Sinfónica

Kavakos a flor de piel

18-11-2019

El pasado 13 de noviembre se inauguró la temporada “Palau 100” en el Palau de la Música. El prestigioso violinista Leonidas Kavakos interpretó el concierto para violín núm. 2 BB 117 de B. Bartók acompañado de una orquesta de referencia, la NDR Elbphilarmonie Orchester. La formación interpretó, además de acompañar al solista, la sinfonía n.7 de A. Bruckner en Mi Mayor, bajo la batuta de Alan Gilbert.

Leonidas Kavakos no deja indiferente a ningún tipo de público y el concierto inaugural del Palau fue un claro ejemplo. Gran inicio de la temporada Palau 100.

Su interpretación del concierto n.2 de Béla Bartók fue fantástica. Se trata de un repertorio que claramente entiende a la perfección, una obra que domina e interpreta de manera segura y decidida, disfrutando de cada disonancia y de cada cambio de color. El hecho de que haya trabajado con la orquesta con la que interpretaba el concierto también como director, denota una gran componendas con los músicos de la formación, los que la admiran y interactúan cuando él lo pide.

Las sonrisas de complicidad acentuaban cuando el violinista dejaba el tema en manos de los primeros violines y, cuando los vientos cogían terreno, este no tenía ningún problema en dar la espalda al público para disfrutar de su interpretación. Su papel de solista se mostraba al servicio de la orquesta, al contrario que muchos intérpretes, los que tocan su música sin tener demasiado en cuenta quien teje la capa sonora que los acompaña.

El concierto es realmente difícil de acompañar, ya que la parte orquestal es muy contrapuntística. Los ataques deben ser claros y concisos y es difícil ir junto con la sección, la orquesta y el solista a la vez. Posiblemente no comenzaron del todo juntos, aunque probablemente pocas orquestas lo harían a la perfección. El violinista salió adelante y se ganó al público en el primer minuto.

Kavakos tiene una mano izquierda espectacular. El concierto es poco cómodo violinísticament (comparado con Tchaikovsky o Mendelssohn) e implica una afinación precisa, ya que Bartók aplicó la serie dodecafónica y para entenderla bien los intervalos deben ser interpretados de manera precisa. Velocidad estratosférica y dobles cuerdas impecables, ningún tipo de complicación por parte del intérprete.

En el terreno de la mano derecha, se nota que experimenta con el arco y el sonido. Su técnica es visualmente extraña, pero en cambio produce unos resultados espectaculares. Probablemente no sea un intérprete preocupado de tocar cada nota a la perfección, sino de buscar el color y la direccionalidad de la frase musical en cada momento. A los violinistas de la sala les dejó la boca abierta en hacer un staccato rapidísimo con dos dedos.

Grandes momentos en la obra, especialmente el lirismo del segundo movimiento y el carácter de danza del tercero. Kavakos bailaba y se movía como si estuviera en su casa.

En cuanto la sinfonía de Bruckner n.7, se trata de una obra espectaular, pero también muy larga y cansada de interpretar. La sinfonía es romanticismo en estado puro, con una orquesta de gran envergadura y con mucho volumen de sonido durante largos períodos de tiempo. Los violines tienen constantemente tiemblo en una obra de 70 minutos y los metales tocan mucho; teniendo en cuenta que la orquesta está en plena gira a un día para concierto, es normal que en algunos momentos la energía decaiga.

Aunque la orquesta suena probablemente mejor que muchas formaciones españolas, no acabó de entrar bien dentro de la obra hasta el tercer movimiento, relevante a la entrada del cuarto, muy acertada. Cabe destacar afinación de contrabajos y tubes. Probablemente el Palau cada músico se siente mucho y a veces cuesta un poco confiar individualmente para escucharse más colectivamente. En todo caso, interpretación acertada, aunque mejorable teniendo en cuenta el nivel de la orquesta.

Foto: Leonidas Kavakos, NDR Elbphilarmonie Orchester

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