El
Festival LIFE Victoria apuesta para dar a conocer jóvenes talentos locales a cada concierto. Así pues, antes de Röschmann pudimos sentir el barítono
Ferran Albrich acompañado del pianista
Eudald Buch, que interpretaron tres largos lieder de Beethoven. Son dos artistas jovencísimos —especialmente Buch, de solo 22 años— que ya se pueden considerar profesionales. Albrich tiene una voz homogénea y aterciopelada, y un muy buen fraseo, pero le faltó un punto de pasión. Buch demostró gran competencia y sensibilidad, como pianista y como acompañante.
La aparición de
Dorothea Röschmann y Malcolm Martineau fue un rayo de luz inmensa a la Sala Domènech y Montaner. La soprano alemana es poseedora de una voz portentosa, imponente, majestuosa, y además, la usa con una técnica perfecta, y la emisión tiene siempre el punto justo de vibrato.
Los agudos son espléndidos, los graves generosos, y la línea vocal está marcada por la elegancia, combinada con una pasión intensa en los pasajes más abrandats.
La elección del repertorio fue deliciosa: Mendelssohn, Wolf, Schumann y Wagner. Röschmann deslumbró la sala modernista desde la primera canción, con una manera de cantar expansiva, más acercada a la ópera que al Lied, mostrando emociones a flor de piel. Esto se hizo patente especialmente en el ciclo de canciones sobre Maria Estuardo de Schumann. Roschmann se metió muy bien en la piel de la reina escocesa y transmitió su angustia y sufrimiento.
El plato fuerte del recital, pero, venía al final, con los
Wesendonck Lieder, que
Wagner compuso para Mathilde Wesendonck, sobre textos de ella misma. Se trata de cinco canciones escritas originalmente para voz femenina y piano, dos de las cuales esbozan dos momentos clave de Tristan und Isolde: el dúo de amor del segundo acto y el preludio del tercer acto.
La voz imponente de Dorothea Röschmann encarnaba la sensibilidad, la sublimidad y la espiritualidad de la Isolde wagneriana.
Al piano había uno de los acompañantes de Lied más aclamados de la actualidad: el escocés Malcolm Martineau, que bastantes veces quedó verdaderamente eclipsado por la voz de Röschmann. Sea como fuere
Martineau es un pianista dotado de gran sensibilidad y ductilidad para recoger cada frase y fundirse con el liederista que acompaña. Quizás lo único que podríamos encontrar en este recital es una sala demasiada pequeña para dos intérpretes colosales.
Foto: Dorothea Röschmann y Malcolm Martineau