Cámara

De la presencia escénica y los recuerdos de infancia

04-02-2020

Domingo 26 de enero en el marco de las Residencias Musicales de La Pedrera, el contratenor Víctor Jiménez Díaz, acompañado de Berta Brull al piano, ofreció un recital de obras de cinco compositores contemporáneos de la ciudad de Barcelona. El repertorio de Mariona Vila, Alberto Garcia-Demestres, Albert Guinovart y Miquel Ortega vertebró un concierto que terminó con la obra de estreno absoluto My Old Gramophon # 2 de Raquel Garcia-Tomás.
Víctor Jiménez dedicaba el concierto a «algunos de los mejores y más cercanos compositores vivos de nuestra ciudad» y aprovechaba para reivindicar «la música concebida nuestros días». Estamos acostumbrados a escuchar los contratenores en terreno barroco, con melodías ligeras y contrapuntísticas, con un clave de fondo y resonancias históricamente informadas pero después del concierto del pasado domingo, queda del todo demostrado que no hay época que pueda limitar los buenos músicos.

Jiménez, con un dominio escénico más que evidente, hizo suyo el público desde el primer momento. Con una expresividad transparente y sin excusas fue presentando diferentes registros interpretativos a lo largo del concierto, todos pasados por un filtro personal, con un carácter seguro y una indiscutible presencia. Con unos agudos brillantes, resonados a la máscara y con un sonido muy natural, nada engolado, defendió todas las piezas con elegancia, teniendo todos los compositores sentados en primera fila. Sin duda, un reto que aprobó con nota.

Hizo sonar las obras de Mariona Vila con una gran expresividad y una voz vibrada, afectado a veces, humorístico en otras, cómodo en esta vertiente más teatral. Bajo una línea melódica aparentemente simple, el cojín armónico del piano de Berta Brull envolvió el clima de la sala. Jiménez, aprovechando la longitud de un pedal, cambiaba la textura de la misma nota, pasando de un color más claro a uno más oscuro y dando de este modo matices muy interesantes a la interpretación. En un par de ocasiones, pero, cuando el registro bajaba bastante para la horquilla de un contratenor se hizo perceptible el cambio de voz de pecho a voz de cabeza. Por otra parte, sin embargo, hay que decir que técnicamente estuvo impecable a los fortes de la penúltima canción, vibrados, expansivos, redondos, anchos.

De las obras de Demestres cabe destacar las dinámicas y los cambios de posiciones. Si en el caso del bloque de Vila optó por una interpretación más bien cómica, en el caso de este compositor polifacético se mostró más serio, que no menos presente. El dominio de los gestos fue precisa y acertada y la mirada que se atrevía a tirar al público era del todo confidente. A pesar de un pequeño rasgado continuo en la voz en algún momento, Jiménez llegó al descanso con fuertes ovaciones.

En la segunda parte pudimos sentir un Guinovart muy cuidado, con un piano de Brull delicado y sensible que pudo tomar más protagonismo en los compases donde tenía espacio para hacerlo pero que también respetó la voz solista cuando la había de acompañar . El momento simpático de la noche lo protagonizó una señora del público, que comentó «ahora sí podemos aplaudir, no?», Con lo que Jiménez, saltándose el protocolo, respondió: «aplauda cuando quiera!». Siguiendo el concierto, el T’estim tuvo unos fuertes cálidos y aterciopelados y terminó con un piano que caminó por un crescendo hasta un forte y volvió a piano con una boca cerrada final que arrancó aplausos de lo más sinceros. Es aquí cuando aprovechó el comentario distendido de antes y el hecho de encontrarse en pequeño comité para hacer alguna broma.

Finalmente, a las obras de Ortega pudo lucir unos trinos y brodeduras adecuadas al repertorio y algún glissando teatral que acentuó este punto folclórico. A Testament nos enseñó la parte más delicada y suave y Mi corazón no puede con la carga, hizo sonar la palabra «carga» de manera pesante, como lo pide el propio significado.

Como adelantábamos en la entradilla, la obra de Raquel García-Tomás, My old gramophone # 2, cerró el concierto. La pianista se puso las gafas, el contratenor dejó caer la aguja sobre el vinilo y un ruido gramófono se coló a través de las butacas. La obra inspirada en el Allemande de la Suite Francesa nº 2 de J.S. Bach forma parte del ciclo My old Gramophone, creado expresamente para la Residencia de la Pedrera y que pretende evocar al oyente a una mecanización del sonido, trazando un claro paralelismo con el hecho de que salte la aguja y se produzca una «repetición de un fragmento corto de manera reiterada o el cambio de tono debido a la ralentización del motor que hace girar el disco». Además, el texto del que se servía la composición era una mera exploración del fonetismo, mostrando un significante sin significado. La acompañaba una vídeo-creación con imágenes de niños jugando, conectando así el dispositivo musical que daba título a la obra con esta etapa de la vida. La obra estaba creada con mucho gusto, no hubo ningún elemento que sobrase, todo respiraba con su lógica. Esperamos que estos dos grandes músicos residentes este año vuelvan a colaborar más adelante en escenarios muy diversos!

Foto: Víctor Jiménez, Víctor Jiménez i Raquel García-Tomàs


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