Cámara

Paseo por el Nápoles del siglo XVIII

18-02-2020

La temporada de Ibercàmera en el Palau de la Música nos ha llevado nuevamente la formación Forma Antiqva, dedicada a la música barroca, que ya hemos visto otras veces, y que se caracteriza por un sonido oscuro y austero, de acuerdo con la música de la época. En esta ocasión, el programa pivotaba en torno al Nápoles de la primera mitad del siglo XVIII, con piezas tanto profanas como sacras, que contaron con las voces solistas de María Espada y Carlos Mena.
Antes de comenzar el concierto, el director, Aarón Zapico, hizo una explicación muy didáctica sobre los dos centros musicales de la Italia de la época, que eran Venecia y Nápoles. Los compositores del programa, desde Porpora hasta Pergolesi, habían tenido un protagonismo notable en la corte de Nápoles. Oímos música profana de Nicola Conforto y Charles Avison, y música sacra de Porpora, Vinci y Pergolesi.

Forma Antiqva tocó con un sonido más dulce y luminoso que otras veces, con menos austeridad y con más calidez, pero a la vez con la vivacidad y el temperamento nervioso del barroco italiano. Es una formación con una larga trayectoria y unas interpretaciones de lo más fieles al sonido original, al ritmo preciso que siempre marca el maestro Zapico.

Tras la apertura de la ópera Siroe de Conforto, y de un concerto grosso de Charles Avison, escrito a partir de las sonatas para clave de Scarlatti, entró en escena el contratenor vasco Carlos Mena. Aquí terminaba la música profana y comenzaba la sacra. Interpretó el Salve Regina de Nicola Porpora, uno de los compositores más importantes de Nápoles. Mena es un cantante de voz pequeña, pero que canta desde la inteligencia. Sabe sacar el máximo partido de la voz con una técnica muy depurada y un estilo muy delicado. Aborda cada frase explorando metódicamente cada rincón de la sensibilidad, por lo que nos hizo llegar el dolor de la música sacra con la máxima pureza.

En la segunda parte del concierto sentimos la sinfonía del oratorio Maria Dolorata de Leonardo da Vinci, en el que a la orquesta le faltó un poco de temple, y finalmente, el plato fuerte del concierto, el archiconocido Stabat Mater de Pergolesi . María Espada se reivindicó como una soprano de primera división en la interpretación de la música antigua, con una voz pequeña pero con una proyección óptima, con gran facilidad a la hora de abordar los pasajes más difíciles y delicados. Un alto grado de expresividad y una compenetración total con la voz de Mena, causaron una conmoción máxima en el dúo final, Quando corpus morietur, en que parecía como si se pudiera palpar el dolor de la música en propia piel. El acompañamiento que les brindó Aarón Zapico sirvió como una almohada de seda para que las voces volaran. Al terminar, la ovación del público fue tan grande, que repitieron precisamente el Quando corpus morietur, en un estado de gracia aún más inspirado que la primera vez, extático, con las dos voces tan afinadas que sentirlas producía sensación de dolor físico y espiritual.

Foto: Forma Antiqva


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