Cámara

Ellas, intérpretes

08-03-2020

Hoy, coincidiendo con el 8 de marzo, destacamos la presencia de las intérpretes Nicola Benedetti y Ellen Nisbeth, que se erigen como claras protagonistas de la música de cámara de este mes en L’Auditori. Así, el 29 de marzo nos espera un trío de primera orden con obras de Schumann, Rihm y Brahms (todo señores) en un concierto incluido dentro del Barcelona Obertura Spring Festival. El 26 de abril podremos disfrutar de una de las formaciones catalanas con más proyección internacional, el Cosmos Quartet, acompañados de Nisbeth, interpretando Mozart y Hosokawa (también señores). A pesar de la presencia cada vez más notable de mujeres solistas, siempre es un buen momento para dejar por escrito la falta de compositoras en nuestros escenarios.
Nicola Benedetti, violinista escocesa de orígenes italianos, cuenta con un temperamento ardiente y extrovertido, con nervio, expresividad, con un sonido potente y de calidad, además de gran virtuosismo y dominio del arco según la prensa. Hay que decir que esta intérprete multi-premiada ganó un Grammy el pasado mes de enero al mejor solo instrumental de música clásica para la grabación del Concierto para Violín de Wynton Marsalis y la Fiddle Dance Suite. Con estos precedentes y el acompañamiento de Leonard Elschenbroich al violonchelo – descrito por el New York Times como “un músico de gran destreza técnica, curiosidad intelectual y profundidad expresiva” – y Alexei Grynyuk al piano – galardonado en competiciones como las de Vladimir Horowitz competition en Kiev o la Shanghai Competition de China – es normal esperar este concierto con expectación.

Así pues, teniendo en cuenta el carácter interpretativo de los tres artistas, el Trío núm. 1 en Re menor, op. 63 de Schumann será una muy buena oportunidad para oírlos brillar. Este trío compuesto en 1847 comienza “Con energía y pasión”, tal y como indica Schumann al primer movimiento, que sigue una forma de sonata en 4/4 pero que, por el contrario, transmite la inestabilidad propia de los compases de amalgama. En un segundo movimiento más agitado, “vivo pero no demasiado rápido” podremos disfrutar de un movimiento que pide de un sonido más punzante, más puntiagudo que tanto el violín como el violonchelo tendrán que buscar cerca del puente del instrumento. El contraste con el tercer movimiento es puñente: “Lentamente y con recogimiento” pide Schumann, y es que la partitura está formada por unos suspensiones al piano que se resuelven lentamente y de una melodía al violín que pesa y llora. Con una estructura ternaria (ABA), comienza con do mayor, sigue a hace mayor y cuando vuelve a la A, la tonalidad modula a La mayor para dejar al aire, finalmente, un pedal de La actuando como dominante de Re mayor , tonalidad final. De este modo, Schumann da un sentido de anhelo y esperanza a la obra y da paso al cuarto y último movimiento.

El Trío núm. 1 en Si mayor, op. 8 es el primer y último trío para piano de Brahms (de los tres que compuso) porque, aunque la escribió a sus veinte años, hizo una revisión exhaustiva y le dió la forma definitiva treinta y cinco años más tarde. En la versión original, hay momentos desiguales y vaporosos pero después del verano de 1891, Brahms consiguió mejorar la obra insertando fragmentos y sustituyendo pasajes sin hacer evidente ningún tipo de fractura estilística. Una característica del original que Brahms sí respetó fue el final en tonalidad menor, apoyándose en una intención de desolación. Hay quien dice que se trata de una premonición del intento de suicidio y posterior confinamiento en un asilo de Robert Schumann; en cualquier caso, se trata de una conclusión sorprendentemente dramática teniendo en cuenta la atmósfera de serenidad del inicio.

El concierto se reservará un espacio para el Fremde Szenes (III) de Wolfgang Rihm, seguramente uno de los compositores contemporáneos más importantes de Europa. Estos tres ensayos para trío de piano se han convertido en clásicos de la nueva música de cámara. Inspiradas en Robert Schumann, el compositor admite su propio lenguaje como extraño o extranjero; al mismo tiempo, sin embargo, invita a los oyentes a dejarse llevar por los silencios fragmentados, la impulsividad y las repeticiones obsesivas y a recorrer un viaje surrealista que combina el recuerdo y la nostalgia con la subjetividad.

El segundo concierto de cámara de este mes será a cargo de Cosmos Quartet y la violista Ellen Nisbeth, recientemente seleccionada por el ECHO (European Concert Hall Organisation) como una estrella emergente de la temporada 2017/18. Con proyectos profesionales que la han llevado a trabajar con orquestas de gran prestigio, ha sido citada por la prensa como solista modélica, una revelación con un timbre lleno de matices y perspectivas, bonito y de rara pureza. Tras ganar el Swedish Soloist Prize y el Nordic Soloist Prize, el jurado la calificó de interpretación natural y con presencia escénica, con una expresión y encanto personales y una gran capacidad comunicativa. Ya la pudimos sentir en la edición pasada del Festival Emergentes y este año L’Auditorio le hará un pequeño retrato gracias a su participación también en el ciclo Sampler Series con un programa de viola y electrónica.

La solista estará acompañada del Cosmos Quartet, una formación que, a pesar de su juventud, ha conseguido hacerse un lugar en el reconocimiento internacional. La temporada pasada los pudimos sentir el Festival Emergentes Barcelona y entre los premios más recientes destacan el Primer Premio en el Concurso Irene Steels-Wilsing Foundation y el Primer Premio en el 13º Premio BBVA de Música de Cámara Montserrat Alavedra, así como el hecho de haber quedado finalistas a los prestigiosos Concours de Ginebra y Carl Nielsen International Chamber Music Competition.

Estos cinco músicos, así pues, interpretarán el Quinteto de cuerda núm. 1 en Si bemol mayor, K. 174 y el Quinteto de cuerda núm. 3 en Do mayor, K. 515 de Mozart. Los seis quintetos que el músico vienés tiene por este tipo de cámara forman un pequeño corpus particular que, al introducir esta segunda viola la formación reina de cámara, se añade una nueva profundidad de pensamiento y textura y permite desplegar una gran variedad de diálogos: entre las voces extremas acompañadas de una armonía de las voces del centro, entre los dos violines y el cello, entre los dos violines y las dos violas, con el cello sustentando el edificio polifónico, ofreciendo un trío agudo con los dos violines y la primera viola o un trío de graves con las violas y el cello o el violín solo opuesto a la viola sola, por poner algunos ejemplos.

Cuando Mozart escribió su primera obra para esta formación, el quinteto de cuerdas apenas constaba de una trayectoria de un siglo de antigüedad: si bien con el consorte de violas se llegó a una cierta expresividad y equilibrio polifónico, a mediados del XVIII todavía se consideraba una forma a medio camino entre cámara y orquesta. En la década de los 70, los quintetos de cuerda todavía no tenían un carácter cerrado ni una plantilla fija pero fue entonces cuando Mozart, todavía adolescente, compuso este, prácticamente, ejercicio de estilo. Según Abert, la obra «tiene aún carácter de entretenimiento, como demuestran las tres codas y el juego frecuente de respuestas entre el primer violín y la primera viola».

Catorce años más tarde, escribía dos quintetos que son opuestos y, al mismo tiempo, frutos del mismo momento: durante la composición de los K515 y 516, Mozart recibió noticias de la grave enfermedad de su padre, que moriría el 28 de mayo. Las dos obras están escritas con este pesar y instinto de liberación ante quien fue su padre pero también su consejero, amigo, tirano … Este hecho biográfico se relaciona normalmente con el quinteto menor pero hay que tener en cuenta que esta otra obra más optimista, segura y vital – según Halbreich «una majestad olímpica que sobrepasa a todas las otras obras instrumentales de Mozart por la amplitud de sus desarrollos» – también fue escrita durante la misma primavera de 1787.

Finalmente, esta vez en forma de cuarteto, también podremos disfrutar de Blossoming de Toshio Hosokawa, inspirada en la imagen de un loto que envía las raíces al fondo del estanco, con un corte que se extiende a través del agua hasta la superficie y hacia el cielo y un capullo que florece mirando el sol de la mañana.

Como anunciaba en la entradilla, quisiera terminar subrayando el hecho de que, si bien es del todo destacable la presencia de dos mujeres encabezando estas formaciones de cámara, hay que señalar el hecho de que las obras programadas firmadas por compositoras siguen siendo la excepción. No sólo dentro de este ciclo y no sólo dentro de esta institución, sino de manera generalizada en el panorama de música clásica (y me atrevería a decir que de muchos más géneros) de nuestro país.

Foto: Nicola Benedetti, Leonard Elschenbroich, Alexei Grynyuk, Ellen Nisbeth, Cosmos Quartet


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