemos encontrar Alessandro Scarlatti y L’amante tacito H. 711, Giovanni B. Bononcini con impara a no dar fede, Antonio Caldara y Ahí: Qual sembianza è quella, Antonio Vivaldi y su Pianti, suspiri e dimandar mercede RV676, el propio Georg F. Händel, con Fra pensieri quel pensiero HWV 115 o Benedetto Marcello y su Lumi dolenti tempo è di piangere s. 180. En realidad, en opinión del contratenor, “estas cantatas podían intercambiarse el compositor, porque el estilo de uno recuerda o se inspira directamente, en el catálogo o genio del otro; encontrando en todas la génesis del posterior discurso compositivo de Händel”. Con este trabajo te das cuenta del genio, la capacidad de inventiva y el arte melodista de Händel, sintetizador de estilos. Jiménez lo explica muy bien: “Mozart es un prodigio porque fue por toda Europa sintentizando los estilos y recursos musicales, en un discurso compositivo propio. De alguna manera Händel, hizo lo mismo”. El propio Mozart decía que Händel “es el más certero de todos, cuando quiere tocar el alma de alguien lo hace como un rayo “.

Otro de los otros puntos de partida de este trabajo discográfico, es la última cantata: “Es una contrariedad en sí misma”. Marcello escribió Il teatro alla moda donde condena la praxis compositiva de la época. Compositores que escriben música sólo al servicio de la exhibición vocal, condena. Jiménez afirma: “Cuando encuentro por primera vez la cantata de Marcello, me parece ver lo mismo que condena en su libro y me apetece confrontarlo con su propio discurso. La última aria de esta cantata es la parte más endiabladamente imposible de cantar que había visto escrita en la clave de Contralto. Tenía que grabarla “.

Bocatto di Cardinale está maravillosamente cantado y concebido a base de estudio y meditación, explorando los límites de la propia voz del contratenor catalán. Es un documento fresco y sin complejos, en cierto modo rompedor porque desafía las propias herramientas del sistema académico y la industria, como la praxis vocal hegemónica. Victor Jiménez nos ofrece una experiencia estética auténtica y original, que bebe de las fuentes y se presenta con múltiples colores. Incluso, las imperfecciones son pura belleza porque son fruto de un artista. El contratenor está acompañado por el Ensemble Rigaudon, formado por Maike Burgdorf, cuerda pulsada, Ángel Villagrasa, clavicémbalo, y Dimitri Kindynis, violonchelo. Su trabajo es cuidado y está lleno de vida. El empaste entre la voz y los instrumentos es absoluto y esto es posible no sólo por el talento de que gozan todos, sino también por el trabajo meticuloso y el análisis profundo de las obras que ha hecho, con muchas horas de ensayos al espalda. La agrupación augura muchos éxitos.

Sin embargo, Jiménez habla abiertamente y afirma que “la industria puede ser muy cruel y ser joven y catalán a veces es difícil”. Además, “por haber salido antes del conservatorio te penalizan porque has dicho que no necesitas el sistema”. Hay a quien no le gusta que alguien haga un camino paralelo para que “como en todos los gremios, el canto tiene sus procedimientos y hay mucha gente que vive de esto”. Por tanto, el CD es una justificación, pero no sólo en Cataluña, sino también lo es de Pirineos para arriba donde “a veces se mira con recelo que no te den apoyo a tu propio país”. De hecho, Jiménez afirma que la profesión, nadie le ha ayudado significativamente a excepción del apoyo moral de sus maestros, del director de orquesta Jean-Claude Malgoire y en su momento, de Montserrat y Carlos Caballé. El cantante también es crítico con las políticas culturales: “Si salgo de la ecuación y lo miro objetivamente, veo que quizá en Cataluña tenemos este importante sentimiento de protección y relevancia hacia la cultura para que la propia se nos está negando”.


Fotos: Víctor Jiménez.

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