Òpera

Alagna resplandece en el Liceu: triunfo de resistencia y madurez vocal

14-12-2019

El tenor francés hace gala del doblete verista de Cavalleria Rusticana / Pagliacci, con el exitoso montaje firmado por Damiano Michieletto, junto a las sopranos Pankratov y Kurzak.

La llegada de la última producción del 2019 en el coliseo de La Rambla no ha pasado desapercibida para nadie. La popular tradición de programar los dos títulos veristas más célebres, Cavalleria Rusticana y Pagliacci, en esta ocasión adquiere aún un vínculo más estrecho con la propuesta escénica de englobar las dos óperas dentro de una misma trama. Montaje que ya fue premiado con un Laurance Oliver al mejor espectáculo del Reino Unido en 2016 y que estos días se podrá ver por primera vez en Barcelona. Cinematográfico, cercano y realista, sin ocultar la crudeza dentro del costumbrismo y con una poesía visual que remarca los momentos introspectivos de los protagonistas, Damiano Michieletto descontextualiza el espacio en una época que bien podría enmarcarse todavía en nuestros tiempos, a pesar de ser pensada en un entorno en la Italia a mediados del siglo XX.

En un mismo entorno y espacio, el intermezzo en cada una de las obras sirve para aportar más información de la trama contrapuesta con la aparición de los personajes correspondientes. En Cavalleria Rusticana se aprecia el aviso de lo que posteriormente se convertirá como detonante de Pagliacci, el amor secreto entre Silvio y Nedda. Respectivamente, en la segunda parte del espectáculo descubrimos la confesión de Santuzza a Mamma Lucia, posterior a los hechos de Cavalleria. El juego al compás del lenguaje audiovisual que propone Michieletto está presente desde el inicio, con un flashback que ya alerta de la muerte que se avecina en Cavalleria, así como el constante movimiento que nos transporta en travelling a través del espacio cuatridimensional (ya sea la finca de un horno familiar, o el teatro del pueblo), eje que gira horizontalmente al ritmo que los personajes cambian sus acciones.

El equilibrio que hace posible el excelso ritmo de la trama de esta producción es precisamente el constante movimiento, un factor que no sería posible sin la eficacia del Cor del Gran Teatre del Liceu, tejiendo el trasfondo del pueblo donde sucede la historia y encarnando la voz de los vecinos a lo largo de las dos óperas. Felicitaciones por la tarea de Conxita Garcia, que al frente de la formación aporta un nuevo éxito a la larga lista que ya suma el Cor del Liceu.

Al frente de la acción, Roberto Alagna se convirtió en la saeta de luz que iluminó el Liceu de principio a fin de la velada. Una voz imponente y timbrada que largamente sobrepasaba la orquesta, con una energía infatigable y un color limpio en la emisión que evidenciaba el buen momento por el que pasa el tenor, ya en su madurez. En Cavalleria Rusticana, un Turiddu excelente y claramente marcado por sus raíces sicilianas en la vida real, de temperamental interpretación, que se mereció la primera gran ovación con el aria “Mamma, que'l vino e generoso”. El Canio de Pagliacci es el ejemplo de uno de los roles más dramáticos que suma a su palmarés de los últimos años, con los que ha ido acomodando su tesitura. El cenit de la noche llegó con un imponente y sentido “Vesti la giubba” que a pesar de los largos minutos de aplausos no consiguieron arrancar un bis deseado.

El barítono Gabrielle Viviani, presente en las dos partes como Roberto Alagna, con un rol diferente en cada ópera (Alfio / Tonio), fue también una de las voces más aplaudidas, aportando robustez y resistencia en momentos tan determinantes como el prólogo de Pagliacci . Elena Pankratov defendió una Santuzza de voz plena y voluminosa a lo largo de la primera ópera. Aleksandra Kursak, pareja también en la vida real de Roberto Alagna, defendió una Nedda vital durante la segunda parte, escénicamente ágil, y de timbre dulce. Dos sopranos de contraste que golpes notablemente el carácter de su rol en cada ópera.

Del elenco, destacar también aportaciones musicales e interpretativas como la Lola de la joven Mercedes Gancedo, con una exquisita dicción y lirismo, y también de la emotiva Mamma Lucia de Elena Zilia en Cavalleria Rusticana. La Orquestra del Gran Teatre del Liceu, con un sonido compacto en cuanto a la formación y permeable respecto a la gran masa vocal de unas representaciones de estas características, fue adquiriendo el temperamento idóneo en los primeros minutos bajo la batuta de Henrik Nánási.

La producción se podrá ver en el Gran Teatre del Liceu hasta el 22 de diciembre de 2019. Una propuesta cultural atractiva y exitosa desde todos los puntos de vista que permite al teatro un cierre de año con gran expectación, eco mediático y alto aforo.

Fotos. A. Bofill

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