Òpera

5 razones para ver Doña Francisquita en el Liceu

01-11-2019

El próximo 10 de noviembre y hasta el día 17, el Gran Teatre del Liceu presenta una fresca versión de ‘Doña Francisquita’ de Amadeu Vives por parte de Lluís Pasqual, con María José Moreno y Celso Albelo, bajo la dirección musical de Oliver Díaz. Te damos 5 razones para ir a verla.

 

1. Recuperación del patrimonio

Doña Francisquita fue el éxito más clamoroso del compositor catalán Amadeu Vives, nacido en 1871 en Collbató. Especialmente exitosa en su faceta lírica, compuso zarzuelas como la que nos ocupa y otras como Bohemios, que también tuvo una muy buena acogida tanto en Barcelona como en Madrid, donde se le apreciaba mucho. Doña Francisquita no sólo triunfó rápidamente en España, donde se estrenó en 1923 en el Teatro Apolo de Madrid y, posteriormente a Barcelona (Teatro Tívoli, 1923; Liceu, 1933) sino que pronto se la apropiaron diversos territorios de Latinoamérica, y en los últimos años ha sido muy bien recibida por toda Europa. En este caso, la dirección artística de Christina Scheppelmann acertó incluyendo este tipo de repertorio a la temporada lírica del Liceu, ya que la zarzuela catalana cuenta con muchos seguidores y en los últimos años se ha podido disfrutar sólo escasamente. En este sentido, estamos seguros de que el nuevo director artístico, Víctor García de Gomar, seguirá apoyando el talento catalán.
 
Con Lluís Millet, Amadeu Vives fundó, en 1891, el Orfeón Catalán, y escribió obras de gran difusión y repercusión popular, como L’emigrant o La Balanguera. Vives era un hombre muy culto que nos ha dejado varios tratados y ensayos de estética musical. El Centro de Documentación del Orfeó Català contiene parte de los fondos del autor, formado por 56 partituras. Algunos pusieron en duda su compromiso con Cataluña, y él contestó: “Os aseguro que toda mi música es pensada y escrita en catalán; los de ahora no se pueden dar cuenta, pero algún día, cuando sea muerto, lo descubrirán quienes estudien sin prevenciones y por encima del ambiente de nuestro tiempo … “. Musicó textos de Àngel Guimerà, Jacint Verdaguer, Joan Alcover, y supo encontrar la colaboración de músicos como Gerónimo Giménez y se relacionó con representantes de la generación del 98, como Ortega y Gasset, Valle Inclán o Azorín.
 

 
2. Una historia de amor con final feliz

Como en la mayoría de óperas y zarzuelas, el tema principal de Doña Francisquita es el amor. En la obra hay la confluencia de varias tramas amorosas, protagonizadas por Francisquita y Fernando, que a su vez estaba enamorado de Aurora “la Beltrana”, pero por despecho, ella coquetea con Lorenzo. Por su parte, el padre del propio Fernando, Don Matías, es también pretendiente de Francisquita, siempre bajo los augurios de Doña Francisca, su madre. Después de varias vicisitudes, los jóvenes se pueden casar.
 
En el acto primero tiene lugar la presentación de los personajes y el planteamiento de la trama, que ocurre en el Madrid romántico, en un siglo XIX difuso y ajeno a los condicionantes políticos. Francisquita, enamorada secretamente de Fernando, consigue llamar su atención con su encanto. En el segundo acto festejan el Carnaval, y Vives juega con el recurrente tema de los disfraces para crear líos en la trama. Llega el momento culminante, y Francisquita y Fernando terminan declarándose su amor y el acto termina con ambos amantes bailando. Finalmente, el núcleo de los acontecimientos del tercer acto tienen lugar en un baile. Después de muchos equívocos y celosías, Don Matías entra en razón y ve que Francisquita es demasiado joven para él y acepta que su hijo se case, y Aurora se consola coqueteando con Cardona.
 

3. Basada en una obra de Lope de Vega

Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw se basaron en una obra de Felix Lope de Vega, La discreta enamorada, escrita en 1608, para su Doña Francisquita. Ambientada en el Madrid del siglo XVII, Fernisa pasea con su madre, Belisa, mientras que el estimado, Lucindo está en compañía de su padre, el capitán Bernardo. Inicialmente parece que padres e hijos se han de emparejar, pero en esta comedia de enredos nada puede ser tan fácil. Se trata de personajes humanamente entrañables en un mundo de apariencias equívocas. Nadie ha descrito con más verdad y ingenio la psicología femenina, la ternura y la constancia del corazón de una mujer en las sutilezas y dificultades de la vida y la disposición de hacer grandes sacrificios por amor.
 
La obra de Vives es mucho más sencilla argumentalmente ya que, no en vano, Lope de Vega se inscribe en la complejidad del Barroco para escribir una de las obras más ingeniosas e importantes del teatro español del s. XVII. Cuando escribe La discreta enamorada, el autor tiene 46 años y goza de mucho éxito en Madrid, con más de doscientas obras en la espalda y un público que espera sus estrenos. Se trata de una trama viva y ágil, de grato entretenimiento para el público de aquel tiempo que, al mismo tiempo, interpela al del siglo XXI.
 

4. Música colorista

Con Doña Francisquita, Vives intenta la sublimación del casticismo por la vía de la zarzuela, al igual que Granados lo hizo con el piano, logrando una obra de gran encanto musical y eficacia teatral. Es una reivindicación del género grande con números individuales de gran brillo y elegancia, al tiempo que no oculta el folclorismo inherente al género, con melodías muy pegadizas -como la conocida “Por el humo se sabe” – e inscritas musicalmente en el primer Romanticismo, con frases cerradas y muy expresivas. También son importantes los números de conjunto, especialmente al final del primer acto, y está presente el Pasodoble para celebrar el Carnaval.
 
La soprano que desarrolla el rol de Francisquita debe tener un cuerpo vocal lírico pero también facilidad para el agudo y, en determinados momentos, gracia en las agilidades. Es un papel muy teatral, lo que requiere de una cantactriz curtida, aunque musicalmente, la página no presenta grandes dificultades más allá de los matices de color y la expresividad. Lo serán María José Moreno y Elena Sancho Perego en el Liceu. Fernando (Celso Albelo y Antonio Lozano), por su parte, es todo un Heldentenor o tenor (anti)heroico a la catalana, con melodías cantabile y mucho legato, que tiene que cuidar de no colocar mal la voz en el agudo. Históricamente es un papel que ha cantado con bastantes toques exagerados, y actualmente es más interesante intentar no forzar. Aurora “la Beltrana” (Ana Ibarra) tiene puntos veristas de ataque agresivo, lo que requiere de un gran instrumento, y la orquesta es muy dinámica y está llena de matices a explotar por el director. Un pequeño bombón expresivo que combina los momentos camerísticos y de dinámicas sutiles con toques de arrebato muy románticos.
 
Sin embargo, tal y como recordaba el nuevo director artístico del Liceu, Víctor García de Gomar, Doña Francisquita se estrenó sólo tres años antes de Turandot, que ha obtenido un gran éxito de público y crítica este mes de octubre en el Liceu. Por lo tanto, empezamos la temporada con dos obras de la segunda década del siglo XX que, a pesar de tener aspiraciones e influencias musicales diversas, están unidas por un mismo Zeitgeist o espíritu del tiempo, el posterior a la Gran Guerra y que significó un regreso al orden estético en toda Europa, con un melodismo más evidente y unas formas musicales clásicas llevadas al extremo hay que recordar que, el mismo año que Puccini escribe Turandot y muere, Schönberg publica el Walz del op. 23, primer documento del dodecafonismo. Nuevo método compositivo pero formas arraigadas a la tradición, como es el caso del vals en Viena. Amadeu Vives no queda tan lejano de Schönberg en este planteamiento, ya que cultiva con ironía y muy buena ejecución un género auténticamente hispánico, la zarzuela, actualizándolo mirando a las corrientes, en este caso, impresionistas y, hasta veristas -estéticas que pueden convivir perfectamente, como en el caso de La bohème de Puccini, sin olvidar que el mismo Vives hizo una adaptación en Bohemios– por el ataque agresivo a notas agudas y la combinación entre la vaporosidad orquestal y el peso de los tutti en momentos determinados, al igual que algunas arias o números de la partitura requieren un buen dominio de las dinámicas extremas y los sforzando.
 

5. Puesta en escena atrevida y casto solvente

 
Los amores de Fernando, Francisquita, Don Matías y Aurora “la Beltrana” pasean en un contexto diseñado escenográficamente por Alejandro Andújar, en esta coproducción entre el Liceo, el Teatro de la Zarzuela de Madrid y La Opéra de Lausanne. El reparto está encabezado por María José Moreno y Celso Albelo. Se alternan en en el rol de Francisquita y Fernando Elena Sancho Perego y Antonio Lozano. Aurora “la Beltrana” lo es Ana Ibarra, mientras que Doña Francisca está encarnada por María José Suárez, y Miquel Sola es Don Matías.
La puesta en escena de Lluís Pasqual, que lidera el repositor Leo Castaldi, ha alterado dos elementos importantes: el tiempo en que transcurre la historia y la dramaturgia. Por un lado, porque ha sustituido los recitativos originales por otros nuevos para soportar su idea escénica. Castaldi comentaba que Pascual “ha tenido siempre la zarzuela en su columna sonora desde la infancia”, y ha tratado de retratar la sociedad española del último siglo. El primer acto tiene lugar en los años 30, en plena República, en un estudio de grabación de un disco, mientras que el segundo se desarrolla durante el franquismo y resulta ser la filmación de una zarzuela y, finalmente, el tercer ocurre al actualmente en un ensayo abierto. Todo este discurso narrativo lo desarrolla el actor Gonzalo de Castro, en el primer acto como productor, en el segundo como director y presentador y en el tercero como director del ensayo general. Según Castaldi, “en esta zarzuela no sólo se modifica la acción dramática, sino que se pretende establecer una relación diferente con el público, en un espectáculo que fluye mucho”, ya que en el acto tercero al público del Liceu es lo que asiste al ensayo general de esta Doña Francisquita.

Fotos: Javier del Real
 

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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