Dentro de la temporada de Cámara del Auditori nos ha visitado el David Oistrakh String Quartet, una formación rusa de un nivel absolutamente excepcional. Haciendo honor a su tierra, interpretaron un programa casi íntegramente ruso, con obras de Tchaikovsky, Shostakovich, Borodín y Bartók. Su actuación fue estelar, con un sonido potentísimo que nos hizo sentir el alma rusa en la piel.
El rasgo distintivo de la Oistrakh Quartet, sin duda, es la calidad de su sonido. Es de una potencia extraordinaria, y se combina con un estilo apasionado, tan propio del alma rusa, lo que produce unas interpretaciones que pueden llegar a resultar hirientes de tan intensas. Las pasadas de arco, las dobles cuerdas, la compenetración perfecta entre los cuatro, eran de una intensidad fuera de lo común. En el Scherzo del Cuarteto de Tchaikovsky, que lleva la indicación Allegro non tanto e con fuoco, cabe decir que el fuego que los miembros de la Oistrakh Quartet llevan dentro y destilan en sus interpretaciones, se puso de manifiesto con una fuerte carga de pasión.
La fuerza expansiva de Tchaikovsky se transformó en otro tipo de fuerza, más triste, más fría, más desencantada, como la de la música de Shostakovich. Los miembros de la Oistrakh Quartet, nuevamente tocaron con su sonido poderoso, con unas dobles cuerdas tan afinadas que sonaban como cuchillos esmoladíssims clavándose en la carne. En el primer Largo del cuarteto es donde se sintió más el desencanto y la frialdad de la pieza, con un contraste brutal entre la nota sostenida del primer violín y los golpes bruscos de los otros tres.
El Cuarteto de cuerda núm. 2 de Borodin fue la tercera pieza rusa del concierto, con la que el Oistrakh Quartet volvía al lirismo más romántico, y en el que exhibió un legato muy delicado en el Scherzo. En cambio, en el movimiento más célebre, el Notturno, los instrumentos que hacían el acompañamiento de la melodía pecaron de exceso de sonido.
El concierto se cerraba con Bartók, el único compositor no ruso del programa, de quien interpretaron la suite de las Danzas rumanas, que el mismo Bartók arregló para cuarteto de cuerda. Se trata de piezas folclóricas cortas de aire eminentemente alegre, que contrastaban con los cuartetos rusos. El Oistrakh Quartet recibió una ovación muy sentida por una interpretación fuera de serie, que acabaron con un arreglo para cuarteto del Capricho núm. 24 de Paganini. Un concierto con las emociones más intensas a flor de piel convertidas en música.