Sinfónica

Gautier Capuçon y la OCM en el Palau

18-11-2019

El próximo domingo 24 de noviembre en el Palau de la Música Catalana, la Orquestra Simfònica Camera Musicae interpretará las Variaciones rococó, op. 33 de Chaikovski y Los planetas, op. 32 de Holst. Para interpretar el papel solista de la primera obra ha invitado al violonchelista Gautier Capuçon y, para realizar la segunda, contará con la colaboración del Cor de Noies de l’Orfeó Català.

El violonchelista invitado, Gautier Capuçon, consta de una trayectoria impresionante y una fama internacional, y es que las Variaciones Rococó de Tchaikovsky piden de un solista que se pueda lucir tanto a nivel técnico y expresivo como a nivel de escucha y diálogo con la orquesta. La exigencia de las variaciones radica en el echo que, si bien parten de un tema simple, la creatividad del compositor transforma esta melodía de base en pasajes del todo virtuosos que dejan lejos la idea original.
 
Así pués, después de escribir Francesca da Rimini (1876), Tchaikovsky necesitaba un descanso de las pasiones y los horrores del Inferno de Dante, por lo que giró la vista en el siglo anterior, concretamente hacia la música clásica de Mozart y Haydn. De este gesto, tomó las melodías ligeras y las estructuras claras de los compositores; aún así, la obra no se basa en una melodía rococó real, sino en la idea de que él tenía sobre el estilo antiguo. Por otra parte, la orquesta que pide esta obra es más reducida de lo que lo eran las orquestas sinfónicas de los compositores clásicos: Tchaikovsky especifica que debe haber dos flautas, dos oboes, dos clarinetes, dos fagotes, dos trompas, violines primeros, segundos, violas, cellos y contrabajos.
 
Cabe destacar que las Variaciones en un tema Rococó op. 33 están dedicadas al violonchelista Fitzenhagen y, de hecho, la historia de su creación está estrechamente ligada a la intérprete. Tchaikovsky le había pedido opinión sobre el papel que debía jugar el instrumento solista en su obra y Fitzenhagen se lo tomó al pie de la letra: realizó numerosos cambios sobre el original – entre los que una reordenación de las variaciones y la supresión de una octava – hasta llegar al punto de que la obra, cuando se estrenó en 1877, había sufrido cambios que no habían sido consensuados por el compositor. Finalmente, las modificaciones de Fitzenhagen llegaron a las ediciones impresas de los años posteriores pero ya en la contemporaneidad se ha podido recuperar la versión original de Tchaikovsky.
 
En una segunda parte del concierto, la fuerza de Los planetas de Holst irrumpirá de lleno en la sala de conciertos. Esta suite para orquesta que lo catapultó a la fama internacional está escrita en un estilo cosmopolita y de una manera brillante: dedicó un movimiento a cada uno de los siete planetas del sistema solar – sin contar con la Tierra ni con Platón, que aún no se había descubierto – y adjuntó un subtítulo que señala el carácter que les quería otorgar.
 
De esta manera, la obra comienza con Marte, el portador de la guerra: brutal, implacable, con un ritmo prácticamente motorizado y una potencia devastadora, el metal y la percusión se sitúan en el centro del escenario. Contrasta del todo con el siguiente movimiento, Venus, la portadora de la paz: la calma y la tranquilidad planean de manera delicada, reservando algunos momentos para instrumentos solistas.
 
Volvemos a encontrar un contraste con los dos scherzos siguientes: Mercurio, el mensajero alado que Holst asociaba al pensamiento humano, se mueve rápido e intenso. En este pasaje, el compositor deja el protagonismo a los vientos madera, a las cuerdas y la celesta. El sigue Júpiter, portador de felicidad: de temperamento jovial y con inspiraciones folclóricas, este pasaje es reflejo del estudio de Holst sobre las danzas inglesas tradicionales. Es aquí donde encontramos el aria más famosa de la obra del compositor, comúnmente conocida como “Himno de Júpiter”.
 
A continuación nos encontramos con Saturno, el portador de la vejez, y de nuevo el contraste nos marca el cambio de movimiento. Se trata de un poema sinfónico, el movimiento preferido de Holst por la gran profundidad que aporta a la suite. De una manera muy gráfica pasa por los diferentes estados del hombre: un inicio incierto, lento y largo continúa con un crescendo que representa las luchas y los problemas de la edad adulta para acabar, finalmente, en una vejez apacible, metáfora de la sabiduría serena y la aceptación de la imperfección.
 
A continuación, llegamos a Urano, el mágico. Los fagots son los protagonistas y representan, precisamente, este mago que se divierte guiando una orquesta que parece talmente llevada por elefantes. Finalmente, Neptuno, el místico, nos abre las puertas de un espacio diáfano y etéreo, exhaustos después de haber recorrido todo el espacio exterior. En este movimiento final, inquietante y futurístico, un coro de voces femeninas cierran la pieza como si de un eco se tratara. Toda una experiencia para los sentidos que transportará al público del patio de butacas a un viaje de espacios paralelos.

Foto: Gautier Capuçon, OCM

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