Critica

El lied femenino en su magnitud. Amy Beach, las hermanas Boulanger y Ilse Weber en el LIFE Victoria.

31-10-2019

El pasado día 24 de octubre el Auditorio de Barcelona acogió un recital del festival LIFE Victoria de este año, dedicado a las compositoras y creadoras de la historia de la música. Los y las protagonistas de la velada fueron muchas y diversas; in situ un ensemble de lujo formado por el tenor Roger Padullés, el pianista Rubén Fernández, la violinista Marta Cardona y la violonchelista Laia Puig.
 

La sala 4 del Auditori se llenó sorprendentemente para recibir el tenor Roger Padullés acompañado al piano de Rubén Fernández, que iniciaron la velada dedicada a cuatro grandes compositoras nacidas entre los siglos XIX y XX: Amy Beach, las hermanas Boulanger y Ilse Weber en un programa del todo loable y necesario, integrado exclusivamente por obras de mujeres.
 
Los primeros lieds del recital estaban firmados por Amy Beach, de quien ya habíamos escuchado algunas joyas en recitales anteriores del mismo festival. Las piezas escogidas fueron las Three Shakespeare songs, op. 37, una pequeña muestra de tres canciones basadas en textos shakesperianos que se convirtieron en caramelos para los oídos de las presentes por su delicadeza estilística y su relativa sencillez. La primera canción, O mistress mine, where are you roaming, extraída de la obra Twelfth Night del autor inglés, sirvió como cálida bienvenida, mientras que Take, o take those lips away aportó la primera pequeña dosis de dramatismo, que tanto Padullés como Fernández bordaron a la perfección. Por último fue el turno de la fantástica Fairy lullaby, una nana interpretada maravillosamente que juega con tonalidades propias del turn de siècle occidental, tiñendo la melodía de un cierto aire cabaretesco.
 
Tras la felicidad casi volátil de los lieds de Beach, Fernández entonó las primeras notas de la Elegie de Nadia Boulanger, un lied sobre el texto de Albert Victor Samain. Padullés cambió de registro tout de suite y abordó la obra de Nadia con un gran dramatismo que fue in crescendo a través del resto de lieds escogidos, todos ellos anteriores al estallido de la Primera Guerra Mundial. Cantique, Soleils couchants y J'ai frappé demuestran la profundidad dramática de la compositora, que convierten los poemas de Maeterlinck, Verlaine y Bourguignon en obras de una gran solidez artística.
 
Como no podía ser de otra manera, la compositora que continuó con el hilo de la velada fue Lili Boulanger, de quien se escogieron cuatro lieds musicados a partir de poemas de Francis Jammes. Las cuatro canciones escogidas de la autora, que forman parte del ciclo Clairières dans le ciel, son contemporáneas al estallido de la Primera Guerra Mundial y por tanto tienen una aureola que las enriquece en cierto modo, al menos en cuanto a la potencia artística de éstas. La primera de ellas, Elle était descendue au bas de la prairie, aportó una pequeña dosis de optimismo que encadenó con Un poète disait que, lorsqu'il était jeune, para posteriormente entrar en un espacio solemne y espiritual con dos joyas de la autora, Au pied de mon lit y Deux Ancolies, ambas de una riqueza compositiva extraordinaria.
 
La primera parte del programa, interpretada por el dúo masculino, demostró un trabajo profundo de armonía, que ambos artistas parecieron dominar perfectamente, pero también una gran sincronía, que quedó acentuada por la magnífica interpretación del pianista vasco y las constantes muestras de entendimiento entre ambos músicos.

La segunda parte del concierto comenzó con Amy Beach, de quien se escogieron cuatro piezas escritas por poetisas, algo remarcable en la producción artística de Amy Beach que demuestra que las conexiones interdisciplinares entre las artistas no pertenecen al mundo de la mitología sino que menudo son la base de la creación femenina.
 
El Ecstasy de Beach fue interpretado maravillosamente por Padullés, Fernández y Marta Cardona, que se colocó en escena para hacer distraerse en todas las presentes con su intepretación delicada y fabulosa de la música y la poesía de Beach. Seguidamente fue el turno de la Chanson d'amour, en este caso el único lied de Beach sobre texto masculino. La violonchelista Laia Puig creó un diálogo precioso con el tenor y el pianista, que condujo los oídos de las presentes a través de las bellas palabras de amor del poeta romántico Victor Hugo.
 
El lied A mirage, sobre un poema de Bertha Ochsner, contó con la interpretación de todas las presentes en escena, tejiendo una armonía de gran belleza sobre las palabras de la poetisa norteamericana, que dejaron paso a las de Jessie Hague Nettleton y el su poema Stella Viator,is que Beach transformó talmente en un cuadro sonoro de gran potencia dramática. Finalmente, el Rendez-vous musicado a partir del poema de Leonora Speyer von Stosch sumergió la sala en un espacio casi fantástico, de dónde salen hadas y duendes. La música de Beach fue interpretada, una vez más, con una maestría excepcional para todas aquellas personas que se encontraban en escena y arrancó un aplauso fervoroso del público.
 
Finalmente y después de una pequeña pausa, se dejó atrás la relativa frivolidad de las canciones de amor romántico para abordar la música de Ilse Weber, una compositora de origen checo que murió en una cámara de gas de Theresienstadt cuando sólo tenía 23 años. El viaje que propusieron Padullés, Fernández, Cardona y Puig fue adaptado musicalmente para el conjunto que se encontraba sobre el escenario, ya que, como muy bien explicó el tenor, las canciones originales fueron pensadas y escritas para ser acompañadas de cualquier instrumento que se encontrara al alcance.
 
El pequeño tour histórico, que contó con las explicaciones concisas y totalmente necesarias de Padullés, empezó con la canción Ich Wandre durch Theresienstadt, un lied que describe el sentimiento y el espacio que ocupaba el campo de concentración de Theresienstadt, obra que sirvió para crear un marco imaginario por esta última parte del concierto. Continuaron con Ade, Kamerad, una canción de despedida que sumergió al auditorio en una tristeza profunda que se extendió hasta el final del concierto, y la siguió Und der Regen rinnt – y la lluvia cae -, un canto que Ilse Weber hizo el su hijo mayor, separado de ella y por tanto alejado de las miserias del campo. Después de esta pequeña dosis de optimismo fue el turno de la canción de cuna Wiegala, que acabó de estrechar los corazones de las presentes y los dejó hechos un puño.
 
Tal como explicó Padullés, la canción elegida para finalizar la velada fue la canción que Ilse Weber cantó a su hijo pequeño mientras se abrazaban y morían en la cámara de gas. El horror de tal hecho quedó embellecido por la música, delicada y sencilla, que la compositora creó para el texto que ella misma había ideado. No hay suficientes palabras para describir la mezcla de sentimientos que servidora sintió al escuchar las palabras y la música de la compositora checa, quizás es mejor dejarlo a la imaginación de las lectoras …

Fotos: Elisenda Canals
 

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