Foro Barcelona Clásica

La música, miniatura de eternidad

13-07-2019

El miércoles 10 de julio nos volvimos a reunir en el Club Wagner para celebrar el último Foro Barcelona Clásica de la temporada. “Música y belleza” fue el tema debatido entre el filósofo Martí Marimon, el físico Elio Ronco y Aina Vega, editora de ‘Barcelona Clásica’. Nos remontamos a los fundamentos de la cultura occidental para entender el ruido de hoy en día.

El concepto de belleza es fundamental para entender la Grecia Clásica. Homero, en La Ilíada, deja entrever que todo el conflicto entre espartanos y troyanos es debido a la belleza de Helena; después de todas las muertes, cuando Menelao va a buscar a su mujer, ella le enseña el pecho y la ira se aplaca y renace el amor. La amante y modelo de Praxíteles, Friné, es indultada en el Areópago tras haber sido acusada de asebeia. El motivo era que tanta belleza no podía estar asociada a la culpabilidad. En Platón, la Belleza pasa a ser una preocupación filosófica de primera magnitud, asociándola al Bien y la Justicia, que reinan en la cima de las categorías del Mundo de las Ideas. De hecho, para los griegos la belleza es objetiva ya que se puede cuantificar con el número phi y, de rebote, la belleza musical entra en el debate de forma nuclear en los pitagóricos, con su asociación de la altura de los sonidos a números y la melodía de las esferas. Por lo tanto, el poder de la música en la cultura griega trasciende el mundo fenoménico. Además, armonía asimila a sinfonía y los modos musicales están asociados a determinados elementos psicológicos. Sin embargo, Platón desconfía terriblemente de la música por su poder transformador, oscuro, y no en vano expulsa los poetas de la Polis. Pero justamente este poder transformador es lo que fascina a Aristóteles, que busca la belleza de la música en el coro de la tragedia ya que, con la catarsis, ésta hace de reguladora de los malos instintos de los ciudadanos. No será hasta Schopenhauer que la música volverá a tener un peso ontológico en la historia de la filosofía.
 
Pero antes, en la Edad Media, figuras como Hildegard von Bingen intentan demostrar cómo la música es el medio de comunicación con Dios porque refleja la armonía divina. En tierras germánicas, el Protestantismo y su consecuente iconoclastia hace emerger la música como la más sublime de las artes, también como expresión de la religiosidad. No será hasta Kant que se volverá a teorizar sobre la belleza en relación a lo sublime y, años más tarde, Schopenhauer vuelve al platonismo influyendo figuras como Wagner, que ensanchan el concepto de belleza en una época, el Romanticismo, en la que el artista, cansado de la sociedad, comienza a épater le bourgeois y se queda solo. La belleza ya no es orden, simetría y armonía y se convierte en medusea, acercándose cada vez más a la fealdad, que se prodigará como cualidad positiva a partir del siglo XX. Por lo tanto, como afirmaba un filósofo flixanco, “la Belleza, en Grecia, es la presencia sensible del Bien. En cambio, la Modernidad asocia la Belleza a la muerte y al mal”.
 
En el contexto de este marco conceptual, Elio Ronco venía decidido a hacer una apología de la fealdad poniendo de manifiesto que “por qué en otras artes como la pintura o el cine la fealdad es aceptada y en cambio en la música no?”. Caemos en la trampa de asociar belleza entretenimiento y por eso “hay que hacer un lugar en la fealdad como elemento de reflexión”. De hecho, afirmaba: “Como crítico vengo a defender la fealdad, pero como científico vengo a defender la belleza de las proporciones”.
 
Martí Marimon inició su discurso problematizando ambos conceptos, belleza y música. Recordó que la música es “la disciplina del arte más esencial”. Los griegos asociaban el arte a la técnica (tekné) y, por tanto, está al servicio del otro, a diferencia de la música, que es episteme y tiene un fin en sí misma. Lo que marca la diferencia en la música es la temporalidad y “los pensadores del siglo XX se han olvidado que esta experiencia estética se despliega en el tiempo”. El segundo problema viene con el concepto de belleza que auque “cuando menos todos sabemos a qué nos referimos cuando hablamos de ella no somos capaces de forjar una definición”. La música turba porque “los modos inciden en el ethos” pero, al mismo tiempo, es una purificación del alma a través de la catarsis que nos conecta con religiones mistéricas”. En realidad, la música “es un abismo ligado a la génesis del conocimiento”.
 
En la contemporaneidad, la belleza está muy sujeta al poder como el control de las discográficas de manera que, según Ronco, “la libertad sólo queda en el elemento performativo”. En efecto, como señala Marimon, “la música es un acto de comunicación generador de conocimiento” y Elio Ronco remachaba: “La música contemporánea es abstracta y se ha olvidado de la comunicabilidad”.
 
Uno de los puntos tratados fue: “Es importante que la música nos guste o no?”. Poniéndonos la máscara de críticos musicales, que todos ejercemos, estamos de acuerdo en que cuando salimos de un concierto no dejamos de sentirnos interpelados. Ciertamente, es difícil generar un juicio sobre un concepto que no renuncia a la aspiración de universalidad (Kant) y, por tanto, sólo nos queda el sentido común y “ser conscientes de que vivimos en una comunidad lingüística” (Marimon). Sin embargo, Martí Marimon, en un intento de definición, recordaba que “la música, según Bergson, es una miniatura de eternidad” y, al mismo tiempo, y desde un punto de vista sociológico, “una producción artística ligada al poder”.
 
La belleza se puede educar? Es decir, músicas o manifestaciones que a priori nos parecían “feas” pueden acabar gustándonos. El caso claro es la música de Schönberg, según comentaba Vega. “Lo que se puede entrenar es el criterio”, afirmó Ronco y Marimon se remitía nuevamente a la Grecia Clásica y la paideia, que se diferencia de las vanguardias en que estas crean “una nueva élite intelectual que busca la complacencia”. Sin olvidar que, por otra parte, al gusto del público ha asociado el poder y la necesidad de recuperar patrimonio.
 
Pero claro, de qué nos extrañamos? “Destruir la metafísica no sale gratis”, afirmaba Marimon. Destruye el juicio pero a la vez no podemos caer en el relativismo porque entonces destruimos el sujeto y, con él, a nosotros mismos. “Ahora, el juicio estético es una transcendalitat blanda y hay que superar el concepto de categoría. Estamos en una post historia decadente”.
 
Finalmente, la artista So Kan Lai, presente en el debate, afirmaba: “La obra creativa ayuda a vivir”, respondiendo a la pregunta de si lo que busca el arte es la autoexpresión. Marimon añadió que “la obra como generadora de sentidos es infinita”.

 
Fotos: Fòrum Barcelona Clàssica

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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