Òpera

Díptico verista para celebrar la Navidad en el Liceu

18-11-2019

Entre el 5 y el 22 de diciembre, el verismo vuelve al Gran Teatre del Liceu con el díptico más célebre del género, Cavalleria Rusticana, de Piero Mascagni, y Pagliacci, de Ruggiero Leoncavallo, con un cast encabezado por Roberto Alagna (doble rol), Elena Pankratov y Aleksandra Kurzak, bajo la dirección de Henrik Nánási y con puesta en escena de Damiano Michieletto.
 

El verismo ha estado muy presente en el Liceu en las últimas temporadas, desde La bohème, pasando por el apoteósico Andrea Chénier, Manon Lescaut o el reciente Turandot. Ahora, el teatro nos invita, en Navidad, el díptico más célebre del repertorio operístico, Cavalleria Rusticana, de Piero Mascagni, y Pagliacci, de Ruggiero Leoncavallo, que ahora, más que nunca, se verán intrínsecamente ligadas por una puesta en escena de Damiano Michieletto en que se hace convivir espacio, tiempo y personajes de una y otra obra maestra. Y es que el verismo es una apuesta segura, y esta producción de la Royal Opera House una exquisitez.
 
La corriente debe situarse a partir de 1890 y cierra el romanticismo en Italia con el culto a la vida cotidiana, la intención de representar fielmente la realidad y expresar los sentimientos particulares de forma que todos nos sentimos identificados, con unas peculiaridades específicas en el canto y la orquestación. Los personajes son gente corriente o, al menos, destacan por su manera de enfrentarse a la vida con todas sus complejidades y matices. Un catálogo extenso de criaturas se presenta ante nosotros con preocupaciones que, como que nos son familiares, nos permiten empatizar con ellos, porque el arte es un reflejo de la sociedad, como nos recordaba Arnold Hauser, y la vieja aristocracia y la alta burguesía que habían monopolizado secularmente los protagonismos, deben dejar paso a las clases populares, en el momento en que el fenómeno de las masas es un hecho incontrovertible. Con origen en el naturalismo de Zola, que entra en Italia desde la literatura para convertirse en un género operístico, el verismo es una reacción a la metafísica intrínseca en el trabajo en el mito wagneriano y la solemnidad de las grandes historias verdianas, una corriente estética que etimológicamente viene del italiano vero (verdadero), y se caracteriza por el esfuerzo para volver a la realidad cotidiana, por interesarse por los pequeños detalles que inundan nuestro ser-en-el-mundo y eleva a la categoría de héroes las criaturas más frágiles, volubles, pero a la vez encantadoras del mundo que nos rodea.
 
Pero el verismo había nacido años antes, en el Ottocento italiano, en el terreno de la pintura como lenguaje afín al positivismo, la defensa social y como manifestación artística del Resorgimento, que pinta acontecimientos épicos del pasado con una estética actualizada para hacer aflorar en el pueblo el sentimiento nacional frente a los extranjeros invasores que impiden la unificación de la vieja Italia. En el campo musical, destacan Puccini, Umberto Giordano, Cilea, Piero Mascagni y Ruggiero Leoncavallo.
 
Cav / Pag, en terminología anglosajona, comparten muchos elementos que hacen que las dos historias puedan coexistir en una misma escenografía: el mundo rural del sur de Italia, gente sencilla, unidad espacio-temporal, pocos personajes y incursiones del coro. Además, a nivel temático, en ambas hay asesinatos por celos, se compusieron para un concurso y las dos son verdaderos manifiestos del verismo.
 
Cavalleria Rusticana está ambientada en Sicilia a finales del siglo XIX, casi contemporáneamente a su rapidísima creación. Tiene como protagonistas Turiddu (de Salvaturiddu, Salvador), un chico que vuelve del servicio militar, y Santuzza, una joven con quien tiene un idilio que se truncará porque él sigue enamorado de Lola, la prometida de toda la vida y ahora casada con el carretero Alfio, pero que retorna a sus brazos incestuosamente. Por lo tanto, Santuzza actúa por despecho, con la complicidad de la Mamma Lucia.
 
La obra de Mascagni tiene momentos musicales deliciosos. La obertura es muy expresiva y hay cambios de dinámicas que la hacen muy efectista. El diálogo entre las secciones de instrumentos la hacen muy narrativa, para dar paso a la siciliana (“O Lola c'hai di Latta la camisa”) desde fuera del escenario de Turiddu, que canta el amor a Lola. El acompañamiento orquestal se limita al arpa, para dar más importancia al canto. Tiene giros melódicos muy interesantes y ya es toda una declaración de intenciones.
 
La orquesta, que tiene gran relevancia en esta ópera en un acto, toma el protagonismo nuevamente, con carácter suntuoso -lo que contrasta con la vida campesina. Es un instrumento más, con carácter propio y melodías que van directamente al corazón. La formación coral también toma protagonismo, ya que representa el pueblo siciliano donde ocurren los hechos de amor y desamor, de honor y venganza, de arrebato y dolor. Al inicio, entona una música folclórica con aire de danza. Muy pronto percibimos como la religión tiene una importancia capital en la cosmovisión los aldeanos de este pueblo. Tienen una mentalidad obtusa y están tomados por los convencionalismos y las normas que dicta la Iglesia. No en vano, la acción tiene lugar el día de Pascua, y la iglesia es un lugar recurrente donde entran y salen personajes. Los aldeanos se congratulan de celebrar el día del Señor, y lo asocian a la primavera como la resurrección. En el “Regina Coeli” entonan una melodía bellísima, celestial, que aporta calma desde la lejanía. Es un canto muy homofónico, que se corresponde con el carácter sacro del texto, que contrasta con los intensos duetos entre Turiddu y Santuzza, Lola y Alfio y Santuzza y Alfio, donde se desprende gran dramatismo. De hecho, toda la ópera presenta un nivel de tensión emocional muy elevada. El canto es muy declamados y las tesituras están llevadas al extremo. Hay resiliencia en el agudo y carácter para transmitir vivacidad y realismo.
 
El famoso “Intermezzo” es ampliamente conocido porque aparece en muchos anuncios y películas, como al final de la tercera parte de El Padrino, donde se despliega majestuosamente como fondo musical de la carnicería que se está produciendo durante la representación de esta ópera en el Teatro Massimo de Palermo. Es una de las melodías más bellas que se han escrito, que denotan una extrema sensibilidad y un control de las emociones del espectador excepcionales. En su interpretación, no sólo es necesario que las cuerdas estén finísimas, sino que el control de las dinámicas por parte del director es fundamental.
 
Destaca el aria animada y alegre de Turiddu “Viva il vino spumeggiante”, a la que se añade el coro y, después del desafío con Alfio, la despedida a la madre en “Quel vino è generoso”. Él tiene el presentimiento de que algo malo va a pasar y, en efecto, la obra termina con Santuzza y la Mamma Lucia llorando su muerte en medio de la multitud.
 
Pagliacci, por su parte, ocurre en Calabria en un día también señalado para los cristianos: el 15 de agosto, el día de la Virgen, asociada a tanto a la devoción como el gozo de la fiesta. La obra de Leoncavallo es metaficcional, ya que hay ficción dentro de la ficción, y hasta nos atreveríamos a decir que hay ficción dentro de la ficción dentro de otra ficción: comienza con Tonio, que personifica el Prólogo, para dar paso a la historia de comediantes desgraciados que hacen reír de pueblo en pueblo que, a su vez, representan un fragmento de la Commedia dell’arte que se mezcla con la realidad de los infelices personajes.
 
La obra tiene un argumento muy sencillo: Canio está casado con Nedda, una chica que se encontró abandonada hace mucho tiempo y le dio cobijo. Pero el paso del tiempo desgasta los sentimientos si no se cultivan y ahora, ella, está enamorada de Silvio, un campesino de la zona. A su vez, el jorobado Tonio le declara su amor, y como ella lo rechaza despreciando su apariencia, él le promete que un día se vengará de ella. Canio, empujado por los celos, termina apuñalando a su amada y al amante dando por terminada la comedia ( “La commedia è finita”).
 
La obertura es más turbia que la de Mascagni, con elementos de tensión y distensión pero, al mismo tiempo, la escritura es más impresionista. Pronto aparece el tema de Canio y la melodía se hace expansiva hasta que vuelve la inquietud. De las palabras de Tonio se desprende la verdadera esencia del verismo, el intento de pintar fragmentos de vida. El bufón dice que “el teatro es la vida”, pero, en cambio, más adelante, Canio manifiesta que “il teatro e la vita / non son la stessa cosa”. No, pero el teatro se nutre de la vida y, en el caso de Pagliacci, los dos mundos se confunden de manera magistral.
 
La vaporosidad de la orquestación se combina con el trabajo con los límites técnicos y expresivos, explorando una paleta de colores rica y sugerente. El corazón inicial, con una música muy frenética, toma un sentido semántico ya que expresa musicalmente la expectación de los vecinos por la llegada de la compañía comediante. El aria de Nedda “Qual fiamma avea nel guardo” es otro ejemplo de la exploración de recursos al límite, forzando los agudos de forma muy dramática. El dúo entre Nedda y Silvio está llena voluptuosidad y alegría, con momentos muy luminosos que se apagan con la cruda realidad: ella está casada con Canio. Pero deciden huir y la música se vuelve brillante. Cuando el director de la compañía ambulante entera que Nedda la engaña, se siente despreciado, avergonzado y se odia a sí mismo por el delirio que está sufriendo. “Vesti la giubba” es una resignación a la vida que tiene: ser un payaso al que le ríen las gracias y un hombre engañado y desolado por el desamor.
 
El “Intermezzo” tiene momentos afortunados, y conviven todas las tensiones y preocupaciones de los personajes, así como las esperanzas y las resignaciones. Al final se manifiesta el deseo de forma voluptuosa. Al principio del segundo acto la música desprende el gozo de los campesinos, que disfrutarán de una función -accidentada. Por eso la música es triunfal y llena de optimismo. La música indica que nos metemos dentro de la ficción, separando con el sonido la diferencia conceptual entre una realidad y otra: es más ligera y tiene un aire más arcaico que se corresponde mucho con los personajes de la Commedia dell’arte, Pierrot (Canio), Colombina (Nedda), Taddeo (Tonio) y Arlecchino (Beppe). La situación que se plantea es la misma que viven los protagonistas: Colombina se ha enamorado de Arlecchino y deciden huir, abandonando Pierrot, un Canio que se hace suya la situación y acaba saliendo de la obra para entrar en la vida con el desconcierto de los presentes hasta que desata su furia: “No, Pagliaccio non son!/Se il viso é pallido/é di vergogna e smania di vendetta!”. Amenaza Nedda que si no le revela el nombre del amante la matará (“Il nome, o la tua vita!”), y todo termina en tragedia.
 
Heinrik Nánási dirigirá este doblete verista con dirección de escena de Michieletto, en una producción de la Royal Opera House Covent Garden, La Monnaie, Opera Australia y The Gotemburgo Opera. Conxita Garcia dirige el coro, y el cast está encabezado por Roberto Alagna (Turiddu, Canio), Elenka Pankratova y Oksana Dyka (Santuzza), Mercedes Gancedo (Lola), Gabriele Viviani y Ángel Òdena (Alfio) y Elena Zilia y María Luisa Corbacho como Mamma Lucia. El personaje de Turiddu también será encarnado por Teodor Ilincai y Martin Muehle. Acerca de Pagliacci, Nedda lo serán Aleksandra Kurzak y Dinara Alieva, y Fabio Sartori y Martin Muehle comparten el rol de Canio con Alagna. Tonio lo serán Gabriele Viviani y Ángel Òdena, mientras que Vicent Esteve será Beppe y, finalmente, Silvio estará encarnado por Duncan Rock y Manel Esteve. Cav / Pag, en el Gran Teatre del Liceu, entre el 5 y el 22 de diciembre.


Fotos: Catherine Ashmore

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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