Cámara

La sonoridad de las cosas.

20-11-2019
Luiz Simoes, sin ser músico ni lutier, propone un repertorio y unos instrumentos poco convencionales en una performance que combina potencia sonora y visual, dentro del marco de la exposición temporal “Arte Sonoro?”, en la Fundación Joan Miró de Barcelona.
¿Arte sonoro? ¿Tiene sonoridad el arte? ¿Tiene sentido una descripción como ésta? Son muchos los artistas y críticos que han reflexionado sobre estas cuestiones, proyectadas por la Fundación Joan Miró de Barcelona en Art Sonor?, una pregunta en forma de exposición que profundiza en la cuestión que Max Neuhaus se planteaba hace casi veinte años: ¿Constituyen una única categoría estética todas las prácticas artísticas en las que está implicado el elemento sonoro? Parece que todo va de preguntas sin respuesta, y es aquí donde Luiz Simoes, artista brasileño, nos espera para no resolverlas. Simoes, sin ser músico ni lutier, nos presentó el pasado 16 de noviembre en el marco de la exposición, una propuesta musical que pretendía romper con las etiquetas, pero también cuestionar lo que esperamos de las personas, y del arte en general.

El artista nos presenta una serie de objetos creados por él mismo, utilizándolos como instrumentos a imagen e inspiración del contrabajo, el violonchelo o el clarinete bajo, entre otros. En consecuencia, se proyecta una imagen de orquesta de tradición occidental que parece difícil de evitar por mucho que estos instrumentos sean poco convencionales. Es más, se trata de instrumentos construidos con materiales encontrados por las calles de Barcelona, como botellas o tubos, de los que salen las cajas de resonancia de los basuróphonos o las campanas de los tubóphonos. El resultado es una performance de una riqueza excepcional en el ámbito sonoro y visual, siendo Música para 18 cosas el mayor exponente.

El concierto empezó con una proyección del Requiem para dos Basuróphonos, una pieza que combina los dos instrumentos y voz masculina, con un tono grave, y que Simoes acompañó con imágenes poco comunes de las calles de Barcelona. El sonido era muy similar al del violonchelo, siempre apoyándose en notas graves y pesadas debido al glissando, creando un efecto de contención en toda la sala. Aunque la música sonó pregrabada, la combinación de imágenes de diferentes rincones oscuros de la ciudad y las notas repetitivas de los basuróphonos, ambos a cargo de Ivan Lorenzana, provocaron una sensación de vacío entre el público. Se trató, sobre todo, de una obra visual, ya que daba la sensación de que las imágenes iban acompañadas de la música, y no a la inversa. Todo ello parecía que podría interpretarse incluso como una crítica medioambiental, acompañada de la idea de dar una segunda vida a los desechos mediante la construcción de instrumentos.

Seguidamente se interpretó la pieza con más potencia sonora y visual. Música para 18 cosas nace a partir de las reflexiones del autor en torno a su personalidad artística, tomando como fuente de inspiración una de las principales obras del compositor minimalista Steve Reich, Music for 18 musicians (Música para 18 músicos ). La pieza comienza con un estetoscopio que transmite en directo las pulsaciones del corazón de Simoes, que actúan como base metronómica de la primera sección de la obra, al tiempo que van entrando los músicos, creando una gran expectación entre el público. La incorporación de los diferentes instrumentos es lenta, con motivos excesivamente repetitivos con la intención de crear un ambiente de intriga mezclado con los sonidos confusos de la percusión, la voz y “la Rueda” (rueda de bicicleta que reproduce una frase distorsionada). La sensación de expectación va en aumento, cambiando bruscamente de una sección a otra (pulsación, respiración, crecimiento, tormento, caos, armonía y finalmente volviendo a la respiración y la pulsación). Cada sección pretende ser fiel a las sensaciones provocadas por estas vivencias personales, lo que consigue basándose en las diferentes dinámicas de volumen y repetición de motivos, aunque con una cierta pobreza de recursos musicales, especialmente durante las transiciones. Es probablemente debido a esta sencillez lo que hace que la sonoridad llegue con tanta fuerza al espectador, que ya de por sí no está acostumbrado a experimentar este tipo de experiencia auditiva. Los trece músicos, con una formación más tradicional en la interpretación de instrumentos clásicos, supieron adaptarse y meterse en su papel y a sus nuevos instrumentos (a los que Simoes se reifere como “cosas”, más o menos fieles a las formas en las que se inspiran) fueron los principales conectores entre el público y la música.

La tercera pieza, Què faràs? (¿Qué vas a hacer?), mucho más sencilla, consiste en la repetición de tres notas, motivo que ya aparece en Música para 18 cosas. Simoes comienza tocando estas notas repetidamente en el cutrecordio (que reproduce la forma de un piano) y luego en un instrumento similar a un cuadro con cuerdas. Sin embargo, lo que podría parecer una pieza muy redundante, tiene una cierta explicación de fondo basada también en experiencias personales. Se trata de una obra que, creada después de haber construido su propia orquesta, cuestiona su necesidad de haberla realizado, despertando dudas entre el público. La repetición de las tres notas (inspirado en What are you doing the rest of your life?, de Bill Evans) alude a la repetición de la pregunta què faràs?, y con la necesidad de preocuparnos siempre en clasificar a las personas y a las “cosas” en general por una única etiqueta. La elección del tema, aparte del claro vínculo con la pregunta inicial, se basa también en la coincidencia de la primera nota de la canción con la nota que tocó Simoes al piano por primera vez.

De este modo, el producto final de este concierto es la intención de reflejar experiencias personales a través de un proyecto que incluye la crítica y las ansias de despertar preguntas al espectador, que luego contestó, incluso con otras preguntas. Tantas cuestiones encajan a la perfección en el marco de la exposición temporal Art Sonor?, un recorrido (también en forma de pregunta) que sigue la huella del elemento sonoro de las artes plásticas. La performance de Simoes, sin duda, combinaba ambos factores proponiendo un estilo poco convencional que no estamos acostumbrados a ver ni a escuchar.

Fotos: Luiz Simoes con sus “cosas”.
Première de Música para 18 cosas en el Teatro Espace (Italia) en 2010.

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