La artista sonora americana, Christine Sun Kim, acompañada del Ensemble Contrechamps, presentaron su particular homenaje a Beethoven en el marco del Festival Beethoven250 de l’Auditori. Un concierto que no dejó indiferente a nadie por su originalidad, su mensaje y su sinceridad y sencillez.
El concierto, encabezado por la frase “Deaf, not mute” (sorda, no muda) se inició con la interpretación de la Sonata para trompa y piano en Fa mayor, op. 17 de Ludwig van Beethoven, un inicio que nos sitúa en el contexto del concierto. El sonido de la trompa acompañada del piano, inundó la Sala Alicia de Larrocha con las brillantes notas del tema principal. Aunque el comienzo sonó un poco rígido, se compensó con la solemnidad del tema, combinada con un carácter cómico propio de la mano de Beethoven. Aunque la huella del compositor era fácilmente reconocible, la interpretación faltó de algunas de las dinámicas que aportan tanta vida a la obra. Sin embargo, las modulaciones menores transmitieron al público la capacidad de adentrarse en una obra ágil y brillante.
También de la mano del Ensemble Contrechamps, la segunda pieza Time, intent, memory (2012) para seis instrumentos, de Jürg Frey marcó la diferencia. La frialdad y la hostilidad de la obra, marcada por la constante simulación del viento en la percusión, transmitió un sentimiento de incomodidad al público. Notas largas y planas, normalmente graves, marcadas únicamente por las disonancias y la mínima transición entre los instrumentos transportaron hacia la idea de un tiempo vertical y de los contornos formales construidos por patrones circulares propios del compositor. Enterrando toda melodía en un ambiente vasto y desértico, la idea abstracta de un silencio en vano pretende invitar al público a pensar. Efectivamente, después de escuchar la calidez de Beethoven, entrar de lleno en el relato de Frey resulta incómodo e incluso agresivo para quien lo escucha, pero sobre todo para quien no ve venir el contraste de antemano. Por otra parte, felicitar a los músicos del Ensemble Contrechamps por su minucioso trabajo de afinación en una obra con tanta dificultad en este aspecto.
Finalmente, ya en la última pieza, Christine Sun Kim nos abrió las puertas a un mundo inmenso de preguntas. Analizando como la condición de sordomuda puede conllevar implícitamente la noción de que los sordos están desprovistos de una voz, su trabajo va mucho más allá de la sonoridad como un único sentido. Proyectando sus experiencias en cortas frases en inglés ( “El instructor tartamudea”, “Música country en la radio”. “Papel desgarrado”), los seis músicos del Ensemble iban reproduciendo los sonidos que Christine Sun Kim había transcrito en su obra Deaf, not mute (2019) y que se estrenaba por primera vez en Barcelona. Sun Kim dirige la actuación proyectando estas capturas, que son reproducidas sonoramente por los músicos, conectando de una forma increíble con el público. Destacaría principalmente las drásticas dinámicas, los golpes de la percusión y la originalidad del artista para transmitir un lenguaje más allá de las melodías, tonalidades y ritmos.
Con todo, un concierto de contrastes y aprendizaje para un público que aclamó en lenguaje de signos la actuación de ambas partes. El mensaje era claro y contundente, haciendo de la diversidad funcional la clave y el hilo conductor de un repertorio que clama su papel en los programas del presente y del futuro. Propuestas que van más allá de la sonoridad del silencio.