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Un huracán llamado Currentzis

06-03-2020

El pasado 4 de marzo el Auditori de Barcelona recibió el carismático director Teodor Currentzis y la Orquesta Sinfónica SWR Stuttgart, dentro del ciclo de orquestas internacionales de Ibercamera. El programa contó, ni más ni menos, que la Muerte y transfiguración de Richard Strauss y la titánica de Mahler. El público, entregadísimo desde el primer momento, pareció caer “in love at first sight” con el director y la orquesta, a la que ya había podido escuchar en anteriores ocasiones.
La sala grande del Auditori de Barcelona, llena a rebosar, recibió con un cálido aplauso al director grecoruso Teodor Currentzis, la estrella de la velada y, sin más preámbulos comenzó a sonar Tod und verklärung de Strauss.

Las primeras notas de este poema sinfónico cargado de misticismo y tinieblas se esparcieron por la sala como la pólvora, y la presencia excéntrica y magnética de Currentzis cogió, desde un buen inicio, el protagonismo del concierto. El crescendo constante de la obra de Strauss, concebida como un poema fúnebre, fue abordado de una manera delicadísima por parte de la orquesta, que demostró tener unos nervios de acero hasta alcanzar el estruendo del poema, cargado de furia y energía desbordada.

La fabulosa SWR Symphonieorchester navegó por la partitura de Strauss capitaneada por un fantástico Currentzis, que dejó el listón bien alto para la segunda parte del concierto a pesar de las interrupciones, siempre incómodas, de las salas barcelonesas. En este caso, fue el turno de un ladrido canino en el momento más estrepitoso de la pieza, que dejó media orquesta con una carcajada difícil de contener. Terminado el último compás de la obra, el público quedó enmudecido y no arrancó en aplausos hasta que Currentzis así lo decidió, algo del todo inusual con el público ibercameriano.

La segunda parte del concierto contó con la titánica de Mahler, la Sinfonía núm. 1 en re mayor. Y quién lo diría, aún habiéndola oído interpretar incontables veces por innumerables orquestas, la versión de Currentzis y la SWR fue algo inédito. Creo que no me equivoco si afirmo que la inmensa mayoría melómana, citada para la ocasión, quedó sorprendida por la cantidad de detalles, matices, dinámicas y armonías que descubrieron de la mano del director, escondidas hasta entonces.

El primer movimiento de la sinfonía, Langsam, schleppend. Im Anfang sehr gemächlich fue verdaderamente suave y gemächlich, pero no por ello menos interesante, al contrario. Director y orquesta desplegaron un inmenso catálogo sonoro para los oídos de los presentes, tan acostumbradas a las sinfonías de Mahler. Los movimientos sinuosos del director, acompañados de una templanza extraordinaria, marcaron el inicio del segundo movimiento, kräftig, bewegt, doch nicht zu schnell. La fantástica sección de contrabajos, liderada por una gran solista que demostró su valía en el movimiento siguiente, marcaron el compás de la danza, materializada en los movimientos corporales de Currentzis, que parecía estar poseído por el espíritu del post-romanticismo.

La tercera parte de la sinfonía, bautizada como Feierlich und gemessen, ohne zu schleppen por el compositor, fue un escaparate de talento de los y las solistas de la orquesta, que se lucieron sobremanera en sus respectivas partes. El tercer movimiento quedó desglosado de una manera exquisita, dejando al descubierto los detalles más invisibles de la partitura y haciendo énfasis en frases y colores a menudo poco explorados.
 
Por último fue el turno del magnífico cuarto movimiento, llamado Stürmisch bewegt, que efectivamente abordó la sala como una tormenta eléctrica que pareció arremolinarse alrededor de un magnífico e impetuoso Currentzis. La parte central del movimiento, como si se tratara del ojo de un huracán, mantuvo magistralmente la calma para abordar con fuerza los últimos compases de la obra, que explotaron en medio del Auditorio, dejándolo boquiabierto.

Huelga decir que Teodor Currentzis cautivó instantáneamente al público barcelonés. Es evidente que, a pesar del amor incondicional que la mayoría del público melómano tiene por el protocolo y el canon clásico, personajes como Currentzis demuestran que se puede dirigir fabulosamente una orquesta sin frac, sin batuta y sin canas. Y aún diría más, pondría ambas manos al fuego y afirmaría que parte del éxito de este joven director se debe a su excentricidad moderna, a la energía desbordante y poco protocolaria que desprende, a la obvia conexión con la música y la naturalidad de esta. Es fácil reconocerse a una misma bailando en la intimidad.
 
Fotos: Auditori


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