Sinfónica

Concierto inaugural de “M’s”: Musicae, Mahler y Mendelssohn

22-10-2019

El próximo domingo 27 de octubre en el Palau de la Música Catalana, la batuta de Tomàs Grau abrirá a la nueva temporada 2019/2020 de la Orquesta Sinfónica Camera Musicae. Lo hará con el reconocido violinista Liviu Prunaru y un repertorio capital de la historia de la música: el último concierto de Mendelssohn y la primera Sinfonía de Mahler.

La Orquesta Simfònica Camera Musicae es una formación ya consolidada en el panorama musical nacional y que se proyecta también en el extranjero, en giras europeas y colaborando año tras año con figuras de relevo internacional. La temporada 2019/2020 se abrirá con un repertorio atractivo fijado en el periodo romántico y post-romántico y  la colaboración del solista Liviu Prunaru. La dirección del conjunto estará a manos de Tomàs Grau, que formado en el ESMUC y en Viena y graduado con la máxima calificación como director de orquesta, es su director artístico. El violinista rumano es análogamente un músico con una rica trayectoria. Su primera aparición como solista fue al 2008 con la Orquesta Real del Concergebouw de Ámsterdam pero, desde el 1999, cuando ganó el concurso Juilliard Mendelssohnm, actúa como solista a la Royal Philharmonic Orchestra y a la Sinfónica de Londres.

El Stradivarius “Paschound” que toca es un instrumento del siglo XVII y será quien de inicio a la melodía de uno de los conciertos más famosos del s.XIX: El Concierto para Violín en mí menor op. 64 de Felix Mendelssohn. Podríamos definirlo, como a menudo se hace de su autor, como uno de los “más clásicos de entre los románticos” y afirmar igualmente que es uno de los más bellos y admirados. El inicio del concierto es el primero de los detalles clave para entender la particularidad de la obra. El hecho que no sea la orquesta la encargada de presentar el tema principal sino el violín, es novedoso respeto el patrón clásico. Este es un ejemplo del conjunto de alteraciones que presenta la obra que, de todos modos no consiguen eclipsar el clasicismo de su formato. El concierto tiene una forma ternaria tradicional circular con un primero Alegro, un segundo Andante y finalmente el Allegretto.

Es una obra ágil para el oyente y exigente para el solista, considerada clave en el currículum de todo violinista. Un ejemplo donde confluyen ambos experiencias es la cadencia del primer movimiento. Este pasaje al oído del espectador ilustra la belleza del movimiento y al arco del violín demanda un buen intérprete. En este sentido, la concatenación de figuras rítmicas ternarias y cuaternarias exigen un altísimo control: interior del tempo, exterior del arco. Esta cadencia también es una de las injerencias anti-clásicas del concierto (aparece antes de la re-exposición del tema) y es seguida de otras como la coda escrita (no improvisada cómo se estilaba) o la continua inversión de roles entre violinista y orquesta (el instrumento acompaña el conjunto y no viceversa).

La lista de los cambios no se resume en el aspecto puramente musical sino también en la estética de la recepción, que cambió a raíz de los cambios en la partitura. El público de la época estaba acostumbrado a aplaudir entre cada movimiento, hecho que la nota del fagot sostenida entre el primer movimiento y el segundo impidió. Así se dibuja una línea de continuidad entre este primer momento flexible y ágil con el cambio de carácter del andante. Este tiene estructura de lied y salta a la dominante mayor. Mientras dura resuena el imaginario las romanzas sin palabras porque tiene lugar una modulación a La menor que con lo tremolo del violín crea un discurso melancólico. El tercer movimiento, que nace también en el anterior, devuelve la música a su carácter inicial. En Mi mayor renace el metal y se recupera, para ya cerrarla, la vitalidad y energía de la pieza.

La segunda propuesta del repertorio nos permite viajar desde un último concierto a una primera sinfonía. Se traza así una *ínea cronológica hasta uno de los exponentes del post-romanticismo: Gustav Mahler, con su sinfonía n.º 1, “Titán”. Al contrario que Mendelssohn, cuando estrenó la obra no disfrutaba de reputación ni admiración como compositor. Era, ante todo, un valorado director de orquesta que de forma atrevida escribió una sinfonía “radical”, demasiado distinta. El estreno no le brindó un éxito sino un rechazo, haciéndole ganar el epíteto de compositor loco. La sinfonía significó un punto tanto de crisis como de renovación de esta forma orquestal.

De un repertorio rompedor pero aún fiel al modelo clásico llegamos a una obra rebelde que descansa bien lejos de suaparente caos y locura. Es una sinfonía con cuatro movimientos de carácter dispar, donde no hay una narrativa circular sino un viaje vívido de la quietud a la explosión. En esta gradación intermedia emergen intertextualidades musicales: algunas con la obra del mismo autor y otros con el folclore. Sin embargo para abordar la sinfonía debemos indagar primero en su carácter programático. El compositor tildó la obra como “poema sinfónico en forma de sinfonía” y le puso el nombre de la novela “Titán”, además de dar nombre a cada movimiento. Las narraciones musicales y textuales se vinculan a la música programática, que tiene una larga historia pero caracteriza particularmente el periodo romántico y post-romántico. La expresión artística y por tanto también musical y literaria resultaron muy eficaces para canalizar el reclamo identitatario de los pueblos, el poder del destino, la fuerza de la naturaleza y relieve del sujeto. Así se nos han legado piezas como esta, que es puro desbordamiento expresivo.

Cuando Mahler lee la obra de Jean Paul, una novela a caballo de los siglos XVIII-XIX que tiene un componente del género Bildungsroman (novela de formación) y un tono romántico, lo hace de forma autobiográfica. Se identifica con el protagonista y su desengaño amoroso pero conecta sobre todo con la experiencia de este, puesto que el relato es sobrecogedor y subjetivo. En el primer episodio denominado Langsam, schleppend (“Despertar de la natura”) el oyente también se fusiona con el protagonista en su percepción del entorno. Una música descriptiva nos transporta al amanecer de un bosque. Entre el rocío, los rayos de sol y los animales despertándose para un nuevo día, el canto de un clarinete da voz a un cu-cut que permanece constante. El lied, Ging heut' Morgen über's Feld (“Esta mañana he ido al campo”), una obra que escribía contemporáneamente, se inserta en este contexto y canta a la contemplación de una natura bucólica y neonata.

El segundo movimiento Räftig bewegt, doch nicht zu schnell ( “scherzo poderosamente agitado pero no demasiado rápido”) no toma la forma de minué tradicional sino de ländler, con una melodía que será retomada en su futura composición del lieder Hans und Grethe; el trio que lo sigue, por el contrario, tiene la forma de vals lento. El contraste del papel de la cuerda entre ambos movimientos es muy destacado; el mantenimiento de los legato y melodías del primer movimiento se transforma en un continuo picado que con la ayuda del viento nos transporta a un amplio salón de baile. Ha habido un fundido en negro, un nuevo escenario.

Lo mismo pasa con un tercer movimiento Trauermarsch: Feierlich und gemessen, ohne zu schleppen (“Marcha fúnebre: solemne y mesurada, sin quedarse atrás”). Aquí toda la memoria musical (sobre todo folclórica) del compositor converge. Frère jacques abre el movimiento en tono menor y en forma de marcha fúnebre. El canon se apaga y revive como un llama a lo largo de todo el movimiento y en este movimiento continuo el calidoscopio musical deja espacio para un Klezmer (un género musical étnico propio de la comunidad judía). La melodía de este habla de un desengaño amoroso con una chica de ojos azules (Die zwei blauen Augen von meinem Schatz). Rápidamente, muta en una animada danza.

Este aparente delirio acaba con el inicio repentino del cuarto y último movimiento, Stürmisch bewegt (Agitato). Es inesperado y explosivo, como todo el final de la sinfonía. La desesperación del héroe estalla, se presenta la plenitud de un “corazón herido” en palabras de Mahler. Un héroe que aparentemente se había olvidado durante el camino. Esta aparente ilógica en las narraciones musicales y textuales de la sinfonía, como la rotura de moldes que implicaba, condensa la visión de Mahler sobre cómo tiene que ser una sinfonía, que ha “de representar el mundo”. El oyente, a través de lo que transmite la música, puede unir todas estas atmósferas diferentes e interpretar que son diferentes caras de este “mundo”. Es posible asimismo encontrar también una respuesta narrativa: el héroe durante su paso por diferentes espacios ha canalizado sus sentimientos hasta su culminación final. La narrativa musical también está presente. Hay una profunda cohesión: Desde el eco constante de los motivos que se van repitiendo a lo largo de la obra (entre los cuales destaca el cu-cut que actúa como pivote en todos los movimientos y líneas instrumentales) hasta las magistrales fluctuaciones del tercer movimiento. Cada movimiento tiene una historia propia y unidos relatan la típica odisea del héroe romántico

Tenemos ante un repertorio quizás no excesivamente denso, pero muy intenso. El Concierto para violín en mí menor op. 64 de Mendelssonh es una excelente elección pora inaugurar la velada. El bagaje y altísimo nivel de Grau, Prunaru y la orquesta hace que la interpretación de este concierto sea una apuesta exitosa y segura. La segunda parte del concierto con la “Titán” de Mahler pide una verdadera demostración de un amplísimo dominio musical. El abanico de habilidades interpretativas que se mostrarán tanto a nivel individual como colectivo será notable. Esta inauguración pues será un escaparate e introducción del que nos espera esta temporada con la Orquesta Sinfónica Camera Musicae.

Fotos: Liviu Prunaru (perfil web oficial); Representación de Mahler dirigiendo una orquestra; Orquestra Simfònica Camera Musicae (web oficial)

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Marta Girabal
Marta Girabal
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