Critica

Essa-Pekka Salonen capitanea la Philharmonia Orchestra en el Palau

12-10-2019

El pasado lunes 7 de octubre Barcelona se llenó de música y la sección melómana de la ciudad tuvo que decidirse entre la Philharmonia Orchestra en el Palau de la Música y el estreno de ‘Turandot’ en el Liceu. Las quien decidimos hacernos por la primera opción nos sentirnos de lo más afortunadas, y es que el espectáculo auditivo fue algo casi metafísico, como dirían algunas.

El Palau de la Música se abrió de par en par para recibir los que habían elegido el sinfonismo por encima de los photocalls operísticos, y la Philharmonia Orchestra ocupó el escenario desbordado de sillas para recibir el director de la velada: Essa-Pekka Salonen, que subió al podio en medio de un aplauso que preludia el éxito de la velada. Y es que si el público barcelonés tiene una filia, es la pasión por todo lo que viene de fuera, sobre todo del norte de Europa.
 
Las primeras notas de la Sinfonía nº9, en Re mayor de Gustav Mahler sumergir el Palau de la Música en una espacio etéreo y ondeando que, según algunos sectores musicológicos, representa el latir del corazón enfermo del compositor. Sea latido o ondeo, el caso es que tanto la Philharmonia Orchestra como Essa-Pekka Salonen demostraron estar en perfecta forma y sintonía, y tejieron una atmósfera de fábula durante los primeros momentos del Andante comodo que, a pesar de las constantes interrupciones sonoras, consiguió llegar casi intacta hasta las últimas notas del concierto.
 
El catálogo sonoro del primer movimiento de la sinfonía, que parece viajar por diferentes parajes y espacios emocionales, testimonió el talento de la orquesta, que contaba con unos grandes jefes y jefas de sección, un elenco de intérpretes de un enorme talento y la mayoría de una obvia juventud. Salonen, al frente de todos ellos, se mostró del todo enérgico y capitaneó la orquesta con destreza a través de los pasajes más dramáticos.
 
Tras la enorme carga emotiva del primer movimiento, fue el turno del conocido Ländler o segundo movimiento, Im tempo herramientas gemächtlichen Ländlers (al tiempo de una danza cómoda); etwas täppisch und sehr derb (algo torpe y muy áspero). Las anotaciones de estilo camufladas de título y subtítulo se adentran en una especie de danza macabra que, a pesar de la supuesta inocencia del tiempo de vals, choca con la tormenta sonora que permanece aún del primer movimiento. Orquesta y director se tiraron de cabeza a las olas y capitaneado el acometimiento con mucha elegancia.
 
Una vez dentro del agua, el Rondo burleske fue abordado por la orquesta como una embestida y se fue transformando en una sátira burlesca y cabaretesca que fue atravesando atmósferas idílicas y románticas para volver a adentrarse en la danza frenética del inicio del movimiento. El brillo y el empuje de los metales, junto con unas secciones de cuerda calentadas y totalmente empastadas entre sí, hicieron del tercer movimiento algo digno de escucha.
 
Por último y tras el largo viaje, llegó el Adagio (sehr Langsam), según algunos, la despedida final del compositor moribundo. Los diferentes solistas, que ya se habían lucido a lo largo del concierto, volvieron a hacerlo en este último movimiento para recordar a las presentes que tanto el cielo como el infierno mahleriano los y las intérpretes de la Philharmonia lo tenían todo ganado. A medida que se fue desarrollando el movimiento Salonen y la orquesta fueron adentrándose en las profundidades del dramatismo sinfónico, estirando el tiempo y la armonía para crear un cojín de tal consistencia que hubiera sido posible palparlo.
 

Fotos: Essa-Pekka Salonen al Palau de la Música. 

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