Òpera

El 'Aida' de Mestres Cabanes vuelve al Liceu

15-12-2019

Después de Navidad vuelve la ópera en el Gran Teatre del Liceu, esta vez iniciando el año con un clásico del género en el formato más clásico: del 13 de enero al 2 de febrero de 2020 Aida, de Verdi, se instala el coliseo con escenografía de Josep Mestres Cabanes y el debut como protagonista de Angela Meade.

La música de Verdi es inmensa por su extraordinaria capacidad expresiva, su profundidad intelectual y el componente ideológico que se esconde, haciendo que su personalidad artística supusiera un revulsivo en el contexto del Risorgimento, convirtiéndose en un mito. Verdi está en un permanente estado de gracia que nos hace emocionar por su complejidad armónica y la inventiva melódica, atraparnos con un tipo de obra narrativa con mayor atención a la psicología de los personajes, pero también por haberse servido de la mejor literatura, que va desde Shakespeare a Victor Hugo. Ahora, el Liceu nos presenta Aida, del 13 de enero al 2 de febrero de 2020. Según el crítico inglés Charles Osborne (The Complete Operas of Verdi, 1969), el relato del libretista Antonio Ghislanzoni se basó en parte en una antigua ópera de Metastasio, Titteti (1756), y en algunas escenas de Bajazet, de Racine, extraído del argumento esbozado por el egiptólogo Auguste Mariette Bey.
 
Se suele creer que Aida fue escrita para celebrar la inauguración del canal de Suez, y no es exactamente cierto. Tal y como recuerda el sabio Roger Alier, la ópera fue un encargo que llegó a Verdi después de haber sido rechazado por Gounod, para continuar el tono celebrativo del hecho histórico. Es por este motivo que está ambientada en el antiguo Egipto, y presenta escenas sinfónico-corales, con arias magníficas que recorren la extensa partitura. La podemos inscribir en el género de la grand'opéra, ya que Verdi creó una obra espectacular, con un gran despliegue de medios escénicos, con grandes coros, escenas y efectos especiales y un vestuario que, en el estreno, diseñó Auguste Mariette y usaba elementos de atrezzo de oro y de plata. Para la ocasión, el Liceu recupera la escenografía que Josep Mestres Cabanes concibió en 1945. Cabanes pertenecía a la gran escuela de la escenografía catalana, al servicio de la pomposidad pero cuidando también el intimismo. Aida es la ópera que se ha representado más veces en el Liceu; se estrenó en 1871 en L'Opera de El Cairo y, en La Rambla, se hizo por primera vez en 1877, después de que el 76 se estrenara en el Teatre Principal.
 
Verdi escribió un drama extenso y muy intenso sobre el triángulo amoroso que conduce Aida, Amneris y Radamés a la pasión, el amor y el odio hasta las últimas consecuencias. Aida, la protagonista, es una princesa etíope que es capturada y llevada a Egipto como esclava. Radamés, un comandante militar, se debe batir entre su amor por ella y la lealtad al Faraón pero además, es objeto de deseo de la hija del poderoso, Amneris.
 
En esta ocasión, el monstruo escénico de Verdi irá bajo la dirección musical de Gustavo Gimeno, y con Mariano Buccino como Rey, papel de bajo de relativa brevedad y sin otra dificultad que atravesó la columna sonora de la orquesta en los momentos solemnes. Clémentine Margaine y Judit Jutasi serán Amneris, mezzosoprano con límite agudo al SiB4.
 
Por su parte, Angela Meade, que debuta en el Liceu, y Jennifer Rowley son Aida, papel para soprano spinto, con tendencia al dramatismo, que debe llegar con comodidad al Do5. Radamés, tenor spinto con ribetes dramáticos que debe llegar cómodamente al Sib3, lo serán Yonhhoon Lee y Luciano Ganci, mientras Ramfis lo son los bajos Kwangchul Youn y Marko Mimica. Marco Vratogna y Franco Vassallo serán Amonasro, un rol bastante intenso pero breve para barítono que debe llegar al Sol3. En los papeles menores encontramos el Mensajero José Fadó, rol muy breve pero muy arriesgado para tenor lírico, ya que hay que cantar su papel delante de mucha expectación. Finalmente, la Sacerdotisa será Berna Perles, que desarrolla un papel muy breve para soprano lírica, canta de lejos (Fernsingen) y es un papel ingrato ceñido a las escenas del templo de Fthà.
 
En las frecuentes guerras entre egipcios y etíopes, estos se llevaron la peor parte.
En una ocasión anterior al conflicto, Aida, la hija del rey etíope Amonasro, fue hecha prisionera y entregada como esclava personal a la hija del rey egipcio, Amneris. En el momento en que comienza la acción, los etíopes han iniciado una nueva campaña contra Egipto.
 
En el acto I, Radamés sueña con obtener la victoria en el campo de batalla contra los etíopes y conseguir el amor de la esclava Aida, por eso canta “Celeste Aida”, melodía que contrasta, por su sutilidad y expresiva direccionalidad con las notas marciales anteriores. Es un aria difícil, que llega tres veces al Si bemol agudo, y el hecho de que el último de estos deba cantar pianissimo apenas recién salido en escena con la garganta fría hace que sea una de las arias más temidas para los tenores. En el recitativo “se quel guerrero io fueran” escuchamos al militar que espera ser designado caudillo de su pueblo en la guerra contra los etíopes, pero luego se expresa como enamorado: la gloria que anhela le servirá para coronar Aida y subirla a “un trono al lado del sol”.
 
Por su parte, Amneris, enamorada de Radamés, teme perderlo por Aida. Radamés es nombrado por Ramfis el jefe de las tropas y Aida canta “Ritorno vincitor”, donde se siente dividida entre su amor como hija, la lealtad a su país y el amor por Radamés. El aria comienza de forma incisiva, con melodía ascendente y brillante, con puntos oscuros y gran expresividad y momentos de inquietud que requieren un control vocal extraordinario, por las dinámicas y la conducción de la voz. Ella también quiere la victoria del amado y supone, con el tiempo, la derrota de su padre Amonasro. Amor y deber patriótico lucen en el corazón generoso de la joven angustiada, que al final de la página implora compasión a los dioses (“Numi, pietà”).
 
En el acto II se llevan a cabo danzas para celebrar la victoria de Radamés, y Amneris duda del amor de éste por Aida y si Aida está realmente enamorada del joven guerrero. La protagonista entra en la sala y se produce el enfrentamiento entre las dos mujeres en el dúo “Fu la sorte dell' armi a' tuoi funesta”, donde queda manifiesto el contraste de las tesituras de las voces (soprano y mezzosoprano), acompañadas por la sutileza de la orquestación. Los temas musicales asociados a los dos personajes son elementos tratados por Verdi de forma admirable.
 
En la gran puerta de la ciudad de Tebas, Radamés devuelve victorioso y las tropas marchan dentro de la ciudad. Acto II (cuadro II) tiene lugar la marcha triunfal, culpable de que esta ópera, un drama íntimo de pocos personajes, se haya valorado siempre como una grand'opéra con un toque pompier. La gran escena, probablemente la más esperada de la ópera y en la que Verdi puso toda la carne a la parrilla, está admirablemente construida, con el himno “Gloria all'Egitto”, que causó tanta impresión que el kedive de Egipto la quería convertir en himno nacional. La entrada de los sacerdotes nos hace entender su carácter rígido y hasta siniestro, ya que Verdi no tenía ninguna simpatía hacia los colectivos religiosos, y cuando terminan los cánticos entran las trompetas (tres en La y tres en Si ), que presentan el tema principal de la marcha. Después hay un breve y eficaz ballet, y la escena termina con un reiterado “Gloria all'Egitto”, con el tema sacerdotal siempre en la zona inferior.
 
Aida y su padre Amonasro se quedan en Egipto como garantía para una paz duradera con los etíopes, que serán liberados. Entonces, el rey, creyendo recompensar Radamés, le entrega la mano de Amneris. El pueblo vuelve al “Gloria all'Egitto” y la marcha retoma una última vez su melodía, que acaba deshecha en acordes terminales.
 
En el acto III nos situamos en la orilla del río Nilo, en una noche cálida y semitropical, que la orquesta dibuja con una fascinante introducción orquestal en la que una flauta solista insinúa sobre un acompañamiento de cuerdas en sordina. Nos parece escuchar el río y los pequeños ruiditos de las bestias que rondan por el cálido elemento. Al fondo, se sienten unos sacerdotes. Se podría decir que estamos en el Egipto milenario, en una noche mágica.
 
La dictadura sacerdotal obliga a la princesa Amneris a pasar horas en la oración nocturna en un un templo. Aparece Aida, anunciada con el tema propio, y la princesa-esclava emprende una reflexión sobre su amado (“Qui Radamès verrà”), y un aria (“Oh celi azzurri”), que se enlaza con “Oh, patria mia”. La orquesta se inicia con los vientos metales de forma melosa y exótica. La voz, a capela, expresa sentimientos compartidos para con la patria, el amor y el padre en un ambiente intimista. La inquietud y la esperanza se baten en duelo en “Oh celi azzurri” y la música se vuelve sublime cuando habla de la tierra, con un juego de reguladores acompañados por un dibujo lineal pero ascendente que emociona, para volver a la calma inicial.
 
Su padre incita Aida que Radamés les explique el itinerario de las tropas egipcias para que los etíopes, advertidos por él, volverán a atacar Egipto. Aida se niega, pero el padre le muestra una visión paradisíaca de su vida junto a Radamés, pero luego él la insulta para provocar y ella accede.
 
En el acto IV, destaca la gran escena de Amneris, que empieza cantando ella sola a “L’aborrita rivale a me sfuggia”, con aire claramente oriental y una introducción orquestal sugerente, hasta que ella irrumpe deseando salvar Radamés, que se ha convertido en traidor involuntario. Radamés confiesa a Aida el camino que seguirán las tropas y esto será su fin: en el templo de Fthà, se ha abierto una tumba donde él y Aida, que la espera allí, morirán después de cantar el dúo “O terra, addio”. Es una melodía tocada por la gracia de la elegancia y la sutileza y la magistral combinación entre la dulzura y el dramatismo, un dúo donde Verdi demuestra que es un gran maestro de la creación melódica y la conducción de las voces y, al mismo tiempo, que sabe encontrar los elementos perfectos para hacernos vibrar. De mientras, Amneris reza con la música del ballet del primer acto (“inmensa Fhtà”).


Fotos: Antoni Bofill

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Aina Vega Rofes
Aina Vega i Rofes
Editora
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